Ángel Luna: «Se ha abierto la puerta para desalojar gobiernos de cualquier manera»
tendemos puentes: COMPROMISO PARA ATENDER AL CIUDADANO ·
El síndic de Greuges cree que los ciudadanos deberían de informarse de los programas electorales, «igual que se informa cuando compran una lavadora»Ángel Luna Ortiz (Madrid, 13 de abril de 1952) nos deja pasar al otro lado de la doble pantalla de su mesa de trabajo para ... mostrar cómo trabaja el defensor del pueblo valenciano, un cargo que ostentará hasta 2026 –puede seguir en funciones si no hay acuerdo parlamentario–. La última vez que este periódico pisó su despacho en la calle Pascual Blasco de Alicante, Luna llevaba una mascarilla FFP2. No ha pasado el coronavirus –al menos que él sepa–, ya no lleva el tapabocas y mantiene la calefacción a un máximo de 19 grados. Es época de cuellos altos en la sede de la Sindicatura de Greuges. Luna es combativo como defensor de los valencianos, quizá el más contundente de todos los que han pasado por allí, igual que lo fue en la tribuna de Les Corts. El Síndic es el puente entre el ciudadano y las instituciones en una época donde la crispación política condiciona el interés general.
–La última vez que pisé este despacho, en diciembre de 2020, usted llevaba una mascarilla que no se quitó durante toda la entrevista. Una vez asimilada la pandemia, ¿hemos salido mejores del Covid?
–Es obvio que no. El Covid nos ha dejado un montón de secuelas. Desde las físicas a las sociales, de carácter relacional entre las personas. Ha sido un golpe muy duro para la sociedad, más duro de lo que en principio pudiera parecer. No hemos tenido más quejas en esta materia, pero por lo que hemos sabido también se han disparado los problemas de salud mental, por lo que habrá que ver cómo influye en el futuro.
–¿El coronavirus ha roto las costuras de la administración valenciana?
–Es obvio que así ha sido. Ha puesto a prueba una administración que tenía una serie de hábitos y que ha tenido que cambiarlos de forma profunda. Desde la atención presencial a la forma que había que organizar el sistema de citas previas o funcionar con documentos electrónicos para tener que trabajar desde casa.
–El último informe que presentó en Les Corts se cerró con una conclusión demoledora: «Hay una incapacidad de las administraciones para satisfacer en un plazo razonable de tiempo derechos vitales de la ciudadanía debido a la falta de medios y a la ineficaz gestión de los recursos». La reflexión es dura.
–Sí, es muy dura.
–Es vestir de manera educada una bofetada a mano abierta a la administración y a los políticos que la gestionan.
–Sí, pero realmente esa es la conclusión de lo que nos enseñan las quejas que llegan aquí. Es evidente que muchas veces el reconocimiento de los derechos va por delante de la capacidad de la administración, pero el reconocimiento de los derechos debería llevar aparejado un serio esfuerzo de racionalización de la administración, de reajuste si es necesario para mover cosas y de procedimientos más simples. Mantenemos una inercia de procesos complejos en una administración bastante esclerotizada y cada vez que surge algo nuevo, no se ve ajustada.
–Quizá el problema sea que muchas veces el reconocimiento de los derechos no es más que una parte de un programa electoral.
–Una cosa es el programa electoral, y ahí el ciudadanos debería de hacer el esfuerzo de informarse sobre las propuestas igual que se informa de las marcas de lavadoras cuando va a comprar una, porque es más importante saber qué tipo de gobierno puede haber a qué lavadora uno se va a comprar. Una cosa es el programa y otro el derecho que reconocen las leyes. Los programas llevan muchas promesas de derechos. Los que existen están negro sobre blanco y publicados en el boletín oficial, y a partir de ahí es cuando existe la obligación para la administración.
–Un caso concreto: el Ayuntamiento de Valencia promete unas ayudas al alquiler social, dota un presupuesto y medio millar de familias, que cumplen los requisitos, se quedan fuera de la ayuda. Aquí algo falla.
–(Piensa) Tú puedes diseñar las políticas en función de las necesidades de la calle si las conoces y del presupuesto que tienes, con esos parámetros tienes que jugar. Que uno sea anterior al otro en muchas ocasiones depende de que es más fácil en muchas ocasiones hacer un presupuesto que conocer las necesidades de la calle. No sé si la administración, en este caso el Ayuntamiento de Valencia, tiene un conocimiento suficiente de lo que pasa en la calle en un momento concreto.
–En función de las quejas que le llegan, ¿le da la sensación de que vivimos en un momento en el que los políticos son incapaces de tomar el pulso a la sociedad valenciana?
–Los políticos en muchos casos, no quiero generalizar, pero sí en mucho casos, deberían esforzarse en conocer, en tener una relación fluida con su propio equipo administrativo porque seguro que tiene más capacidad de conocer los problemas que hay en la calle que el propio político. Son los que realmente están a pie de ventanilla y reciben las quejas. Hay una falta de conexión entre las propuestas políticas y los informes que te hace el funcionario concreto. Es necesario tener ojos y manos en la calle, y ojos en su departamento para que los funcionarios le cuenten lo que hay.
–La dependencia y la renta valenciana de inclusión son dos asuntos recurrentes en las quejas que recibe la Sindicatura. Gente que no cobra, otros lo hacen tarde y mal, prestaciones reconocidas que no se abonan en vida... Esos departamentos, fundamentales, siempre están sujetos a un nombramiento político según quien gobierne. ¿No sería más efectivo que esa responsabilidad cayera en manos de profesionales con continuidad alejados de las siglas?
–Este es una viejo problema de la administración española. Se ha hablado de la conveniencia de profesionalizar hasta un determinado nivel. Recuerdo aquella serie de 'Sí, ministro' sobre la administración inglesa. Estaba el subsecretario del Ministerio y el subsecretario permanente, que hacía todo tipo de faenas al ministro del ramo. Esto depende de una voluntad política y un consenso para profesionalizar al máximo la administración pública. Personalmente soy partidario.
–Pero nadie abre el melón porque hay que repartir cargos y sueldos públicos entre la gente del partido. A veces se pone al frente de un departamento a personas que no tienen ni idea del tema y son áreas relevantes. Y pesa más ser un sueldo agradecido que la efectividad a la hora de desempeñar el cargo.
–El melón no sé si es de Villaconejos pero es cierto que el melón de la administración pública española es considerable. Sería conveniente, en mi opinión, que al frente de un tipo de áreas, por lo menos hasta un determinado nivel, hubiera profesionales que conozcan a fondo la materia. Luego el criterio político es otra cosa, pero en la gestión, hasta el nivel más alto posible, debe estar en manos de profesionales.
–A la hora de recabar la información, dónde hay más trabas, en el funcionario o en los políticos.
–Nosotros nos dirigimos a los políticos, alcalde, conseller, presidente de la Diputación... luego nos contesta quién nos contesta.
–Y ese «nos contesta quien nos contesta» implica una dejación por parte de la administración.
–Hay ayuntamientos a los que hemos tenido que reprender, porque preguntamos al alcalde y nos contesta otro departamento.
–Hay un exceso de burocracia que genera hastío en el ciudadano. En la época de la digitalización parece que todo sea más difícil.
–Hay una inercia por parte de la administración de trabajar de la misma manera que se hacía hasta ahora, y cambiar esas costumbres en un transatlántico así cuesta. Para eso hay que tener mucha voluntad política porque te vas a enfrentar a resistencias de gente que piensa que el que manda lo hace de manera eventual. La reforma de la administración en este país sólo se puede hacer con un gran acuerdo político.
–¿Los debates importantes son los de la jornada laboral de cuatro días en la función pública?
–Desde el punto de vista de la persona de la calle no creo que sea el más importante. Lo será para los sindicatos pero no para el ciudadano, que lo que quiere es que le resuelvan el problema.
–Los médicos a la huelga, urgencias colapsadas... ¿Cómo se ha llegado a este punto?
–Es un síntoma del hastío de los profesionales. Esta es una de las secuelas del Covid pero viene de antes. Aquí ha habido un abandono de la salud pública, como prevención, y de la atención primaria en favor de una atención hospitalaria. Con ese fondo llega el Covid y lo pone todo patas arriba. A mi me hicieron un TAC el jueves pasado que estaba pedido en octubre de un problema que me apareció en febrero. Y estoy pendiente de otra prueba que hacen en el centro de salud. Los trabajadores fueron la estrella durante el Covid y ahora se encuentran con problemas agravados y tienen que soportar los ajustes. Y eso que se está invirtiendo mucho en Sanidad pero esto no se va arreglar ni en un año ni en dos ni en tres.
–¿Cómo es posible que al Consell se le olvide pagar el bono térmico en 2020?
–Lo grave es que en 2019 se había pagado. La resolución fue contundente por el descontrol.
–¿Y por qué no pasa nada?
–Hice una resolución dura.
–Digo a nivel político.
–No voy a decir lo que debe hacer un político.
–¿La conselleria de Igualdad y Políticas Sociales es la peor del Consell?
–Es de las que más quejas recibimos.
–Ha firmado una resolución sobre los centros de menores que es durísima.
–Es que es verdad, si viene una asociación y se reúne con nosotros y nos dicen que les deben 22 millones de euros –ahora son 11 millones–. La situación es grave y se trabaja con procedimientos de enriquecimiento injusto porque no se redactan los nuevos contratos a tiempo. Además, el pago, al no haber un nuevo contrato, es al precio de hace cuatro años cuando han subido los gastos. Todo esto hace pensar que está en riesgo la atención a los menores.
–¿Qué le parece el ambiente de crispación política que se vive?
–Me preocupa mucho la polarización política y me preocupa el uso que se hace del lenguaje para impulsar esa polarización. Cuando se niega legitimidad al adversario para ejercer el gobierno, se está abriendo la puerta a utilizar cualquier medio para desalojarle de él. Eso termina en la utilización de procedimientos antidemocráticos para impedir ganar al otro y eso es grave. No me siento reconocido en este tipo de actitudes, que se producen, lamentablemente, de forma cotidiana.
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