La aventura con Iglesias le sale cara a Mónica Oltra
La primera incursión en la política nacional ha acabado en ruptura con Podemos, sin grupo propio en el Congreso y con sensación de derrota
JUAN CARLOS FERRIOL
Martes, 26 de enero 2016, 20:33
Compromís-Podemos logró el pasado 20 de diciembre el voto de 671.071 valencianos. ¿Obtendría los mismos apoyos si se repitiesen hoy mismo las elecciones generales? Resulta imposible saberlo. Lo que sí parece evidente es que la digestión de ese resultado histórico obtenido por la coalición que lidera Mónica Oltra está resultando pesada. Tanto que, a lo largo de la última semana, la ruptura con sus socios de Podemos, el fracaso del grupo propio comprometido durante la campaña electoral, y las dudas respecto a qué hacer con los cuatro diputados de la coalición han enrarecido el ambiente de la formación valenciana hasta tal punto que el riesgo real de fractura se ha hecho más evidente que nunca. Y la imagen de Oltra ha quedado tocada.
Hace sólo un mes, Compromís sacaba pecho, y con motivo, tras convertirse en la principal formación de la izquierda política en la Comunitat. Treinta días después, la coalición no sólo ha vivido una de sus semanas más tensas. Oltra, su principal referente, se ha visto obligada a gestionar en primera persona un revés político de primera magnitud, toda vez que fue ella la que con mayor empeño defendió el acuerdo con Podemos desde el convencimiento de que sería esa fórmula la que haría posible ese anhelado grupo propio de Compromís en el Congreso.
Oltra, acostumbrada a imponer su criterio frente a sus socios del Bloc, incluso se ha visto obligada a desdecirse en un par de ocasiones, tras sendos arreones sobre cuál iba a ser la evolución de los acontecimientos y que, finalmente, no han encajado con la realidad. La primera incursión de la dirigente valenciana en la política nacional ha resultado fallida. Y la aventura política con Pablo Iglesias, salvo futura recuperación de la complicidad, no ha dado frutos reales.
Para Oltra, esa historia de desamor con Podemos no arranca del proceso de constitución de los grupos parlamentarios, sino antes. La primera fricción de las confluencias -Compromís, En Comú Podem y En Marea- con el partido de Pablo Iglesias nace de la negociación para pactar la Mesa del Congreso. Los aliados electorales de Podemos se ven apartados de una negociación que, con el tiempo, se ha demostrado clave a la hora de decidir cómo se conformaban los grupos parlamentarios. Y es el partido de Iglesias el que decide tomar el mando en solitario de esas conversaciones con el PSOE que, finalmente, no dan resultado.
Ese primer síntoma de desconfianza interno no contribuyó a facilitar el acuerdo en la reunión del lunes de la semana pasada. En una sala del grupo socialista del Congreso, pasadas las 20.00 horas, los representantes de la coalición -Pasqual Mollà y Emili Mira (Iniciativa), Joan Baldoví (Bloc) y Josep Ruíz (Els Verds)- junto a otro de En Comú Podem, pusieron sobre la mesa las dos alternativas que barajaban para formar grupo: la de la candidatura al completo de Compromís-Podemos o la de todas las confluencias del partido de Pablo Iglesias.
Sus interlocutores, Antonio Hernando y el valenciano José Luis Ábalos, advirtieron desde el primer momento de la negativa que la Mesa daría a una y otra opción. El 'famoso' artículo 23.2 del reglamento del Congreso: «Tampoco podrán formar Grupo Parlamentario separado los Diputados que, al tiempo de las elecciones, pertenecieran a formaciones políticas que no se hayan enfrentado ante el electorado».
¿La alternativa? Los socialistas ofrecían un acuerdo con IU, que a esas horas ya había formalizado su incorporación al grupo de ERC y Bildu -cometiendo además el error de bulto de reconocer que lo hacía con el único objetivo de tener acceso a los recursos financieros que la Cámara habilita para los gastos electorales-. Con todo, Alberto Garzón ya dejaba a esa hora la puerta abierta a descolgarse del grupo y llegar a un acuerdo con Compromís-Podemos, su preferido para formar grupo. Ciudadanos, se asegura, aceptaba la propuesta.
La fórmula habría sido idónea. Salvo porque Compromís la rechazó desde el principio. Al margen de las maniobras de Pablo Iglesias para cerrar esa puerta -reveladas por el propio Garzón-, los representantes de la coalición en aquella cita no ocultaron sus recelos por tener que pedir un favor a la coalición de la que algunos de ellos se habían apartado en su día. Un imposible que la propia Oltra y Gloria Marcos guardan en la memoria.
Los representantes de la coalición salían de aquella cita decididos a mantener la presión hasta el último minuto. El Bloc, consciente de ello, movía ficha y recordaba el contenido del protocolo del acuerdo suscrito con Podemos: si no había grupo propio, habría que acabar en el Mixto.
El plazo para presentar propuestas de grupo finalizaba a las 20.00 del martes. De esa hora es la imagen y las palabras de Baldoví y los otros tres diputados de Compromís, formalizando la fractura de la coalición con Podemos: «Sí, ya sabemos que no cumple los requisitos. Tú regístrala y ya mañana nos la tumbáis». Dieciséis palabras que resumen un jornada grotesca, en la que el partido de Oltra amagó con presentar la lista completa de los nueve diputados de la coalición -así lo publicó en twitter durante unos minutos la cuenta de la coalición- sólo unos instantes antes de presentarse en el registro con esos cuatro nombres.
Esa propuesta puso punto y final a un baile que había arrancado pronto ese día, a la hora en que los matinales de televisión entrevistan a los primeros protagonistas políticos. Oltra, en uno de ellos, sostenía en ese momento que la opción preferida en el caso de que el grupo propio no pudiera ver la luz sería el de un acuerdo de todas las confluencias. ¿Y en su defecto? La líder valenciana de la coalición señalaba explícitamente al grupo confederal de Podemos. Un aviso que iba justo en la dirección contraria a la que había marcado el Bloc unas horas antes. Hasta llegar al registro a las 20.00 horas, amenazas de división -«vosotros al Mixto y nosotros a Podemos»-, y avisos de las consecuencias que tendría la eventual ruptura.
Con una mayoría de PP y Ciudadanos en la Mesa, las opciones de que el grupo propio saliera adelante eran mínimas -así quedaría evidenciado después con el veto a la propuesta de ERC, IU y Bildu por razones mucho más discutibles-. Y Podemos tuvo que acabar reconociéndolo. Cuando Compromís trató de llevarse consigo a los diputados de Iglesias para presentarlos en su grupo, Íñigo Errejón se puso serio. Y hasta la independiente Rosana Pastor acabó del lado de Iglesias. Baldoví presentó la propuesta con cuatro diputados: un ejercicio de coherencia, sí. Pero también un absurdo condenado al fracaso.
A la Mesa del Congreso le llevó apenas unos minutos desestimar un día después la propuesta. Compromís había ganado tiempo, es verdad, pero se asomaba al precipicio de la división interna. La coalición tenía que elegir entre dos opciones malas -ir al Mixto o integrarse en el grupo de Podemos- y una peor: separarse y que los diputados de Oltra hicieran una cosa y los del Bloc, otra.
La líder de Iniciativa admitió este escenario posible, con unas declaraciones que dejaron con la boca abierta a más de uno. No tanto porque no fuera posible que se produjera ese hecho, tanto por lo llamativo que resultara que una de las partes implicadas fuera capaz de reconocerlo en público. Oltra pareció querer matizar esa declaración el jueves al subrayar que Compromís «no estaba en riesgo». Una forma como otra cualquier de admitir el exceso verbal de la víspera. Enric Morera, también el miércoles, apuntaba también la senda del grupo mixto. Y por increíble que resulte, es probable que la coalición no estuviera preparada para el portazo del Congreso al grupo propio. Quizá confió en exceso en la presión de Podemos sobre los socialistas, con la amenaza del voto en la investidura. Una maniobra que se torció desde el mismo día que los de Iglesias renunciaron al acuerdo de la Mesa. El intento de echarle la culpa a los socialistas es lo de menos. Lo que empezó como un proceso que debía abrir una ventana al valencianismo político en el Congreso acabó en pelea, la enésima, en el seno de la coalición. Y lo que es más grave, con el liderazgo de su principal emblema lastrado por primera vez.
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