Todos los candidatos a presidir la Generalitat Valenciana se han citado la noche de este jueves en un debate en la cadena pública À Punt. Se trata del último enfrentamiento dialéctico en el que participan todos los partidos políticos cuando apenas quedan 48 horas para las votaciones. El debate ha dejado algunas conclusiones. Todo el Botánico cargó con dureza contra Carlos Mazón que, por momentos, consiguió desquiciar al presidente Puig. El líder popular colocó sus mensajes de infierno fiscal y sanidad colapsada y en algún momento irritó al responsable socialista. Baldoví, desconocido y nervioso como en pocas ocasiones. Mamen Peris buscó sin éxito la confrontación, casi a la desesperada. Le daba igual con quién reclamaba protagonismo. Nadie mordió sus anzuelos. Héctor Illueca y Carlos Flores fueron a lo suyo, con sus dardos de siempre. Ambos solventes en el discurso. El gran ausente: el caso del hermano del presidente. El tema de Francis Puig no apareció en la charla.
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El líder popular demostró que está cómodo en el debate. Buscó el cara a cara con Puig desde el primer momento. Retador, provocador incluso, jugó a ser el chico malo de todos los candidatos retorciendo algunos datos a su favor. En el barro se lo pasó bien. Quizá hasta disfrutó. Dominó en la colocación de asuntos y se convirtió en epicentro de todas las réplicas del Botánico. Recriminó a Puig y Baldoví sus ausencias en otros debates para abrir el fuego. Y fue el primero en mostrar sus gráficos y cartulinas para contar aquello del «Consell más caro de la historia». Describió, además, un estado de ruina de la sanidad. Este aspecto irritó especialmente a los líderes del Botánico. Demostró que habla más rápido que el resto y eso le permitió avasallar a Puig con una ristra de datos y promesas incumplidas. Un pequeño torbellino pasó por el estudio de À Punt pese a que algo de pausa le hubiera beneficiado. «No han hecho nada en ocho años».
Quedó claro por qué el presidente ha declinado numerosos debates de esta campaña electoral. No estuvo cómodo. La intranquilidad se notó desde el primer minuto en su gesto y en su actitud. Mordió el anzuelo de Mazón y entró en ese cuerpo a cuerpo que ha querido evitar estas dos semanas. Alguien debió decirle que no puede poner una sonrisa forzada mientras se le critica. «Usted solo sabe sonreír y decir que va todo bien», le recriminó Mazón. Al PP le dijo que miente con sus datos -«hace una demagogia indigna»- y trató de no confrontar con Vox a cuyo candidato le recordó, no obstante, que tiene una condena por violencia de género. Fue el momento de mayor tensión. Excesivamente plano, sin intensidad. A la defensiva. Es el president, sí. Pero se esperaba algo más de fuerza al margen de repetir que todos los indicadores son mejores que los de 2015 y subrayar la corrupción del PP. La diferencia es mínima para salir a buscar el empate.
Nervioso y desconocido. No supo ejercer de escudero del Botánico y se le vio completamente perdido en prácticamente todos los bloques del debate. Fue el gran perdedor de la noche. No supo contestar a las críticas por su papel de apoyo a Sánchez en el Congreso y apenas logró capitalizar los asuntos capitales del debate más allá de decir que Compromís es el partido que más ha hecho por el nuevo modelo de financiación. Tuvo dos chispazos en toda la noche. A Mazón: «Usted no es magia Borrás» a la hora de reprocharle que quiere bajar impuestos y mantener servicios. Y cuando le preguntó al 'popular' si quiere pactar con un hombre que piensa que el futuro es «comer gusanos». Fue el único que defendió el uso del valenciano y la necesidad de no crear conflictos con la lengua. «Todos tenemos el mismo derecho». Mantuvo que Compromís ha sido clave y su independencia de Madrid. «Somos un partido de aquí, que defenderá tus intereses».
El vicepresidente del Consell fue el mejor del trío del Botánico, sin duda. Con su look a lo González Pons, vaqueros y camisa blanca, demostró una compostura a prueba de bombas. Si un terremoto hubiera sacudido el plató de À Punt, las primeras palabras del líder de Podemos habrían sido: «Las derechas unificadas». La idea de unir a PP y Vox se repitió insistentemente desde el primer minuto. Lanzó incluso algún reproche al PSPV y a Compromís, por no defender la ley del sí es sí. Siguió con su menú habitual de supermercados públicos, topar el precio de los alquileres -«este viernes inicio el procedimiento»- y criticar las privatizaciones en la sanidad de los populares frente al servicio público del Botánico. «El pasado no volverá», ha pronosticado. No se olvidó de los grandes empresarios de la Comunitat en su minuto de oro. «Sólo tienen una papeleta el domingo. Esa es nuestra ventaja».
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Carlos Flores Juberías ha seguido en esa línea de mostrar el lado más amable de Vox, el perfil menos agresivo de la formación de derecha populista, aunque dejó recados a su electorado como ligar la inmigración y la delincuencia. Bregó sin problemas con Illueca. «Sus utopías socialistas sólo quedan bien cuando están en los libros», le dijo para atajar sus propuestas. Vendió una imagen de repudiados por parte de las instituciones y del resto de partidos y se reivindicaron como la única formación que no entra en cambalaches ni negociaciones con el resto de partidos. «Los amigos de Baldoví compran votos a 50 euros. Pero también otros los compran con estos sorteos de final de legislatura», ha señalado refiriéndose a las promesas electorales. Se mostró escéptico con el cambio climático. «Quieren que pasemos de comer carne a gusanos», soltó para desconcertar al auditorio. No dudó en condenar la violencia de género, una lacra que hay que combatir. Flores fue condenado hace 20 años por este motivo.
Mamen Peris no completó un debate de notable, más bien fue un aprobado. Pero sí tuvo un minuto de excelencia, donde planteó una de las cuestiones clave de la noche, que obtuvo un silencio del bloque de las derechas y dejó un hueco que el Botánico no supo aprovechar. ¿Van a pactar con un acusado por violencia de género? Se refería al candidato de Vox. Subrayó que era la única mujer de todos los aspirantes y que eso no se podía consentir. Acertadísima en este pasaje donde incluso se emocionó. Recurrió durante su discurso a abundante material de apoyo. Así, sucesivamente sacó cartulinas, una llaves para un okupa, un datáfono, un ticket de la corrupción, una camiseta en la que recogía que Baldoví era la «marioneta de Sánchez». Buscó enfrentamiento con todos. La opción del resto fue evitarla.
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