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JC. F. M.
Viernes, 22 de febrero 2019
Antonio Montiel cogió las maletas el jueves y anunció que abandonaba Podemos. El que fuera primer líder del partido en la Comunitat -no hace tanto, menos de dos años- abandonaba la formación morada decepcionado, uno más, con un partido que a la sombra del 15M soñó con tocar el cielo, que se vio en la Moncloa y que arrastra ahora una delicada crisis de identidad. «Podemos ya no es lo que era», vino a decir Montiel. La dirección del partido en la Comunitat, que capitanea Antonio Estañ, apenas si le respondió.
La marcha de Montiel es un síntoma, otro más, de la caída libre en la que se encuentra el partido de Pablo Iglesias. Desde la adquisición del chalé en Galapagar en el que viven Iglesias e Irene Montero, la formación morada ha encadenado circunstancias que revelan un final de ciclo. Con las elecciones generales a la vuelta de la esquina y con algunos de los referentes históricos del partido, como Íñigo Errejón o Carolina Bescansa, que se han buscado salida en otros ámbitos, las expectativas para el 28 de abril no pueden ser más preocupantes.
La marcha de Errejón a Más Madrid, la plataforma que encabeza Manuela Carmena, para optar a la presidencia de la Comunidad, y la incorporación de Bescansa al CIS que dirige José Félix Tezanos, han acentuado cierta sensación de sálvese quien pueda. El desencanto se apodera del partido que apelaba hace apenas una legislatura a su capacidad para cambiar las cosas, a la ilusión de la gente y a las diferencias con los partidos tradicionales.
El 28 de abril ha cogido a Podemos abierto en canal por la salida de algunos de sus principales referentes y con su líder de baja por paternidad. Algunos análisis anticipan el temor a que la formación morada caiga por debajo del 15% -en 2016 superaron el 21%- e incluso la posibilidad de convertirse en quinta fuerza política, a la vista del crecimiento de Vox.
Los resultados del 28 de abril, a un mes escaso de las autonómicas, tendrán su incidencia el 26 de mayo. Un efecto arrastre que todos los partidos dan por descontado y que permite concluir que el bloque -no se habla de partidos- que salga mejor posicionado para llegar a la Moncloa también llegará en mejor disposición a las europeas, autonómicas y municipales.
Los socios del Consell, PSPV y Compromís, observan con preocupación el pinchazo de Podemos. En 2015, los socialistas lograron el 20,3% de los votos y la formación de Oltra un 18,1%. El 11,2% obtenido por Podemos resultó determinante para que la izquierda alcanzara la mayoría después de dos décadas de hegemonía electoral del PP.
¿Cómo puede afectar a Podemos en la Comunitat un mal resultado el 28 de abril? El análisis que se hace en PSPV y Compromís viene a reconocer la preocupación existente ante la posibilidad -que estos partidos contemplan como cierta- de que el partido que encabeza ahora Antonio Estañ no alcance siquiera el 5%. Sin superar esa barrera, Podemos se quedaría sin representación parlamentaria. Y esa circunstancia, unida a la irrupción de Vox y a la movilización de la derecha, complicaría las opciones de revalidar un triunfo como el de hace cuatro años.
«Si las generales salen mal para Podemos, el riesgo un mes después en la Comunitat es muy elevado», reconoce una fuente del PSPV, que admite su preocupación por la dinámica en la que se ha instalado el partido de Iglesias. «Sin Podemos en Les Corts, las opciones de llegar a 50 escaños -la mayoría absoluta en el Parlamento valenciano- se reducen», señala la misma fuente, que alude a la pérdida de referentes que también ha sufrido el partido de Iglesias en la Comunitat. «Montiel, Meco, Pallarés, Mínguez... Son bajas muy sensibles», se reconoce.
Desde Compromís se admite un trasvase de apoyos desde Podemos hacia la formación nacionalista. Un arrastre que los socialistas valencianos también aseguran estar recibiendo. Desde esa óptica, un eventual desplome de Podemos no tendría por qué suponer un problema en la medida que esos sufragios no se pierdan. «El problema llegaría si no alcanzan siquiera el 5%», admitió una fuente. La barrera electoral para acceder al Parlamento varía en función de la participación, pero se sitúa en el entorno de los 130.000 votos. En ese eventual escenario, todos esos votos se restarían de la posible reedición del Botánico. «Lograr la mayoría absoluta para la izquierda en ese caso sería prácticamente imposible», se admite.
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