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FERRIOL MOYA
Sábado, 10 de julio 2021
José Luis Ábalos tenía previsto presentar ayer por la mañana en Ferraz una campaña de afiliación al PSOE. Horas antes de su comparecencia, cuando se supo que Pedro Sánchez iba a anunciar una remodelación de su gobierno, el partido anunciaba la cancelación del acto. Fue la primera señal, aunque ni el hasta ahora ministro de Transportes ni sus más estrechos colaboradores esperaban este desenlace. Ábalos (Torrent, 1959) parecía destinado a ser uno de los ministros que seguiría en su puesto. Así lo venían sosteniendo la mayoría de los análisis que se habían publicado en las últimas semanas, y que anticipaban una crisis del Gobierno. Todo lo más, se sugería, Ábalos podría cambiar de cartera, quizá ocupar la de Defensa de Margarita Robles. El suyo no figuraba entre los nombres de las posibles salidas, por más que durante sus tres años en el Ejecutivo hubiera protagonizado alguna polémica que agrietó su imagen, como la del sorprendente paso por el aeropuerto de Barajas y su reunión con el hasta ahora también número tres del PSOE de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez.
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Porque Ábalos no era el ministro Ábalos o el número tres del PSOE. Era, porque en su persona reunía esas dos responsabilidades, el todopoderoso Ábalos. Persona de la máxima confianza de Pedro Sánchez, amigo personal de éste, que incluso pasó unos días junto a su familia en el domicilio de Ábalos en Valencia con motivo de la celebración de las fiestas de falleras de 2017. Una relación de amistad y un reconocimiento de su valía política, que fueron clave para que Sánchez le situara al frente de uno de los ministerios más densos y de mayor capacidad inversora y, al mismo tiempo, como responsable de la Organización del partido. Áreas que no conviven de espaldas, sino que mantienen un vínculo evidente. Un hecho que hace aún más sorprendente la decisión adoptada ayer por el presidente del Gobierno. Fuera del ministerio y fuera de la dirección del partido. Una caída estruendosa, que altera los equilibrios de poder en el socialismo valenciano, y que algunos atribuyen a un movimiento in extremis de Iván Redondo, con quien el ya exministro mantuvo alguna discrepancia.
Porque Ábalos no ha sido un dirigente socialista al que un día el presidente del Gobierno y líder del PSOE incorporó a su equipo. Ábalos fue la referencia valenciana del 'sanchismo', el promotor del movimiento que trató de sostener a Sánchez hasta que éste se vio forzado por los barones de su partido a abandonar la secretaría general en el comité federal del 1 de octubre de 2016. El entonces dirigente socialista se mantuvo fiel al entonces secretario general, igual que desde la ejecutiva federal hizo la también exministra Carmen Montón, y en contraposición al papel de Ximo Puig, uno de los apoyos clave de Susana Díaz para desbancar a Sánchez.
Ábalos apostó a Sánchez, y redobló la apuesta para que éste recuperara el liderazgo del partido. El dirigente valenciano se incorporó al pequeño equipo de colaboradores, en el que también estaba Adriana Lastra, que acompañó a Sánchez en esa campaña que tuvo su punto de arranque en el mitin de Xirivella de noviembre de 2016. Un movimiento que puso el foco en los militantes, como contraposición a los barones del partido, y que acabaría devolviendo a Sánchez a la secretaría general un año después. En ese congreso de 2017, Sánchez situó a Ábalos al frente de Organización. Y como diputado en el Congreso, protagonizó algunas de las decisiones que han pasado a la historia política de los últimos años. Como la abstención «por imperativo legal» para facilitar el gobierno de Mariano Rajoy en 2016 y evitar las terceras elecciones generales consecutivas, o la intervención para defender la moción de censura de 2018 contra el entonces presidente del Gobierno.
Ábalos, maestro de formación, hijo de un torero, nieto de Guardia Civil, llegó a la cima de la actividad política cuando ya pensaba que a su carrera política le quedaba poco margen. Concejal en el Ayuntamiento de Valencia, diputado provincial y después en el Congreso, protagonizó hasta dos intentos por alcanzar la secretaría general del PSPV. Los que le conocen aseguran que el día a día de su ministerio y su labora al frente de Organización, con un congreso federal a escasos tres meses vista, le tenían agotado. Y alegan también alguna circunstancia personal que en los últimos meses había contribuido a complicar más si cabe su dedicación a la política.
Pero si la marcha de Ábalos resulta impactante es por las consecuencias que tiene desde ya en el socialismo valenciano. Porque desde que accedió a la secretaría federal de Organización, el dirigente valenciano se convirtió en la gran referencia de poder alternativa a la de Ximo Puig en el PSPV. La relación entre ambos, tradicionalmente buena en el apartado personal pero de evidentes diferencias en lo político, mejoró de forma ostensible casi en paralelo a la de Puig con Sánchez cuando este alcanzó la Moncloa. Se dice, de hecho, que Ábalos jugó un papel determinante para que Puig abandonara el núcleo de barones regionales críticos y se convirtiera en lo que es ahora, uno de los presidentes autonómicos más cercanos a Sánchez.
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redacción / ep
Con todo, Ábalos representaba en el socialismo valenciano figura principal del 'sanchismo', un hecho que provoca que su caída haya sido recibida con alivia en el entorno de Puig. Alrededor de Ábalos, un círculo de leales con la líder provincial de Valencia, Mercedes Caballero, a la cabeza, y con referencias indiscutibles como el concejal Aarón Cano, el diputado provincial y alcalde de Burjassot Rafa García, la senadora Mercedes Berenguer o la delegada del Gobierno Gloria Calero. La caída de Ábalos obliga a dibujar un nuevo horizonte político para los socialistas valencianos. Puig puede tener manos libres para el congreso del PSPV previsto para mediados de noviembre, más allá de la trascendencia que pueda tener a medio plazo la designación como ministra de Diana Morant. El congreso provincial, que debe celebrarse a continuación y para el que Caballero ya había mostrado su voluntad de presentarse, es toda una incógnita.
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