El Gobierno valenciano afronta su primer día de la etapa post Mónica Oltra con incertidumbre. La vicepresidenta había supuesto hasta la fecha uno de los puntales del Ejecutivo valenciano no sólo por su peso político, sino por su manera de hacer política, con sello ... propio y en ocasiones contrapuesta a la de la otra parte del Botánico. Las formas y el fondo de Oltra han llevado de cabeza no sólo a sus rivales políticos, sino a sus propios socios dentro del tripartito, que esperan limar asperezas con Compromís en este último año de legislatura por el bien común. Saben que les va la vida en ello.
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Pero, ¿cómo pasará el Gobierno valenciano esta nueva etapa con Oltra fuera? Todas las fuentes consultadas reconocen la pátina política de la ya exvicepresidenta dentro de la vida interna del Ejecutivo, pero los socios reconocen cierto alivio por la desaparición de una manera de hacer las cosas que en ocasiones «tensaba la cuerda más de lo necesario». Y precisamente en una de las primeras cosas apuntadas en la agenda en las que Oltra tenía más presencia a lo largo del año político, la negociación de los presupuestos, ha pasado a descafeinarse de la noche a la mañana. Por dos razones. Primero porque la expresidenta era la que llevaba personalmente las riendas de la negociación con el también exconseller de Hacienda, Vicent Soler, y ahora tocaba lo propio con el actual, Arcadi España. Una situación que año tras año tensaba el Ejecutivo durante unos meses y que disparó su propia partida por encima de los 2.000 millones.. De hecho, la situación de este año era todavía más complicada, porque en pleno ejercicio electoral, desde el PSPV ya anticipaban dificultades para aprobar el último presupuesto y una lista de peticiones económicas desmesurada por parte de todos los componentes del Ejecutivo. Pero, con Oltra fuera de juego, la presión se rebaja para Hacienda no sólo porque la exvicepresidenta era la negociadora nata, sino porque para Compromís las cuentas han salido de la lista de prioridades, porque según argumentan desde la coalición, son unos presupuestos que en el peor de los casos no se llegarán a ejecutar, y en el mejor, cuentan con la base de los actuales, ya expansivos.
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Con Oltra fuera de juego, al menos hasta que se aclare su situación judicial, queda por ver quién asume el liderazgo político dentro del Gobierno, aunque nadie será capaz de personalizar el vacío de poder que deja la exconsellera.
Precisamente esa manera de hacer política, vehemente, impulsiva, pasional y en algunos modos, incómoda para sus compañeros de Gobierno, se había trasladado jueves a jueves a la reunión de subsecretarios y secretarios autonómicos de cada semana. «Con ella no se podía negociar nada. Sólo ceder», aseguran algunos dentro del Botánico. Oltra llevaba con mano de hierro estas reuniones en las que el Consell se jugaba cada semana una batalla política. Sin acuerdo en esa mesa, nada pasaba al pleno. Y ahí, la vicepresidenta era férrea. A la mínima duda, no le temblaba la mano en paralizar asuntos, ante el desespero, algunos jueves de la otra parte del Gobierno. Como secretaria del Consell, ella era responsable de que los acuerdos llegaran con el expediente completo y certificar los acuerdos. Ahora, está por ver si quien asuma su cartera lo hará también con todas esas funciones.
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Otra de las señas de identidad del paso de la vicepresidenta por el Consell ha sido la maternidad del mestizaje, un concepto político que evitó que las consellerias se convirtieran en compartimentos estancos, con cargos del mismo color político que tiene el conseller o consellera de turno. Aunque precisamente ni en su departamento ni el del presidente era representativo (ambos tenían sólo un cargo del otro partido) para tener manos libres con sus políticas. Oltra ha sido hasta el final defensora de esa mezcolanza de cargos que tantas fricciones ha traído entre socios, para cuajar un verdadero gobierno de coalición. Pero, fuera de juego, ella, la que ejercía de escudo con el resto de miembros de Compromís, queda por ver si las decisiones se siguen tomando de manera colegiada o cada departamento acaba adaptando un papel de reino de taifas. Y es que alguien deberá asumir el papel de pegamento de la coalición, hasta ahora ejercido por la vicepresidenta. Pero, no sólo ese, también el de interlocutora casi única con el presidente de la Generalitat para los asuntos importantes. Una relación, profundamente debilitada desde la convocatoria unilateral del adelanto electoral, y mala en los últimos meses. Algo que desde su entorno atribuyen a que el presidente cada vez va más por libre, con anuncios diarios de políticas no consensuadas, y a la falta de apoyo en los difíciles momentos que aseguran ha pasado desde que comenzó el caso de los abusos de su exmarido. Así que, esa interlocución deberá recaer ahora en nuevas voces, una vez fuera de juego la propia Oltra y el exconseller de Educación, Vicent Marzà, contrapeso a la vicepresidenta en el Consell en la parte de Compromís y voz autorizada para Puig.
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