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burguera
Miércoles, 6 de mayo 2020, 15:39
El conseller de Educación, Vicent Marzà, había logrado transitar inmaculado durante la pandemia. En la última Diputación Permanente de Les Corts hasta recibió elogios porque sus decretos no eran sectarios, y porque mantenía una actitud dialogante. La derecha lo ponía de ejemplo frente al talante de Mónica Oltra, también de Compromís como él, y hasta Vox votaba a favor de las medidas de un conseller de un color político antagónico al del partido de Santiago Abascal. Incluso los asesores de Marzà destacaban en las redes sociales que Isabel Bonig, la síndica del PP, le aplaudía en su intervención. Lo nunca visto. Casi se podían oír los violines. El idilio ha sido fugaz, como esos amores de verano a los que Bonig ha hecho referencia alguna vez en la propia Cámara. Una semana ha durado. Durante la mañana, la derecha ha pasado al ataque respecto a Marzà y su gestión. Le han agradecido el talante dialogante, de nuevo, sí, pero han acusado al conseller de vivir de la propaganda respecto a medidas que el propio nacionalista ha tildado de insuficientes, de no evitar el adoctrinamiento ideológico en las aulas, mantener subvenciones a entidades catalanistas y de no frenar el creciente sentimiento de incertidumbre e inseguridad de las familias y los alumnos por no aportar detalles respecto a cómo finalizará este curso ni cómo empezará el próximo a causa del coronavirus.
Marzà repasó en el parlamento valenciano varias de las medidas tomadas por su conselleria durante estos últimos dos meses. Recordó que se reforzará el programa educativo el próximo curso y que tiene pensado destinar nueve millones para que los ayuntamientos organicen extraescolares desde el verano y también a partir de septiembre. El conseller, no obstante, evitó pronunciarse respecto a cómo acabará el curso actual, y también ha eludido comentar nada sobre la idea de la ministra Celáa de que el nuevo curso se combine la educación presencial y online, medida muy complicada de gestionar.
Marzà no ha querido entrar en ese terreno aludiendo a que aún no es algo oficial. El dirigente nacionalista ha evitado pronunciarse si la Comunitat puede asumir ese modelo propuesto por el Gobierno central, y esa actitud, políticamente hábil, ha recibido duras críticas de la oposición.
«Nadie sabe lo que va a pasar y usted es el conseller de Educación, pero tiene a todo el mundo sumido en la incertidumbre y en la inseguridad jurídica. Ejerza de conseller, no sea el correveidile del PSOE de Sánchez«, le ha espetado Beatriz Gascó, la diputada del PP, que ha lamentado que Marzà «haya cambiado el tono y con vulgar propaganda haya convertido parches en soluciones, y presuma de pagos cuando no se pagan ni las subvenciones ni las obras que se encargan».
El conseller, sin embargo, también lamentó lo del tono, pero el de sus rivales, no el suyo. Marzà consideró que mantenía el talante dialogante pero que la oposición estaba protagonizando un debate «más punzante, al estilo anterior». Así que el titular de Educación sacó a pasear su capacidad de réplica y comparó los datos valencianos con los de otras comunidades como Madrid respecto al cheque comedor o al reparto de tablets. Marzà ha creado una «sección de bulos» para desmentir que se vayan a eliminar los centros de educación especial y para asegurar que, si tuviera que aprobar un recorte de las plantillas docentes, «antes cogería la mochila y me iría a mi casa».
Desde Ciudadanos se le recordó que la plataforma digital a través de la cual los alumnos han intentado mantener la actividad se ha colapsado de manera reiterada. La oposición ha reconocido las medidas tomadas por la Generalitat pero ha recordado que son insuficientes, y tanto Cs, como PP y Vox han lamentado que se den «casos de adoctrinamiento, que se siguen dando, como el de Burriana, y que usted sigue sin hacer nada», en referencia a las preguntas de un test 'online' en un instituto donde se recordaba a los alumnos los recortes del PP y se vinculaban al modo en que eso ha afectado a la lucha contra el Covid-19.
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