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JUAN CARLOS FERRIOL
Martes, 8 de marzo 2016, 21:43
Mónica Oltra está ya «un poco harta» de Pedro Sánchez. La líder de Compromís lo dijo el viernes, sólo unas horas antes de que fracasara el segundo intento de investidura de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno. Oltra no obtuvo ninguna respuesta por parte del PSOE, ni mucho menos del PSPV. La vicepresidenta del Consell ocupa el número dos en el organigrama del Gobierno valenciano, pero en realidad es quien lidera la acción del Ejecutivo. Los cuatro diputados en el Congreso de Compromís votaron unas horas después en contra de la investidura del candidato socialista, tras una intervención, la de Joan Baldoví, que trató de explicar aquello de que, si va de la mano de Albert Rivera, Sánchez es malo. Y si va con Podemos, IU y Compromís, es bueno y puede presidir el Gobierno.
La actitud de la formación valenciana ante las dos intentonas de Sánchez de formar Ejecutivo ha permitido comprobar que la ruptura con Podemos tras no poder formar grupo propio en el Congreso de los Diputados no fue tal. Compromís ha ido de la mano de Podemos, se ha ofrecido a mediar entre los socialistas y el partido de Pablo Iglesias y ha llegado a dirigirse a estos últimos para pedirles que «rebajaran el tono» de cara a un eventual acuerdo futuro. Una posición a mitad de camino entre la del negociador y el socio útil (para Podemos), que ha permitido además que Iglesias hiciera del «Gobierno a la valenciana» una bandera que agitar ante Sánchez -con la paradoja de que en ese Ejecutivo Podemos brinda sólo apoyo parlamentario-.
El debate de investidura de Sánchez ha permitido a Compromís asumir el liderazgo en la defensa de la agenda valenciana. Con Puig como invitado en la primera jornada del debate en la tribuna del hemiciclo, pero con un significativo silencio en lo que a jugar algún papel político se refiere, la oferta del lunes del PSOE a Compromís para tratar de lograr sus votos -con compromisos en materia de déficit de financiación, corredor mediterráneo, túnel del parque central, segundo múltiplex, promoción lingüística...- situó a la formación nacionalista como único interlocutor con el, en ese momento, candidato a la presidencia del Gobierno. El partido de Oltra ejercía ya de interlocutor con Madrid a la hora de abordar algunas de las principales reivindicaciones históricas de la Comunitat Valenciana.
La actitud de Puig -más relacionada con su posición en el debate abierto en el seno del PSOE respecto al liderazgo de Sánchez que con su condición de presidente de la Generalitat- no fue aprovechada, paradójicamente, por Compromís. Los nacionalistas valencianos despacharon con desdén la oferta de Sánchez, a pesar de que, como el propio candidato socialista repasó en su réplica del miércoles a Baldoví, asumía el 80% de los compromisos adquiridos por PSPV, Compromís y Podemos en el Pacto del Botánico.
No a Sánchez
Pese a ello, la formación de Oltra dijo no, y optó por dar prioridad a esa posición en contra de Sánchez encabezada por Podemos. El candidato socialista había ofrecido algunas de las principales propuestas reclamadas tradicionalmente por Compromís, pero ni con esa oferta logró convencer a los nacionalistas para hacerles cambiar su voto.
Compromís prefirió no moverse de esa posición contraria a Sánchez. Junto a Podemos y al resto de formaciones políticas del arco parlamentario, empezando por el PP, sumó los 219 votos que tumbaron el acuerdo de Sánchez con Ciudadanos, respaldado por la diputada de Coalición Canaria Ana Oramas.
La posición de Compromís ha revelado el empeño de Oltra por no romper con Podemos, incluso a pesar de la oferta de Sánchez. La vicepresidenta del Consell ya ha admitido públicamente que le gustaría reeditar en las autonómicas de 2019 el acuerdo con Podemos de las generales del pasado 20 de diciembre. Es verdad que los resultados no fueron tan llamativos como los de las autonómicas de unos meses antes -no se logró una suma exacta de votos-, pero no lo es menos que esa coalición garantiza (a día de hoy) el sorpasso sobre los socialistas e incluso podría tener opciones de convertirse en la fuerza política más votada. Dependerá del momento político -quedan tres años por delante- pero la conclusión que se extrae del debate de investidura es que la hoja de ruta se mantiene, y el acuerdo de Oltra con Podemos no se ha visto alterado ni por ese fallido grupo parlamentario propio ni por la oferta de los socialistas a Compromís, despedida a brochazos por Baldoví en la tribuna del Congreso.
Con Podemos
¿Y ahora qué? Para esa hoja de ruta de Oltra, la posición a mantener por Compromís debe ser siempre la de ubicarse políticamente en el mismo espacio que juegue Podemos. Si los de Pablo Iglesias entran en el Gobierno, Compromís saludará esa posición. Si Podemos se queda en la oposición, los nacionalistas valencianos harán lo propio. Y si se repiten las elecciones generales, lo más probable es que se reedite la coalición del 20 de diciembre.
La posición de Oltra se ve favorecida por la desaparición política del PSPV. El partido que lidera Ximo Puig mantiene una invisibilidad que permite a Compromís asumir todo el protagonismo, además de rentabilizar la acción del Consell. Los socialistas parecen tener suficiente con lo que supone disponer de la presidencia de la Generalitat y de parte de las consellerias. Una posición idónea para evitar conflictos que podrían poner en riesgo el apoyo parlamentario del que dispone Puig. Pero que a corto y medio plazo sitúa al PSPV en una situación cada vez más débil, toda vez que la acción de Gobierno la rentabiliza Oltra, el interlocutor con Madrid es Compromís y el partido en la Comunitat carece de pulso. Resulta llamativo, con todo, que ese acuerdo con Podemos obligue en la práctica a Compromís a algunas renuncias -quizá estratégicas- del que ha sido tradicionalmente su discurso. La formación nacionalista corre el riesgo de perder perfil propio, y de que la interlocución sobre la agenda valenciana termine también en manos de Podemos. La estrategia de Oltra para que no se rompa su plataforma con Iglesias le beneficia a ella y a sus intereses de cara a 2019, pero amenaza con difuminar el perfil político propio de Compromís.
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