La Comunitat siempre ha sido propensa a esto de las alianzas, los ejes, el frente común y demás pactos, efímeros o permanentes. Quizá la ausencia de un verdadero poder valenciano, de la capacidad de ejercer una influencia determinante frente a los Gobiernos centrales, con independencia ... del signo de los dirigentes, ha llevado a buscar estas uniones de hecho en busca de objetivos. En unos supuestos ha sido la financiación, en otros la guerra del agua o el simple crecimiento económico. En el fondo, mucho ruido de campaña mediática y pocos resultados.
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Estas semanas se han escenificado las últimas de estas aventuras. Las primeras, ya en serio, de la etapa de Carlos Mazón. La gran aliada ha sido Isabel Díaz Ayuso que apoyó, cambio de relato incluido, la propuesta de la quita de la deuda para los valencianos. Este eje común pasa por reivindicar las infraestructuras estratégicas «y de país», como el puerto de Valencia, la mejora de las conexiones terrestres y ferroviarias o cuestiones como la energía y la logística. Por otro lado, está el anunció de la reunión entre Mazón y los máximos responsables de Murcia y Andalucía, los populares Fernando López Miras y Juanma Moreno. En este caso el motivo es hacer presión para que se reforme una financiación autonómica que perjudica a las tres regiones.
El pasado mes de agosto hubo otro intento con Aragón. Se anunció una entente «para avanzar en aquellos asuntos que conciernen a ambas comunidades». No se concretó más en aquel encuentro y tampoco se han anunciado novedades.
Este giro contrasta, sin duda, con los intereses de los últimos años del Botánico que, por otra parte, también han sido cambiantes. Los últimos discursos de Puig atacaban directamente a Madrid y el efecto capitalidad con el conocido como dumping fiscal. Pareció por momentos que la agresividad se trasladaba incluso a los madrileños. El cambio con Mazón, ahora, resulta más que evidente, pese a que con Murcia y Andalucía siempre ha habido contactos por la financiación, también en la era socialista.
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Ximo Puig también tejió sus propias alianzas, aunque algunas terminaron en un sonoro fracaso. Fue el caso del vínculo con Cataluña que el expresidente se esforzó en fomentar y del que terminó decepcionado. Lo intentó antes del procès y después, pero se dio cuenta de que Cataluña prefiere ir por libre. Se escenificó de manera clara en un conferencia del prensa en el Palau, con Pere Aragonés, cuando este evitó hacer causa común con el modelo de financiación. Una estrategia exitosa, tal y como se ha demostrado en el reciente pacto para la investidura de Pedro Sánchez.
La idea del líder socialista fue la de ganar peso en un arco mediterráneo o con otras comunidades para compensar ese efecto centrifugador de Madrid. Su apuesta era claramente el federalismo. En una de esas jornadas con los catalanes, Puig lanzó una de sus propuestas más celebradas la denominada Commonwealth mediterránea. Nunca más se supo de aquello. Puig realizó un enorme esfuerzo en esta diplomacia doméstica. En 2018, se reunió con su homólogo aragonés, Javier Lambán para pedir la reincorporación del eje Cantábrico-Mediterráneo a los planes de grandes infraestructuras de la UE.
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También se citó -y era la primera vez que lo hacía un presidente valenciano- con el lehendakari Íñigo Urkullu donde se pactó la construcción de un eje ferroviario entre los puertos de Valencia y Bilbao. Y eso que el País Vasco disfruta del famoso cupo, un sistema por el que se ve claramente beneficiado en el reparto de fondos.
Las alianzas por la denominada guerra del agua han seducido por igual a izquierda y derecha. Puig y el presidente murciano coincidieron en fijar prioridades, en la misma línea que casi una década antes ya se situaban los entonces presidentes Francisco Camps y Ramón Luis Valcárcel.
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También Francisco Camps protagonizó otra de las alianzas con mayor recorrido mediático. Fue aquello que se bautizó como el eje de la prosperidad. Eran los primeros años de la década de los 2000, cuando los presidentes de las comunidades valenciana, madrileña y balear, Francisco Camps, Esperanza Aguirre y Jaume Matas, acuñaron el denominado 'Eje de la prosperidad'.
Una operación geopolítica basada en una vuelta de tuerca a la concepción radial de España, en la que las tres regiones trataban de impulsar sus economías a costa del freno del aperturismo catalán y, por tanto, del arco mediterráneo, con regiones por las que se movía más de 40% del PIB de todo el país. Esto fracasó pocos años después, con la salida de todos los dirigentes de sus puestos, salpicados por casos de corrupción. La Comunitat resultó la peor parada porque hubo una intencionalidad clara en señalarla como epicentro de la corrupción para desviar el foco de Madrid, sacudida con igual intensidad por el fenómeno.
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