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D. Burguera
Lunes, 25 de enero 2016, 20:49
El proyecto de Compromís, entendido como una coalición de muchos partidos que tiende a buscar un espacio donde converger, es más falso que un billete de tres euros. La tendencia es otra. No la marca el deseo de estar juntos sino el de ejercer el poder. El éxito político creciente propicia que los actuales líderes tengan miedo a que se les rompa el juguete. Trastocar los débiles equilibrios de fuerzas actuales supone arriesgarse, en primer lugar, a que ellos dejen de mandar obviando lo que opinan las bases; y en segundo, a que los votos dejen de llegar. Por todo ello, una quinta parte de la militancia (cerca de un millar de miembros que integran la corriente Gent de Compromís, GdC), se ha convertido en la víctima del truco oculto en un mensaje que oferta converger y escuchar. La confluencia, ni está ni se le espera. Las direcciones de Bloc, Iniciativa y Verds (los tres partidos que sí tienen personalidad jurídica propia, voz y voto para influir en las decisiones clave) se sienten cómodas pilotando el proyecto y tomando decisiones clave ignorando lo que opina una gran parte de la militancia, la suya propia y la del resto de partidos de la coalición.
bloc (3.000 miembros)
El Bloc es lo más en Compromís el más grande en militancia; el que más pasado tiene y el que carga con la sensación de ser el que más tiene que perder; y el que más cede en sus premisas iniciales, aquellas que marcan sus bases, nacionalistas, desconfiadas respecto a Oltra y afianzadas en un centenar de ayuntamientos de la Comunitat. El Congreso de mayo puede poner fin al liderazgo de Enric Morera, defensor de ir hacia un partido único, aunque nunca se atreva a apostar decididamente por ello.
«Repensar Compromís» se ha convertido casi en un lema en el que todo el mundo está de acuerdo. Sin embargo, los dirigentes lo dejan siempre para otro momento, un futuro indeterminado y constantemente aplazado, pretextando las reiteradas citas electorales: europeas, autonómicas y nacionales. La posibilidad de que los comicios generales del 20-D se repitan a corto plazo es la excusa que las direcciones de los partidos coaligados, consultadas por este periódico, esgrimen para volver a retrasar ese recurrente «repensar». Al deseo de preservar el poder interno y al miedo a perder atractivo electoral por evidenciar discrepancias se suma un obstáculo capital para impulsar la idea de converger. «¿Un partido único? Pero si no hay uniformidad ideológica, si cada uno piensa una cosa. Sólo nos une el deseo de poder gestionar, mandar. La argamasa es el poder», admite un miembro de la Ejecutiva de Compromís.
Semanas antes de iniciarse la última campaña electoral se produjo el último motín a bordo. Diputados de Compromís como Ferri y Álvaro (Bloc), Nadal y Campello (GdC) o Navarro (Iniciativa) criticaron abiertamente la falta de democracia en el proceso vinculado con el acuerdo preelectoral con Podemos. Con el arranque del año, el eurodiputado de Compromís, Jordi Sebastià, volvió a la carga y reclamó, primero en el Bloc (su partido) que se escuche a la militancia crítica, y después en el seno de Compromís, que se tienda hacia una fórmula orgánica que supere la actual coalición de partidos para convertirse en un espacio político unificado para superar la política de cuotas que beneficia a Iniciativa. A esa reivindicación se ha sumado recientemente el conseller de Economía, Rafa Climent, también nacionalista.
gent de compromís (950 miembros)
La corriente se inició con los independientes, como Joan Ribó, que querían formar parte del proyecto sin integrarse en los partidos coaligados. En teoría, se trata del germen de un Compromís unido. Con el paso del tiempo, la corriente ha crecido hasta convertirse en la potencial segunda fuerza de la coalición, lo que supone una amenaza orgánica para Iniciativa. En GdC descansa gran parte de la cantera del proyecto, jóvenes nacionalistas de izquierda sin ataduras orgánicas.
El mensaje que clama por converger no cala en el entorno de los líderes. «Estamos bien así», señalan desde el entorno de Mónica Oltra, la vicepresidenta del Consell y líder de Iniciativa, cómoda en la actual situación, ya que a pesar de las tensiones vividas durante anteriores negociaciones, sus tesis se imponen. «Es cierto que el pacto con Podemos provocó críticas de falta de democracia interna, pero antes de las elecciones no era el momento de repensar Compromís, y aunque señalamos que sería ahora cuando deberíamos de abrir el debate, hay que ver cómo evolucionan las cosas. El Bloc aborda un Congreso que se celebrará en mayo. Hay que esperar y ver cómo se asientan las tierras», señalan fuentes de la dirección de Iniciativa.
En Els Verds, igualmente, no dicen ni pío. Con poco más de 300 militantes, la cuota ecologista de la coalición reza a Santa Rita por que las cosas se queden como están. La actual sobrerrepresentación de las minorías les dota de un poder de gestión en el Consell y de representación en Les Corts que no contemplaban ni en sus mejores sueños. Secundan a Oltra en todo y ejercen de pinza para frenar a los nacionalistas.
iniciativa del poble valencià (950 miembros)
Ni su líder, Mónica Oltra, ni el resto de dirigentes tienen ninguna gana de converger. Les va bien la actual fórmula. Tienen el cartel electoral ganador (Oltra), lo que les otorga el mayor poder en las negociaciones con el Bloc, a pesar de ser muchos menos y de que GdC crece a mayor ritmo que ellos. En su primera Mesa Nacional tras el 20-D, ni palabra de la estructura interna de Compromís, aunque reconocen la injusticia que sufre Gent. Proponen un seminario en abril para debatir estrategias políticas.
En el Bloc conviven casi tantas corrientes como militantes, más de 3.000. El partido cuantitativamente más poderoso de la coalición sufre tensiones internas brutales y, en algún caso, con tendencia autodestructiva. El problema para Enric Morera, secretario general del Bloc y presidente de Les Corts, es que se ha convertido en un máquina de sumar fuerzas opositoras a su liderazgo interno. Le critican los puristas veteranos (Sebastià, Climent, Pere Mayor o Quico Fernández, alcalde de Sagunto, entre otros) y sus pupilos (Jordi Juan, alcalde de Tavernes, por ejemplo), que se oponen a la hegemonía en Compromís del talante menos nacionalista de Oltra. Le cuestionan los jóvenes, alineados con la líder de Iniciativa por ellos ser más de izquierdas que sus predecesores del Bloc, pero sobre todo porque aspiran al relevo generacional en el seno de su partido. Morera cuenta con el apoyo de los posibilistas, es decir, aquellos que prefieren seguir como hasta ahora a la vista de unos resultados electorales que, tras el 20-D, les sitúa por delante del PSPV como referente de la izquierda en la Comunitat. «En el Bloc, la esencia ideológica es, paulatinamente, lo de menos, y en la coalición pasa lo mismo. El principal debate en el Consell Nacional fue sobre cómo votaríamos en el Congreso de mayo. Sin embargo, quién confeccionaría la ponencia política pasó desapercibida, cuando se trata de algo importante, porque sería un error virar hacia un nacionalismo independentista. En la Comunitat ese mensaje es rechazado. Volveríamos a la marginalidad. Enfrentarnos siempre con Oltra tampoco nos beneficia. Si no somos capaces de dar una imagen de cierta unidad, el juguete se rompe», señalan desde el entorno de Morera. Los 'fontaneros' de la coalición, tanto de Iniciativa como del Bloc, coinciden en que Compromís es «un artefacto político de lujo, pero no sabemos cómo cuajar una estructura de partido único coherente que esté a la altura de los resultados electorales. Si no hilamos fino se nos puede ir de las manos, porque el apoyo ciudadano es de mucha mayor envergadura que nuestra capacidad como organización política».
Llega un tercer actor
Esa dualidad (a veces, tándem) que representan Oltra y Morera, con sus respectivas formaciones detrás, comienza a ser amenazada por «un monstruo generado por todos», según define un dirigente de la coalición a la corriente GdC, integrada ya numéricamente por tantos miembros (o más) que Iniciativa. Su referente, el hombre de consenso hasta hace unos meses, era Joan Ribó, alcalde de Valencia, reticente a convertir la corriente en una entidad jurídica más. «Entramos en Gent como independientes para ser parte de Compromís, no para ser un partido dentro de la coalición», aclara desde un escaño de Les Corts un miembro de la corriente, que, no obstante, reconoce «que es injusto que tengamos menos derechos que los demás. Además, es más cómodo para Iniciativa y Bloc ser los únicos actores de la película. Negociar entre dos es más sencillo que darnos el papel que nos toca». En el pacto preelectoral con Podemos, GdC ni pinchó ni cortó. Ribó se ha ido alejando paulatinamente de las decisiones acordadas en las asambleas de GdC (los militantes votaron mayoritariamente no ir junto a Podemos a las pasadas elecciones).
els verds (350 miembros)
La cuota ecologista en Compromís está muy bien representada en los puestos políticos y de gestión obtenidos el pasado 24-M. Un secretario autonómico (Julià Álvaro, que sonó como conseller) y un diputado (Juan Ponce) para un partido que en solitario tendría imposible lograrlo. En la La Mesa de País de VerdsEquo se clonaron las conclusiones de la Mesa Nacional de Iniciativa. No es casualidad. Van de la mano, porque el criterio de reserva de cuotas que defiende el partido de Oltra les beneficia, y una fusión les perjudicaría.
«No estamos en contra de que Ribó y Esther Tarín continúen en la Ejecutiva de Compromís, pero por la cantidad de militantes que somos debemos contar con más representación, y para eso hemos elegido a Francesc Vila y Delia Amorós», explica Marian Campello, diputada autonómica y coordinadora general de GdC, para quien la situación «es grave, porque pagamos como el resto pero no se nos dan encaje».
Los miembros de GdC se sienten engañados, según uno de los miembros que integran en el grupo parlamentario de Compromís, «porque al llegar nos conformamos con ser una corriente, ya que la idea era ser todos lo mismo lo antes posible. Pasa el tiempo y no convergemos ni parece que lo vayamos a hacer. Es lógico es que si cada uno defiende seguir siendo dueño de su territorio nosotros no nos quedemos en tierra de nadie».
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