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Carlos Fabra en una imagen de archivo durante su juicio.
El año en prisión de Carlos Fabra

El año en prisión de Carlos Fabra

El expresidente de la Diputación recibe un control médico especial por su historial de dolencias

redacción

Lunes, 30 de noviembre 2015, 20:40

Hoy se cumple un año de la entrada en prisión de Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón y uno de los hombres que ha ostentado mayor poder en la historia de la provincia.

El expolítico está cumpliendo en el centro Madrid VI su pena de cuatro años de cárcel por haber defraudado 700.000 euros a Hacienda. Ya ha disfrutado de su primer permiso penitenciario, aprobado en octubre pasado, después de que el pasado 30 de agosto cumpliera la cuarta parte de su condena, fecha a partir de la que podía solicitarlo.

Se encuentra en un módulo donde no hay presos peligrosos. Fabra se ha tenido que adaptar al estricto horario: despertarse a las 8:00 y a las 20:30 volver a la celda. Mata el tiempo leyendo, viendo la televisión, con algún juego de mesa. La tranquilidad de un preso de perfil relajado.

En el módulo 3 dispone de una celda individual y allí se le mantiene un control especial por su historial médico: sus problemas hepáticos requieren de revisiones y desde la Enfermería controlan su estado de forma constantemente.

Su entorno, ha asegurado, que en las visitas que recibe de forma constante Fabra está tranquilo y es él, incluso, "quien da ánimos a su gente". Fabra siempre ha destacado por evidenciar un papel protector hacia los suyos y es el mismo que mantiene cuando acude al encuentro de sus familiares, a los que evita preocupar. El expresidente ha sabido adaptarse a su encierro y no ha tenido conflictos. Fabra siempre ha tenido una capacidad titánica para empatizar con el contrario, para la conquista en la distancia corta. Y eso, su inteligencia, "es su mejor arma dentro del internamiento", aseguran desde su núcleo de amigos. "Es consciente de que es una situación temporal y de que el buen comportamiento es algo que juega a su favor".

Si hay algo que sorprendió en la propia prisión fue que nada más entrar, el expresidente del PP sabía perfectamente el funcionamiento interno. Sabía qué debía hacer para solicitar llamadas, los pasos a seguir para ir a la enfermería. De hecho, es habitual que pase días en el servicio médico para controlar su evolución. "El máximo respeto y la educación son sus principales pautas de conducta en Aranjuez", explica un allegado. La sensación de su entorno es de tranquilidad porque le ven bien de salud cuando acuden a un 'vis a vis', integrado y cómodo dentro de la compleja situación de Fabra.

El expresidente del PP en la provincia de Castellón se sentó en 2013 en el banquillo acusado de tráfico de influencias, cohecho y cuatro delitos fiscales durante su etapa como presidente de la Diputación. Sin embargo, fue absuelto de todos los cargos de corrupción y la Audiencia rebajó de 13 a cuatro los años de cárcel. Uno por cada ejercicio en que defraudó más de 120.000 euros a Hacienda. La condena fue ratificada en el verano de 2014 por el Supremo. Ahí empezó su verdadera pena.

Y pese a todo, Carlos Fabra tiene una gran familia: la genética y la que ha construido a lo largo de estos años. Fieles que le siguen tendiendo la mano, que le envían cartas y recuerdos a través de sus hijas. Y ese entorno cercano que amasó junto a él poder no deja de asegurar que "lo que más tristeza le ha causado ha sido la deslealtad y la traición de mucha de su gente". Una vez empezó el juicio, todos se fueron apartando de forma evidente. Eso es lo que no perdona. "Carlos puede, incluso, entender que públicamente se le rechazara, pero a nivel personal esperaba algo de apoyo", confiesan.

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