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Un repaso a la hemeroteca judicial de la Comunitat permite concluir, sin demasiado debate, que el juicio al caso Maeso fue uno de los procesos más mediáticos de la historia judicial valenciana. Comparable con el de las niñas de Alcàsser, la pantanada de Tous o ... el juicio de los trajes de Camps en el que el expresidente resultó absuelto. Sólo esa vista al anestesista, que se prolongó durante meses, logró despertar idéntica expectación a los anteriores procesos.
El dictamen para el prestigioso profesional, toda una referencia en su campo de la medicina, no fue tan satisfactorio como el caso del expresidente. Fue condenado a 1.933 años de prisión. Culpable de contagiar la hepatitis C a 275 pacientes en cuatro hospitales de Valencia entre los años 1988 y 1997.
La Sala estableció en su día que saldría en libertad en 2027, aunque disfruta de permisos regulares desde hace aproximadamente ocho años. Pero en los últimos meses ha dado un evidente paso adelante al progresar al tercer grado penitenciario, un régimen penitenciario que permite acudir únicamente al centro a pernoctar.
Y más recientemente todavía, su letrado Miguel Ferrer ha logrado que su situación mejore notablemente porque desde este verano se le permite permanecer en libertad con una pulsera. De esta forma, no debe regresar a la penitenciaría valenciana. Únicamente al domicilio que tiene asignado para que el aparato de control informe de su localización en un horario previamente determinado a las autoridades penitenciarias.
Fuentes judiciales señalaron que la progresión al tercer grado llegó con algo de retraso. Todos los indicadores eran favorables como, por ejemplo, un excelente comportamiento en la penitenciaría. Estas fuentes comentaron que durante su etapa privado de libertad ha cursado varias carreras, entre ellas la de Derecho, aparte de completar su formación con masters. Pero el hecho de que no haya existido un reconocimiento de hechos o un arrepentimiento de los contagios de hepatitis siempre ha jugado en su contra. Ni en el juicio ni después, con la serenidad o el desespero que debe aportar el paso por la cárcel, se ha confesado culpable.
Juan Maeso no siempre ha estado en la cárcel de Picassent. Hubo un tiempo que se marchó a la cárcel de Aranjuez donde pensó que quizá llegaría antes al tercer grado. Pero se equivocó. No tardó en regresar a Valencia, un destino más cercano a su familia que siempre le ha apoyado.
El anestesista ya trató en su momento, incluso antes de la pandemia, su salida de prisión con la libertad condicional. Pero le fue denegada. En aquel momento se apeló a esta condición por razones de salud. Un juzgado de Vigilancia Penitenciaria la rechazó. Esa negativa fue confirmada posteriormente por la propia Sección Segunda de la Audiencia de Valencia. Ahora se ha vuelto a solicitar por parte de la defensa del anestesista, pero con idéntico resultado negativo. Este es el siguiente paso en la estrategia judicial de su equipo de representantes legales: lograr la condicional.
La pandemia también fue aprovechada por Maeso para buscar una salida, de nuevo, por motivos de salud. Alegaba el interno que un contagio de Covid podía resultar letal debido a su delicado estado de salud. Unas circunstancias que se mantienen en la actualidad.
Un informe de la penitenciaría enumeraba entonces el extenso listado de enfermedades que padece el recluso, pero concluía que ninguna patología, por sí misma, hace peligrar la vida del interno. Alguna de las partes personadas en el procedimiento, como una compañía de seguros, se pronunció en su momento a favor de la libertad condicional del anestesista.
El tribunal recordó, en su momento, que no abordaba si procedía o no la progresión de grado del interno o el acceso del mismo a la libertad condicional en el marco del tratamiento penitenciario, sino únicamente si el Covid-19 «modifica de manera relevante» los parámetros evaluados en la decisión anterior.
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