Un hombre se enfrentaba a una pena de nueve años de prisión por abusos sexuales a una joven que empezaron cuando ella tenía 14 años de edad. Esa era la petición de la Fiscalía. La acusación particular, en cambio, reclamaba un año más. Pero todo se ha cerrado finalmente esta semana con un acuerdo muy satisfactorio para el acusado: dos años de prisión y la inmediata suspensión de la pena. No entrará, por tanto, en prisión.
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Además, el acusado, representado por el letrado Emilio Pérez, deberá pagar una indemnización de 12.000 euros y cumplir con una orden de alejamiento de la víctima durante los próximos cuatro años.
Este asunto tenía una serie de particularidades. Por ejemplo, que la denuncia por abusos sexuales se interpuso casi ocho años después de que se produjera el primer contacto. Y lo hizo tras asistir a una terapia con una psicóloga quien le aconsejó denunciar. El informe de Instituto de Medicina Legal, por otra parte, restaba credibilidad a la joven. El forense consideraba que tras ese relato acusatorio había, en realidad, un intento de la víctima por justificar los problemas que había sufrido en la vida y las malas relaciones con su familia.
El ahora acusado era amigo de la hermana de la víctima. Contactó con ella a través de diferentes redes sociales y paulatinamente fue «ganándose su confianza, deslumbrándola y embelesándola», según el relato acusatorio del fiscal. El hombre, de 30 años de edad en el momento de los hechos, disfrutaba de un alto tren de vida y hacía ostentación de su posición económica. Estas circunstancias, sumadas a la diferencia de formación y, por tanto, a la inexperiencia de la víctima, le sirvieron para lograr citas de carácter íntimo con la entonces adolescente. Esto siempre según la Fiscalía.
En el momento de los hechos, 2012, no era delito mantener una relación sexual con una persona de más de 13 años siempre que no existiera una relación de superioridad entre ambos participantes. Esto era lo que, en realidad, estaba en cuestión en este juicio.
La mujer reconoció, por ejemplo, que tras asistir a terapia «tomó conciencia» de que lo que para ella había sido una relación con un chico. Nunca antes había pensado que su compañero se estuviera aprovechando de ella. Incluso sentía cierta admiración hacia él por el «interesante» nivel de vida que llevaba. Tampoco nunca opuso resistencia a los contactos porque le gustaba «sentirse deseada». Durante aquella etapa mantuvo «numerosas relaciones sexuales» con otros hombres; todos con una diferencia de edad considerable. El forense aprecia que tras este relato incriminatorio existe un intento de «expiar la culpa» de cara a su familia de todo lo que le ha sucedido posteriormente en la vida.
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