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ARTURO CERVELLERA
Domingo, 8 de enero 2017, 23:06
Cambios, alteraciones, sustituciones, ceses, renovaciones. El desgaste del Consell del Botánico se ha notado en la cúpula de la Generalitat. El segundo escalón del Ejecutivo dirigido por PSPV y Compromís sufre las consecuencias de gobernar. La mitad de las secretarías autonómicas, concretamente ocho de dieciséis, han sido renovadas en sólo año y medio. El organigrama con el que arrancó el presidente Ximo Puig la legislatura contemplaba trece cargos en el segundo escalón. De estos trece, cinco han caído, un 40% del total. Además, en las diferentes reestructuraciones se ha creado una nueva secretaría autonómica, la de Ocupación, y dos delegaciones con el mismo rango, una para mejorar las relaciones e inversiones procedentes de la Unión Europea y otra para el modelo social valenciano. En una radiografía global del Consell los cambios han afectado a un 20% de los cargos. A las ocho alteraciones de las secretarías autonómicas se suman las doce direcciones generales que también han experimentado variaciones. En total han sido veinte los puestos modificados, de alrededor de una centena de los que forman la Generalitat. Un ajuste permanente que se ha vivido en este año y medio de legislatura.
Los cambios se han debido a todo tipo de motivos. Han habido desde ceses por malas prácticas, hasta dimisiones por motivos personales. Pasando también por cambios de conselleria por discrepancias con los superiores. La realidad es que estas renovaciones pueden suponer a la larga un avance en la gestión, y así es como se suele vender. Pero, tal y como manifestó la Asociación Empresarial de Residencias y Servicios a Personas Dependientes de la Comunidad Valenciana (AERTE) tras la dimisión de Sandra Casas en la conselleria de Igualdad, «la realidad es que cualquier inicio supone una paralización, y lamentablemente va a ocurrir esto con esta situación».
De estos ocho cambios los más sonados han sido los que han venido acompañados de polémica. En los últimos compases de 2016 se dio el de Sandra Casas, número dos de Mónica Oltra, que dimitió hace poco más de una semana. Casas abandonó la secretaría autonómica de Servicios Sociales y Autonomía Personal alegando que se había «cumplido un ciclo» y que la misión que asumió hace año y medio estaba cumplida. Pero su salida estuvo acompañada de rumores por su teórica mala relación con la vicepresidenta y las acusaciones del PP de haber cometido incompatibilidades. Otro episodio del segundo escalón del Consell, y posiblemente el más sonado, es el de Dolores Salas, ex secretaria autonómica de Salud Pública. Como adelantó LAS PROVINCIAS, la hija de Salas logró un puesto en la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio) gracias a que los requisitos de la convocatoria se ajustaban de manera idónea a su perfil. Esto le llevó a lograr la plaza sanitaria, aunque su formación se basaba en la sociología, licenciatura que nunca llegó a terminar. Acusada de enchufar a su hija, Salas tuvo que abandonar su puesto en julio de 2016. Ahora es Narcís Vázquez el secretario autonómico que ocupa el puesto de número dos de la consellera Carmen Montón.
Pero dentro de la lista de reestructuraciones también se han vivido cambios de una conselleria a otra, que entre otras cosas han demostrado que el mestizaje del Consell (la práctica de intercalar cargos de los dos partidos en las diferentes consellerias) ha tenido sus más y sus menos. La socialista María José Mira pasó de ser la número dos de Economía a secretaria autonómica en la conselleria de Hacienda. La relación de Mira con Rafael Climent, conseller de Economía y figura destacada dentro de Compromís, nunca llegó a ser más que cordial. Los dos trabajaban de forma independiente y tuvieron grandes discrepancias en temas tan importantes como el de los horarios comerciales. Esto provocó la salida de Mira, que finalmente terminó recolocada en el departamento dirigido por Vicent Soler, otra vez de secretaria autonómica. Otras alteraciones en este segundo escalón de la Generalitat se han dado para asumir otros puestos. Este es el caso de Julián López Milla, que dejó la secretaría autonómica de Economía Sostenible para ser candidato del PSPV al Congreso de los diputados. Lydia del Canto, ex secretaria autonómica de Comunicación también dejó el Consell, pero en este caso para volver a su labor de periodista.
Los rediseños de la estructura interna del Consell incorporaron tres nuevas secretarías autonómicas en agosto de 2016. En Presidencia se creó una delegación del Consell para la Unión Europea, un puesto con rango de secretaría autonómica que ocupa desde entonces Joan Calabuig. En la conselleria de Igualdad de Oltra también se apostó por una nueva delegación. En este caso para el modelo social valenciano, dirigida por Xavier Uceda. Y en Economía se instauró una secretaría autonómica de empleo, con Enric Nomdedéu a la cabeza.
El tercer escalón
En las direcciones generales de la Generalitat, lo que podría considerarse el tercer escalón del Consell, también han habido todo tipo de reestructuraciones. Doce de los sesenta directores han sido renovados. En donde más cambios ha habido es en la conselleria de Economía. Cuatro de los siete puestos han tenido alteraciones. El principal fue el de Mónica Cucarella, exdirectora general de internacionalización, que tuvo que dejar el cargo el pasado julio después de que presentase una declaración de bienes en la que no figuraba su condición de apoderada de una empresa familiar. Una gasolinera denunciada en un juzgado de Alzira por no haber descontaminado sus instalaciones.
Presidencia y Vicepresidencia renovaron tres de estas direcciones. En el área del Presidente Ximo Puig se han sustituido los cargos de director general de Análisis y Políticas Públicas, de Relaciones Informativas y de Promoción Institucional y de Relaciones con la Unión Europea y el Estado, mientras que en la conselleria de Oltra se creó la dirección general de la infancia y la adolescencia, se renovó la de la Agencia Valenciana de Igualdad y desapareció la de Planificación, Ordenación y Calidad.
En las áreas de Hacienda, Sanidad y Vivienda se han vivido reestructuraciones en sólo una ocasión. Igual que en Agricultura, dónde también ha habido un sólo cambio en todo el mandato, pero este ha sido muy particular. María Diago Giraldos fue hasta principios de 2016 la directora general de Cambio Climático y Calidad Ambiental. Un cargo que ejemplificó el mestizaje a la perfección, pero de una manera a la que no está muy acostumbrado el Consell. La exdirectora pertenecía al consejo ciudadano de Podemos, el mayor órgano de dirección del partido morado en la Comunitat. Finalmente fue reemplazada Joan Piquer para «reforzar y dar un nuevo impulso a las políticas del área, sobre todo la gestión de los residuos» según defendió la vicepresidenta Oltra. Las consellerias de Justicia, Educación y Transparencia son las únicas que, por el momento, han resistido sin alteraciones desde que se hizo el nuevo organigrama de la Generalitat. Llama especialmente la atención el caso de Educación ya que, a diferencia de Justicia y Transparencia, es un área con un gran equipo y presupuesto en donde parece que sí que ha funcionado mejor el Mestizaje.
¿Y en el primer escalón del Consell? Por el momento el presidente Ximo Puig ha logrado mantener el equipo con el que empezó la legislatura. Aunque algunos podrían estar en la cuerda floja. En especial la consellera de Sanidad Carmen Montón y el conseller de Economía Rafael Climent. Montón ha tenido problemas tanto dentro del partido como en el Ejecutivo Valenciano. La consellera de Sanidad se posicionó del lado de Pedro Sánchez cuando el presidente Puig forzó su dimisión al dejar la dirección del PSOE. Además, Montón también intentó colocar a su marido en una empresa de la Diputación de Valencia, un episodio que abrió fracturas dentro del Ejecutivo valenciano.
Por su parte, la labor de Climent ha sido puesta en entredicho. En especial por su gestión en el conflicto de los horarios comerciales, ya que la Abogacía de la Generalitat y el Consell Jurídic Cosultiu llegaron a tumbar hasta en dos ocasiones sus propuestas.
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