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Carlos Benito
Domingo, 5 de octubre 2014, 17:05
Entre los dos extremos de Cataluña hay poco más de setenta kilómetros en línea recta. El territorio de la comunidad es mucho más extenso, con más de 250 kilómetros entre el punto más septentrional y el más meridional, pero esos setenta kilómetros de nada son los que separan dos municipios de la provincia de Barcelona que se han vuelto muy significativos en la agitada Cataluña de estos días. En la comarca del Alt Berguedà, lindando ya con Lérida, se encuentra Capolat, un pueblito de postal que registró el mayor porcentaje de voto nacionalista en las últimas elecciones autonómicas: fue el 96,4%, que se elevaría a un rotundo cien por cien si decidiésemos contar las dos papeletas de ICV, una formación de ubicación más imprecisa pero partidaria de la consulta sobre la independencia.
El reverso ideológico de Capolat -y también, por qué no decirlo, su radical opuesto paisajístico- se levanta en el Vallès Occidental: es Badia del Vallès, un conjunto de bloques prefabricados que ocupan una tierra de nadie asediada por autopistas, donde la suma de CiU, ERC, Solidaritat per la Independència (SI) y la asamblearia Candidatura d'Unitat Popular (CUP) pasó por los pelos del 16% de los sufragios.
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