El PSPV no se lo acaba de creer. Si tuviera un circo, los enanos ya serían gigantes. Lo ocurrido en Alicante, la decisión de Francisco Sanguino de echarse al monte contra su propio partido, y especialmente contra Ángel Franco, no sólo se ha ... convertido en un culebrón que debilita la posición de los socialistas en la ciudad y en toda la provincia. El PSPV alicantino, el de la segunda capital más importante de la Comunitat, arde en llamas por la enésima bronca interna y se demuestra incapaz de apagar un fuego que se ha prolongado ya toda una semana.
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Sanguino ganó las primarias para optar a la alcaldía de Alicante en 2019, de la mano de... Ximo Puig. El exdirector del Teatro Principal se impuso a Pepe Asensi y Eva Montesinos, gracias, en buena medida, al apoyo de la dirección del PSPV. Tres años después, harto de no tener las manos libres, de ver condicionadas todas y cada de sus decisiones, de ejercer de portavoz sin tener en realidad el poder, Sanguino decidió dar un golpe de mano.
La historia es conocida: una propuesta para destituir a asesores y concejales afines a Franco, un anuncio de dimisión después de que Puig le recordara que en política «nadie es imprescindible» y, a partir de ahí, una huida hacia delante, evitando confirmar la renuncia y, sin embargo, manteniendo y sacando adelante los relevos de sus responsabilidades de los colaboradores de Franco.
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Alicante es, en términos electorales, una plaza de primera división. Demasiado trascendente como para que un partido que aspira a gobernarla malgaste su tiempo en batallas internas y, además, esa pelea acabe trascendiendo y termine eclipsando cualquier otro éxito político.
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De modo que el PSPV mira con preocupación a 2023. Sanguino, ni que decir tiene, no volverá a ser candidato a la alcaldía. Su elección fue un fracaso y el epílogo de su mandato como portavoz ha sido un escándalo mayúsculo. Toca resetear el partido, buscar nuevas referencias y cambiar el discurso. Y no hay mucho tiempo que perder.
En la nómina de aspirantes a ocupar el cartel electoral de los socialistas para el Ayuntamiento de Alicante la mejor situada es la actual portavoz parlamentaria de Les Corts, Ana Barceló. La exconsellera de Sanidad pasó a ocupar la vacante dejada por Manolo Mata en el Parlamento autonómico después de que el también abogado decidiera abandonar sus responsabilidades políticas en el PSPV para asumir la defensa judicial del princila investigado en el caso Azud, el empresario Jaime Febrer, al que se vincula con el pago de comisiones a cargos políticos, también socialistas, a cambio de favores urbanísticos.
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La designación de Barceló, después de afrontar con éxito la dirección de la sanidad valenciana frente a la pandemia, situó a esta abogada de Sax como la opción más probable para tratar de arrebatar la alcaldía de Alicante al popular Luis Barcala. Buena oradora, sobrada capacidad de trabajo, respetada en el partido y con buen feeling con Puig y su entorno más cercano, sólo unos problemas de salud ya superados pusieron en duda la posibilidad de que fuera la elegida para optar a la alcaldía.
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Barceló (63 años) es la opción más probable, pero no la única. En la remodelación del Consell impulsada por Puig hace poco más de dos meses, el presidente de la Generalitat decidió recuperar para la política autonómica a la entonces senadora Josefina Bueno. La exdirectora general de Universidades se convirtió en consellera, ocupando además la cartera que dejaba vacante otra alicantina, Carolina Pascual.
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La llegada de Bueno (55 años) al Consell pretendía inicialmente facilitar una salida en la Cámara Alta a Vicent Soler, que en la misma remodelación abandonó la cartera de Hacienda. Pero el veterano exconseller vino a decir que para perder el tiempo que no contaran con él, y el puesto acabó yendo a parar a manos de Gloria Calero. Y la opción de Bueno, un perfil político claro, buena conocedora de la capital alicantina y con un reconocimiento en el mundo universitario, podría ser una alternativa para optar a la alcaldía.
Mientras tanto, la dirección de país del PSPV contempla con preocupación el desgaste que el caso Sanguino ha provocado en sus filas y cómo esta pelea difumina cualquier opción de crítica al Gobierno municipal de Barcala.
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El PSPV tiene un problema en Alicante, que a estas alturas nadie discute. Y la supremacía de Franco, atribuida desde distintos ámbitos del propio socialismo valenciano al clientelismo practicado por el exsenador, no parece responder a las necesidades de una ciudad que el PSPV perdió cuando Gabriel Echávarri tuvo que presentar su dimisión en 2018 y que, a menos de un año para las municipales de mayo de 2023, parece aún más improbable de recuperar.
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