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El curso político que arranca formalmente este lunes tiene como fecha principal en el calendario la del próximo 26 de mayo. Elecciones municipales, autonómicas y europeas en una sola cita, y con las generales aún sin fecha decidida, capitalizarán la actividad de todos los partidos. El estruendoso resultado de Andalucía, con la irrupción de Vox y el batacazo socialista, ha propiciado un terremoto de dimensiones que nadie se atreve a calibrar y cuyas réplicas pueden afectar al resto de regiones.
En la Comunitat Valenciana, sin ir más lejos, lo que hasta el 2 de diciembre parecía el horizonte más probable -a grandes rasgos, una reedición de los resultados de 2015- ha dejado de ser la expectativa más realista. Salvando las distancias por las significativas diferencias existentes entre el escenario político andaluz y el valenciano, que los socialistas se hayan visto abocados a abandonar el Gobierno de la Junta después de 36 años presupone un movimiento de bloques lo suficientemente intenso como para anticipar que pueda ser imitado en otras autonomías.
¿Hasta qué punto? Las elecciones municipales en la ciudad de Valencia pueden resultar claves, no sólo para definir el nuevo mapa político en el Ayuntamiento del cap i casal. También serán determinantes para conformar la mayoría en la Diputación de Valencia, y a tener muy en cuenta para las elecciones autonómicas. Las razones no están vinculadas únicamente al peso del censo electoral de la capital -unas 600.000 personas-. Llegado el caso, el 'efecto Andalucía' en la ciudad podría ser determinante para que las fuerzas conservadoras recuperaran la hegemonía.
Durante 24 años, desde las elecciones municipales de 1991 y hasta las que se celebraron en 2015, el centro derecha logró ser hegemónico en la ciudad de Valencia -cuatro años más de lo que lo fue en la Generalitat-. Las seis legislaturas de Gobierno de Rita Barberá, con porcentajes de apoyo para el PP que en ocasiones superaron el 50%, ofrecieron un retrato sociológico de la ciudad decantado claramente hacia posiciones conservadoras. El desgaste propio de un mandato tan prolongado, los casos de corrupción que salpicaron al PP valenciano y las consecuencias de la crisis económica -junto a una campaña de las fuerzas progresistas que logró movilizar el voto de izquierdas- terminaron apartando a los populares de la alcaldía, además de la Generalitat y de la Diputación de Valencia.
En las estimaciones que se hacen ahora desde el PP de la Comunitat, las expectativas han cambiado durante el último mes. Tras el resultado de las andaluzas, y a pesar de las diferencias que están obstaculizando el acuerdo de Gobierno de PP y Cs con Vox en esa comunidad, el horizonte con el que se trabaja ha dejado de ser absolutamente pesimista. «Hay partido» se ha convertido en la frase más repetida por cargos populares y de Cs, que hacen referencia a que los resultados del 26-M están abiertos.
«La clave está en la movilización de la abstención» admite una fuente del PSPV, que también reconoce que el 2D configura un panorama distinto, que no resulta fácil de detallar. El propio CIS autonómico dado a conocer este viernes sitúa a Cs como primera fuerza política en la Comunitat si ahora se celebraran elecciones generales, seguido a poca distancia del PP. La suma del bloque de derechas, según el estudio de la institución que capitanea José Félix Tezanos, obtendría un apoyo superior al 42% de los votos. Un porcentaje de respaldo de ese nivel en términos autonómicos implicaría, trasladado a la capital, la recuperación de la mayoría para el centro derecha -como ya ha anticipado incluso algún otro sondeo-.
Porque es precisamente la ciudad de Valencia la que presenta un perfil sociológico que podría resultar más proclive para esa recuperación electoral del centro derecha. El éxito electoral de Compromís hace cuatro años, apoyado en el tirón de la figura de Mónica Oltra puede verse afectado en mayo por el desgaste propio de una legislatura en la que la figura de la vicepresidenta y portavoz del Consell ha sufrido un claro desgaste. A la necesaria institucionalización de su perfil político -obligada a lidiar con los frentes abiertos en un departamento tan sensible como el de Igualdad y Políticas Inclusivas-, y despojada por tanto de parte de esa frescura que ofrecía desde la oposición, se suma la gestión de algunos de los departamentos dirigidos por la coalición desde el propio consistorio, como los relacionados con el Tráfico y las Fallas, convertidos en permanente quebradero de cabeza a la vista de la opinión de los ciudadanos. Que concejales como Pere Fuset o Giuseppe Grezzi hayan servido de pararrayos para el alcalde Joan Ribó no impide que hayan generado un significativo malestar con muchas de sus decisiones.
Con todo, desde el PSPV se intuye que el factor determinante en el escenario político de la capital volverá a estar relacionado con el debate sobre el catalanismo. El constante goteo de ayudas a entidades catalanistas por parte de las instituciones públicas gobernadas por el tripartito, como el Ayuntamiento, la Diputación o la Generalitat, amenazan con reactivar la histórica contestación que la sociedad valenciana ha ofrecido siempre hacia las simpatías que algunos sectores de la izquierda en la Comunitat ofrecen de forma intermitente hacia el independentismo. «En términos políticos nadie apoya a Torra o a Puigdemont, pero las subvenciones a sus satélites en la Comunitat se mantienen», recuerda un cargo popular.
«La incógnita principal pasa por saber si Vox se nutrirá de abstencionistas o si fundamentalmente arrebatará votos a PP y Cs», remacha un cargo socialista. La formación de Santiago Abascal, que cuenta en la provincia de Valencia con José María Llanos como principal referente, amaga con la posibilidad de presentar como cartel electoral a la alcaldía a Rita Corbín Barberá, sobrina de la exalcaldesa de Valencia y afiliada desde hace un año a ese partido. Un apellido que probablemente contribuiría aún más a reactivar al tradicional electorado conservador de la ciudad. El CIS dado a conocer este viernes ya avanza que la Comunitat es, junto a Madrid, la región en la que más se consolida este partido.
Con la irrupción de Vox, y con el precedente de lo ocurrido en 1991, cuando la suma de PP y UV permitió a la derecha conquistar la alcaldía, las opciones sobre la mesa para el próximo 26 de mayo se encuentran más abiertas que nunca. «Hay partido», se insiste.
Ni PP, ni Cs ni Vox. Ninguno de los tres partidos que componen el bloque de derechas y que tienen opciones reales de obtener representación en el Ayuntamiento de Valencia tiene elegido formalmente a su cartel electoral para las municipales del 26-M.
La formación naranja es la que cuenta con el horizonte más definido, toda vez que el portavoz municipal, Fernando Giner, ha recibido en varias ocasiones el respaldo explícito de Albert Rivera y parece poco probable que nadie vaya a medirse a él en unas primarias que tendrán lugar este mes de enero.
El PP hará público esta semana que se decanta por la diputada autonómica María José Català, después de un tortuoso proceso en el que ha ido tanteando nombres que, de forma paulatina, se han ido borrando de las quinielas. El último ha sido el del abogado Manuel Broseta.
En Vox, la rumorología señala con insistencia a Rita Corbín Barberá, sobrina de la exalcaldesa de Valencia. Aunque la dirección del partido insiste en que no hay una decisión tomada y que serán las primarias las que definirán quién ocupa ese puesto.
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