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Castellón barre los restos del fabrismo

Castellón barre los restos del fabrismo

La entrada en prisión de Carlos Fabra impulsa a la actual dirección provincial del PP a laminar a los últimos cargos afines al exdirigente

Alejandro Martí

Miércoles, 10 de diciembre 2014, 19:09

Yo no sé ni la de gente que he colocado en estos años». La frase la dijo el hoy convicto Carlos Fabra en una reunión interna y que, traicionado por alguien de su entorno, se filtró a los medios. Y no le faltaba razón porque durante sus 16 años de gestión al frente de la Diputación de Castellón Fabra tejió una red de lealtades inquebrantables que, aún hoy, muchas sobreviven.

En aquella grabación filtrada, el entonces dirigente popular explicaba su forma de actuar: arengaba a sus compañeros del PP a hacer favores «que son votos cautivos». A madres que pedían una escolarización determinada para sus hijos, a gente influyente, a personas que estaban en cola de espera por un servicio público «Quien gana las elecciones coloca a un sinfín de gente, asesores, secretarios, directores generales, subsecretarios, consellers, asesores de consellers»

La grabación no provocó ni siquiera un ligero temblor bajo el suelo del fabrismo pero sí retrató la forma de actuar con la que se trabajaba entonces en la provincia liderada por Carlos Fabra.

Sin embargo, todos aquellos que disfrutaron del favor directo de Carlos Fabra han sido barridos, o están a la espera de serlo, del mapa político. La entrada de Javier Moliner a presidir el PP y la Diputación castellonense ha servido para ir laminando todo lo que huele a Fabra. La pésima relación entre ambos líderes ha empujado esta aniquilación de nombres propios y, ahora, con la entrada en prisión de Carlos Fabra esta semana, la cosa se complica para los supervivientes que aún quedan agazapados.

Carlos Fabra ha sido condenado a cuatro años de cárcel por defraudar a Hacienda y el lunes entraba en la prisión de Aranjuez tras once años de investigación judicial. Sin embargo, son muchos los que somatizarán esta condena y se verán despojados de sus puestos de trabajo. Cambios progresivos que Moliner consolidará aprovechando la próxima cita electoral de 2015.

Y es que la condena y el hecho de que Fabra fuera apartado de todos sus cargos aligeró la carga de Moliner y su nuevo PP. En principio Carlos Fabra y Javier Moliner pactaron una transición con nombres propios pero que, ante la debilidad del expresidente y el empeoramiento de las relaciones entre ambos, han sucumbido ya en cambios drásticos.

El principal referente que queda ahora en activo de la era Carlos Fabra es el de Esther Pallardó, actual vicepresidenta de la Diputación y pareja sentimental del reo. Aunque a la experiodista convertida en diputada provincial le avalan años de trabajo en la trinchera, su cercanía a Fabra es indiscutible y es la única representante del PP que fue cazada despidiéndose de él en una comida.

Pallardó pasó de jefa de prensa de la Diputación a concejala y diputada en cuestión de dos legislaturas. Durante años no escondió su relación con el hombre más poderoso de la provincia y, en paralelo, su poder fue al alza. Esther Pallardó era la mujer más fuerte de Castellón y sus funciones trascendían a la de una diputada rasa ya que nadie hablaba con el presidente sin su filtro. Desde el entorno de Moliner jamás se han fiado de ella y, pese a que reconocen su trabajo, nadie cuenta con que pueda repetir.

Si por algo se ha caracterizado el reinado de Fabra en la provincia ha sido por una máxima: el control absoluto del PP, más como un ejército que como un partido. Desde 1990 y hasta 2012 amasó el poder del partido y convirtió la provincia de Castellón en un elemento clave para las batallas internas del Partido Popular.

En 1995 llegó a ser presidente de la Diputación y fue desde entonces cuando empezó a tejer una red de favores que aún hoy perdura. Llegó al poder con un cambio de ciclo, era la primera vez que el Partido Popular arrasaba en las instituciones y aplastaba al socialismo representado entonces por Joan Lerma. El PP no era lo que llegó a ser en 2007. Era un partido que trataba de identificar sus políticas con el valencianismo y tenía que fagocitar a fuerzas como Unio Valenciana.

Y entonces su intervención fue clave para el éxito de los populares hasta convertir a la Comunitat en un semillero de votos: había que controlar a la sociedad civil y esto se consiguió, entre otras cosas, convirtiendo a los máximos representantes sociales en gente próxima al PP.

Fabra, además, movió su ejército de forma estratégica en las grandes decisiones del PP en la Comunitat. Su aval fue clave en la llegada de Camps al poder mientras Zaplana estaba en Madrid, por ejemplo, o para que el propio Rajoy lograra la paz interna tras la debacle electoral de 2008. Él jugaba con sus apoyos en congresos regionales e, incluso, nacionales. Eran buenos tiempos y además, de cara al exterior, Carlos Fabra inventó un lenguaje nuevo en la provincia: una pretendida reivindicación constante para Castellón enfrentándose a la Generalitat o a Moncloa.

De ahí surgió, en 1996, su promesa de crear un aeropuerto. Su idea de convertir a Castellón en una especie de nueva Málaga con el turismo de golf como reclamo. En una lluvia de millones para que el Hospital Provincial fuera una referencia nacional en Oncología Pero el exceso de poder le acercó al sol y empezó a derretir sus alas de cera.

Prueba de ello son los nombramientos que hizo basándose en su fuerza interna y en las victorias electorales. Tal vez el principal ejemplo de ello sea su propia hija, Andrea Fabra. A nadie se le escapa que su elección como diputada nacional tuvo que ver con la influencia de su progenitor, pese a que ya acumulaba experiencia política.

La hija del gran líder caído optó a la candidatura nacional gracias a su padre pero su tirantez con el PP de Castellón y la Comunitat ha ido en aumento motivado por el abandono que ha hecho el partido de su padre. A ello se le une que su imagen no sólo está vinculada con su apellido, sino que su frase «que se jodan» mientras Rajoy anunciaba recortes a los parados la ha puesto en el disparadero.

Andrea Fabra ha podido desarrollar hasta el momento su carrera política en Madrid, donde vive, junto a su marido y sus hijos, y sólo acude a Castellón cuando es necesario. Sin embargo, parece más que evidente que su suerte va a cambiar.

Dentro del acuerdo entre Moliner y Fabra en 2011 se optó por un pacto de no agresión que incluyó que varios de los protegidos de Fabra optaran a cargos del partido pero fuera de Castellón. Moliner los quería lejos. Vicent Aparici, pieza clave del fabrismo durante décadas, Araceli Peris o Manuel Altava, incluso Ascensión Figueres, son claros ejemplos de que el PP no cuenta con ellos a partir de la próxima legislatura.

Aunque ahora todos pretenden estar alejados del que fue su padre político, es más que evidente que la mayoría no van a poder seguir ya que, de forma paralela a la caída de Fabra, Moliner ha absorbido todo el poder de forma vehemente.

Nombres de diputados autonómicos que han sido y son parte de la herencia del fabrismo también tienen tocadas las alas de cara al futuro inmediato. Marisol Linares, exsecretaria general del PP en Castellón, fue pieza clave a nivel interno y una defensora a ultranza del expresidente. No sólo ha perdido peso en el partido, también ha visto como su hija, Paula Meseguer, secretaria autonómica de Comunicación de Alberto Fabra, caía en desgracia. Mayra Barrieras, María Fernanda Vidal o Alejandro Font de Mora son nombres propios escogidos previos a la condena.

En muchos casos, como el de Font de Mora, han sabido dar el giro necesario cuando tocaba, además de tener un curriculum que les avala. Pero la renovación interna del PP en Castellón es imparable.

A veces, la suerte ha sonreído a Moliner como le pasaba a Fabra con el Gordo de la Lotería Nacional. La diferencia es que lo ha hecho en forma de imputación. Ese ha sido el caso de Francisco Martínez, sentado durante años al lado de Don Carlos fue defenestrado gracias a una imputación judicial que pinta mal para su futuro.

Martínez pasó de ser uno de los hombres con más poder de la época a ser hoy en día sólo alcalde de Vall dAlba. Las dudas sobre su continuidad siguen planeando co fuerza. La Fiscalía estudia si se enriqueció al construir infraestructuras en tierras de sus empresas y por ello le imputa varios delitos, junto a su socio y sus hijos.

Lo mismo que ha sucedido con otro de los bastiones del Antiguo Régimen: Adelino Santamaría que se vio inmerso en el escándalo judicial de Vall dAlba y fue obligado a dimitir tanto como alcalde de Borriol como de diputado. Se ha marchado asegurando que es una víctima.

Nacho Soria y Alejandro Lorca, muy cercanos al fabrismo fueron de los primeros en salir del Palacio de las Aulas una vez Moliner fue elegido presidente de la Diputación en 2011. Los ceses siguieron con el equipo de comunicación que Fabra había creado. Manu Vives, periodista, fue una de las destituciones más comentadas de la actual legislatura.

Vives sigue siendo amigo personal de Fabra y esta misma semana publicaba en un periódico regional una carta a su exjefe que «quizás me cueste dos años más de ostracismo profesional en Castellón». «La vida es así de injusta. Los que antes coreaban tu nombre han enmudecido, los que antes peleaban por salir a tu lado en una foto, las esconden ahora de las mesas de sus despachos».

Vives es sólo una muestra. Junto a él también Mar García (hermana del golfista Sergio García) desapareció de mutuo acuerdo con Moliner. Ella era la asesora de proyectos de golf en nómina de la Diputación pese a que de los 18 previstos no se ha ejecutado ninguno. Justamente en el departamento de asesores se prevén cambios aprovechando la cita electoral si el PP mantiene la mayoría (hoy duplican en diputados al PSPV).

Javier Moliner cuenta con Isabel Bonig como principal aliada. No en vano, apostó por ella como secretaria general de la provincia hasta que dio el salto a la secretaría autonómica. Y su elección vino dada, entre otras cosas, por su enemistad manifiesta con Carlos Fabra. De ahí que el Consell haya ayudado a la purga política.

Por ejemplo, el caso del director del aeropuerto de Castellón, Juan García Salas. Una elección personal de Carlos Fabra que cayó fulminado tras ser apartado el exlíder del PP de la presidencia de Aerocas. Fue decisión de José Císcar dejar fuera de juego al polémico director del aeropuerto sin aviones, íntimo de Don Carlos. García Salas fue un nombramiento a dedo del entonces presidente, quien le rescató después de haber asesorado a Jesús Posada.

Otro de los juguetes con los que la administración Fabra jugaba a su antojo era el Hospital Provincial. Además de personal médico (familiares directos del exmandatario trabajan allí), la dirección estaba controlada por el todopoderoso Fabra a través de Miguel Llorens quien fue destituido por Moliner tras una crisis interna. Antes habían caído personas de comunicación del centro hospitalario, al igual que de la Escuela Taurina y también en el Puerto se avecinan cambios con Juan José Monzonís como principal recambio. Hay otros nombres vinculados a esa etapa, como el del artista Juan Ripollés que se ha visto arrastrado por su vinculación al otrora todopoderoso líder del PP castellonense.

Muchos otros, cientos, supieron negarle y cambiar de abrazos cuando llegó el momento oportuno. Desde el pasado 1 de diciembre, Fabra cumple condena de cuatro años de prisión por haber defraudado a Hacienda cerca de 700.000 euros. Un ingreso en la cárcel que llega después de once años de proceso judicial, nueve jueces en las diligencias previas y cuatro fiscales.

Con Fabra en una celda de diez metros en Aranjuez su poder ha quedado diluido por completo. Él mismo pronosticó que quedaba fabrismo, pero también que Castellón iba a tener un aeropuerto. Pero el cambio es imparable. Tanto como asfixiante es la rutina carcelaria.

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