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Toni Gaspar dijo el martes «ya basta» a la historia de caos y corrupción en Divalterra, la empresa de la Diputación de Valencia. El máximo responsable de la corporación provincial anunció el cierre de la mercantil que, con ese nombre o con el de su antecesora, Imelsa, ha dado más titulares de prensa vinculados a comportamientos delictivos
–Había quien decía que no se iba a atrever.
–Estoy acostumbrado a oír esas cosas. Pero yo estoy aquí por la gestión. A veces hay que atreverse.
–¿Por qué ha costado tanto?
–Porque esto no era traspasar un edificio, sino personas. Y era necesaria una unanimidad jurídica, que no se logró hasta el lunes pasado. Divalterra se creó hace 30 años (Imelsa) para simplificar. Pero ya hace tiempo que la empresa estaba tocada, porque no servía a los intereses para los que se creó, sino como foco de corrupción y de escándalos.
–Le he oído decir que fue un error darle a esta empresa formato de mercantil. ¿Porque impedía controlarla lo suficiente?
-Cada vez estoy más convencido de que es un error hacer mercantiles. Hay pocas buenas experiencias de mercantiles porque se escapan de los controles, como en Taula y en Alquería. Hemos llegado a tener discusiones de si se tenía que aplicar el derecho administrativo o el privado en una mercantil. Y la ley es clara con que es el primero, porque es 100% pública. En su momento lo harían con la mejor intención del mundo, pero la evolución de la legislación de cuando se creó en los años 80 al 2021 no tiene nada que ver. Los controles hacen que las cosas públicas han de estar controladas por lo público. La tutela de servicios ha de ser de la administración.
–¿Cuál fue su planteamiento con Divalterra al llegar a la presidencia de la Diputación?
–Lo primero fue quitar a los políticos del consejo de administración, poner a los trabajadores y perder la mayoría. Y aún así han mantenido la cantinela de que quería controlar la empresa. Lo habría podido hacer en el último cambio, y no lo hice porque creo que la primera decisión era la correcta.
–¿Y no se ha demostrado un error?
–No. Cuando las cosas no salen bien a veces es porque necesitan más tiempo para acoplarse y que la gente se lo crea.
–Pero esa apuesta suya de dejar la empresa en manos de los técnicos, y que no ha salido bien, ¿demuestra que Taula o Alquería no fue responsabilidad exclusiva de los políticos?
–Evidentemente, en lo que tiene que ver con las instituciones y la política están los políticos, que cambian cada 4 años, y los técnicos, que no cambian nunca. Presuponer la inoperancia de unos o la divinidad de los otros es un error.
–¿Desde cuando era partidario del cierre de Divalterra?
–Desde hace muchos años. Se me pidió una opinión en 2015 y ya dije que éste era el camino, pero entonces no me correspondía decidir a mí. Ahora sí que me corresponde tomar esa decisión, y la he tomado con la mejor intención en compañía de la vicepresidenta.
–¿Casi tres años de presidente de la Diputación y la unanimidad jurídica ha costado tanto tiempo?
–Es complicado. Hay que conocer la administración. Hay experiencias que demuestran que la burocracia está reñida con hacer las cosas rápidas. También han pasado cinco convocatorias electorales y una pandemia.
–¿No es por ninguna discrepancia?
–Todos estaban de acuerdo en que había que transformar la empresa, pero no había una propuesta única. Y esta es la primera.
–Hablaba de la vicepresidenta Amigó. ¿El papel de Compromís en la decisión es clave?
–El papel del gobierno de la Diputación es clave. La vicepresidenta también es presidenta del consorcio de bomberos y ha trabajado este proceso discretamente conmigo. Esto no hubiera salido sin la voluntad de todas las partes del Gobierno de la Diputación.
–¿Y está convencido de la voluntad de todo Compromís?
–Ahí ya no entro. Pero la vicepresidenta ha trabajado con lealtad.
–¿Y por qué Compromís se negó en su día a que los brigadistas fueran al consorcio?
–Desconozco lo que pasó en ese momento. Solo puedo hablar de la decisión adoptada ahora.
–¿Cómo se va a producir la integración brigadistas-bomberos?
–Esa es la letra pequeña del acuerdo.
–¿Formarán parte de un mismo cuerpo?
–Formarán parte del consorcio. Ya se ha dicho que cada uno tendrá su mesa de negociación, porque son cosas diferentes y cuerpos diferentes.
–¿Los bomberos están de acuerdo?
–Todo el mundo se pone nervioso cuando se cambia su estatus. Pero hasta ahora solo he encontrado palabras de ánimo de la dirección del consorcio y de algunos representantes sindicales.
–¿Me puede decir de qué sindicatos?
–Ellos tendrán que decir las cosas donde corresponda, que son las mesas de negociación. Me consta que tienen voluntad de contribuir a la solución.
–El expresidente Jorge Rodríguez ya se planteó en su momento el cierre de Divalterra. ¿Si aquello se hubiera llevado a términos, nos habríamos ahorrado Alquería?
–No me cabe la menor duda de que nos habríamos ahorrado muchos disgustos.
–¿Porque usted piensa que los nombramientos que ahora están bajo el foco judicial se hicieron para tratar de controlar Divalterra?
–La justicia ya dirá lo que tenga que decir. Lo que yo puedo decir es que yo trabajaba en el equipo del presidente y él intentaba hacer las cosas de la mejor forma posible, porque es una buena persona.
–¿Entiende que haya quien piense que esto es consecuencia del polémico concurso para elegir jefe de personal y de que el consejo no lo anulara?
–Ya me deberían de conocer un poco para saber que no actúo de esa manera. Un informe de 60 páginas no se improvisa. Y un proceso como éste, con todas sus derivadas, tampoco. Ya lo dije al cubrir las vacantes del consejo de administración: el que quiera decir mentiras y fake news, que las diga. Otra cosa es que alguno venga más a hacer ruido que a construir. Pero ya aviso: es la última oportunidad que tienen algunos para ser la solución de Divalterra.
–¿Si el consejo hubiera anulado el nombramiento de la jefa de personal, usted habría seguido adelante con este proceso?
–Me daba igual lo que pasara. Este proceso estaba hecho de antes. Daba igual. He visto afirmaciones que rozan el ridículo. La decisión estaba tomada a falta de la fórmula jurídica.
–Antes hablaba de la falta de controles en las mercantiles. ¿Si presidencia de la Diputación no tenía el control de Divalterra, quién lo tenía?
–La presidencia no tiene que tener el control de la empresa o del servicio de cooperación o de la Intervención. Trabajan conjuntamente pero no tiene el control.
–¿Pero no ha tenido la percepción en algún momento de que PP y Cs tenían más el control de la empresa que el propio equipo de gobierno de la Diputación?
–Sospecho que detrás de la reacción furibunda de PP y Cs hay algo más que la pataleta de turno. Pero son sospechas. El tiempo dirá.
–El PP ya ha dicho que va a ir a los tribunales. Los dos últimos presidentes de la Diputación tienen evidentes problemas judiciales. ¿Usted teme que el cierre de Divalterra acabe en los tribunales?
–No tengo una bola de cristal. Voy a intentar hacerlo todo de la mejor manera posible. Ahora, ¿que acabe en los tribunales? Hoy en día hacer política es que acabe todo en los tribunales, lamentablemente. Es una moda contra la que yo siempre he sido beligerante.
–Algunos trabajadores de Divalterra hablan de prácticas mafiosas en la empresa. ¿Le constan?
–Eso lo tienen que decir los tribunales. Y si los tribunales hablan, el presidente de la Diputación calla.
–¿Los plazos los tiene claros?
–Soy alcalde y cuando un vecino me pregunta cuando se acabará una obra, siempre contesto 'cuando acabe'. Vamos a hacerlo bien y lo más rápidamente posible.
–¿A qué atribuye el enfrentamiento que mantiene Divalterra con la Agencia Antifraude?
-Creo que no es enfrentamiento. Cuando Antifraude pide las cosas, se le dan. Pero esa Agencia tiene varios frentes abiertos. Diría que necesita mejorar.
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–Taula, Alquería, Cical, indemnizaciones pagadas de más, cesión irregular de trabajadores, el concurso de personal... ¿entiende la decepción de los ciudadanos con la clase política?
–Hombre, estoy decepcionado yo, como no voy a entender la decepción de la gente. Sobre todo porque para solucionar todos esos temas hacen falta decisiones. Por eso digo Divalterra se ha acabado. Y hay mucho que por estar más pendientes de los medios y del twitter son incapaces de tomar decisiones. Eso es inutilidad en política. Venimos a hacer política, no a hacer teatro.
–¿Entendería que algún partido dijera que no al cierre?
–Ah claro. Un partido político dijo el martes que había que hacer un concurso oposición para elegir al presidente de un consejo de administración. A partir de ese nivel cabe todo.
–¿Los liquidadores quién los elegirá?
–La junta general, en el mismo momento que se haga la disolución. Y la única condición que pongo es que no tengan nada que ver ni con Divalterra ni con la Diputación. Queremos que sean profesionales.
–Ha hablado de la letra pequeña de la decisión. ¿Qué parte del organigrama actual de Divalterra se quedará en el consorcio con los brigadistas, y cuál no?
–Todos los trabajadores pasarán a un lado o al otro.
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