

Secciones
Servicios
Destacamos
D. Burguera
Miércoles, 18 de noviembre 2015, 10:59
Enric Xavier Morera Català cumplió 51 años el 3 de abril. Sopló las velas un mes y 21 días antes del momento político más feliz de su vida como dirigente de una formación, cuando Compromís (coalición donde se integra el Bloc que él lidera y que es sucesor de UPV, donde también militó) logró 19 diputados. La noche de las elecciones autonómicas, el 24 de mayo, frente a los militantes en combustión, coreaba feliz: "País Valencià, País Valencià".
El nieto de El Blanco de LAlqueria, marchador (corredor de apuestas) del trinquet El Zurdo de Gandia, alcanzó su cumbre política personal pocos después: el 3 de julio. Presidente de Les Corts. Un tipo con genes de calculador (todo buen marxador domina la aritmética sin despeinarse) debió de intuir que aquel escalón, el segundo más alto en la Comunitat (sólo el presidente de la Generalitat le supera) era su cima, el cénit de una carrera que comenzó en los 80, cuando Morera quería inventar la Convergència i Unió valenciana. No lo logró. Sólo entró en Les Corts como diputado cuando se reinventó, en 2007, a través de Compromís.
Ahora, tres meses después de tocar el cielo político y tres décadas más tarde del inicio de su carrera pública, la transformación de su identidad casi ha culminado. Ha propiciado una alianza electoral con excomunistas, mucho menos nacionalistas que ecologistas. Una conversión que, sin embargo, le sume en sus horas más bajas.
El hombre que intenta convertir el nacionalismo del Bloc en algo más amplio a través de Compromís juega constantemente al despiste y se deja arrastrar por Mónica Oltra. Se ofrece como hombre de consenso entre los "suyos" (que cada vez lo son menos), y los de "ella" (con quien le separan abismales diferencias ideológicas), no hay día que no mente el término inclusivo en su discurso, hace gala de un talante calmado, cordial. No obstante, Morera consensúa cuándo y cómo le parece, incluye o excluye a su militancia según los objetivos que se marca (y le marcan), y en ocasiones rezuma el nerviosismo de quién no tiene muy claro si las circunstancias políticas le han superado ya o lo harán mañana. Eso sí, es cordial, y un día cualquiera, con esa amabilidad, niega sin despeinarse la celebración de una negociación que, efectivamente, sí se está produciendo. Y justifica esa mentira alegando confusión. Evita el conflicto. Como aquel farandulero que explicaba sus errores porque "la noche me confunde", a Morera también parece que la política le cofunde. Esa ofuscación propicia una paradoja: su mejor momento político a nivel personal es el peor a nivel de partido. Desde que en 2003 ganó por dos votos el Congreso que le convirtió en secretario general del Bloc, jamás había estado tan cuestionado públicamente como ahora.
Su relación con Oltra es polar. La mitad de su Ejecutiva votó contra el pacto con Podemos, posteriormente dimitió y ahora le exigen que lo haga él. Aquellos que en su momento le disputaron el poder aprovechan su diletancia en el liderazgo para posicionarse de cara al Congreso del Bloc que ha tenido que adelantar. Si el PSPV recuperó el poder con los peores resultados electorales de su historia, es probable que Morera lo pierda tras ser una pieza fundamental en la obtención del mayor apoyo ciudadano logrado para la formación que se supone que lidera.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.