IRMA CUESTA
Miércoles, 27 de abril 2016, 21:28
Cuando acabe todo esto -si es que acaba algún día-, a Antonio Hernando (Madrid, 1967) van a tener que darle unas vacaciones. Desde las últimas elecciones generales han pasado cuatro meses en los que el portavoz de los socialistas en el Congreso ha echado el resto tratando de sumar votos con los que aupar a Pedro Sánchez a la presidencia; ciento veinte días en los que no ha tenido tiempo ni de echar una carrera.
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Antes de que su jefe le dejara al frente del equipo encargado de intentar tejer una mayoría parlamentaria, Hernando se levantaba a las seis de la mañana, se calzaba las zapatillas y pasaba cerca de dos horas trotando por El Retiro. Correr ha sido hasta ahora la principal válvula de escape del hombre trabajador, concienzudo y equilibrado del que hablan sus amigos y compañeros de partido.
Quienes lo conocen describen a una persona currante, capaz de dejarse la piel en lo que hace, pero también corajuda y obstinada cuando cree tener razón. Es posible que ese sea uno de sus puntos flacos. Dicen que cuando se enfada se deja llevar por la rabia y el enfado y, en opinión de algunos compañeros, «se le nota demasiado».
En cualquier caso, el suyo parece el perfil perfecto para lidiar con un encargo de la envergadura del que estas semanas ha tenido entre manos. Pero es que, al chaval de Chamberí que estudió en los Maristas, se licenció en Derecho en la Complutense y apuntaló su formación con un máster en Comercio Internacional en la escuela de negocios CESMA, siempre le han gustado los retos. Hernando dedicó sus primeros años de vida laboral a la UGT hasta que el destino lo puso al frente de la Comisión de Ayuda al Refugiado y más tarde le hizo subdirector de la Comisión Católica Española de Migración.
Su trabajo allí le permitió conocer a Julia Fernández, la mujer que todavía hoy está al frente de la organización y que recuerda a quien fue su compañero de fatigas durante cuatro años con admiración. «En ese tiempo vivimos algunos hitos importantes como la crisis de los gitanos rumanos del Este de Madrid. Antonio estuvo implicado al máximo. Incluso se compró un 'cuatro latas' para poder moverse por la zona sin problemas».
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de cerca
Hijo de un empresario, creció en el barrio madrileño de Chamberí. Tiene una hermana, Montse, dos años menor que él, y una hija de siete que se llama Naya.
Le gusta perderse en la biblioteca del Congreso; un lugar poco frecuentado por sus señorías en donde duermen 200.000 tratados, leyes y transcripciones literales de todas las reuniones parlamentarias desde las Cortes de Cádiz.
Disfruta con las historias escritas por Bolaño, Bryce Echenique o Philip Roth. También con la música de Eva Cassidy, Melua, Los Secretos y Julieta Venegas.
De esos años bregándose en la calle, en los que los problemas tenían nombres y apellidos, ambos guardan grandes recuerdos, entre ellos el de la acogida de los 102 albano-kosovares que llegaron a España en abril de 1999. «En esas semanas no paró. Siempre ha tenido un carácter muy proactivo».
De entonces queda también una enorme colección de anécdotas y el bagaje suficiente como para que Ferraz se fijará en él y le fichara como asesor de la Secretaría de Políticas Sociales y Migratorias. A esa primera etapa en el PSOE se remonta su amistad con Óscar López, otro de los hombres en los que estos días se apoya Pedro Sánchez. El portavoz de los socialistas en el Senado dice que nada más conocerlo descubrió en él a un currante nato, muy serio en el trabajo y con carácter. «Se exige y exige», dice López.
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Si hay alguien que puede hablar de él con conocimiento de causa es Alfredo Pérez Rubalcaba. Hernando y quien fue secretario general del PSOE, ministro de Educación, Presidencia e Interior, y vicepresidente primero, estrecharon lazos durante la comisión del 11-M, aquella que creó el Parlamento para esclarecer las circunstancias en las que se produjeron los atentados de Madrid. A esa época de trabajo duro le seguirían los años en los que él estuvo al frente de Interior y Hernando era portavoz de la comisión parlamentaria. «Fueron tiempos convulsos, de una intensidad enorme, en los que tuvimos de todo: incendios, huelgas, la crisis de los cayucos, ETA... Y todo lo llevamos de la mano. Por eso puedo decir que es un trabajador concienzudo, un hombre equilibrado y valiente, sin problemas para abordar temas complicados. Sin duda, Antonio es un diputado solvente».
Veraneos en Isla
Rubalcaba recuerda jornadas de trabajo interminables, meses en los que la vida se reducía a la política en los que solo se veía a Hernando «tocado» cuando colgaba el teléfono después de hablar con su hija. El portavoz socialista tiene una niña de siete años, Naia, el centro de su vida. Fruto de una relación que ya ha terminado, la pequeña lleva tiempo viviendo con su madre, funcionaria de Naciones Unidas, en Panamá. Tenerla tan lejos trae de cabeza al diputado que lo último que hace antes de acostarse es conectarse a Skype para charlar un rato con ella.
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De cuando la relación con la madre de su hija iba bien, le queda el gusto por Isla, un pueblo de la costa cántabra en donde la familia de su expareja tiene una casa en la que pasa los veranos. José Guerrero, secretario de Programas del Partido Socialista de Cantabria, tejió durante aquel tiempo una buena amistad que ahora riega de orgullo. «Cuando lo conocí era un joven con talento, muy formado y con ganas de crecer y de participar en política... y sigue siéndolo».
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