Suena el timbre en el Palau de la Generalitat. Abre la puerta el personal de la casa. «¿Es aquí Les Corts?», preguntan. «No, no, es un poco más abajo». La situación, más o menos en esos términos, se produjo en junio de 2015. Y la ... despistada protagonista era la entonces líder de Ciudadanos en la Comunitat Valenciana, Carolina Punset. Una escena hilarante, que corrió como la pólvora por los pasillos de Les Corts, que se constituían precisamente ese día. Una metáfora perfecta de un partido que, en la Comunitat, aspiraba al sorpasso sobre el PP, a convertirse en referencia del centro derecha valenciano. Cs en la Comunitat Valenciana soñó con el mismo objetivo que Albert Rivera en 2019 tras las generales de abril. La realidad, ahora, es la misma de todo el partido: un hundimiento progresivo de un proyecto que ya nadie confía en reflotar. Tampoco su hasta este jueves portavoz en Les Corts, Ruth Merino, que ha decidido abandonar la formación.
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El centro político en España sólo ha gozado de buena salud cuando los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, han atravesado periodos de crisis. Más que los partidos, sus direcciones. Lo que han tardado unos y otros en renovarse ha sido el espacio que han aprovechado UCD, primero, el CDS después y Ciudadanos como último ejemplo. España no es Alemania, donde el espacio de centro político es un concepto mucho más asentado. Cuando PP y PSOE se han visto fuertes, el espacio político de centro ha vuelto a desaparecer. No hay agua para tantos peces.
Merino puede ser el epílogo de una historia que ha durado ocho años –si no lo es la incapacidad para llegar vivos a las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo-. Cs llegó a Les Corts en 2015, coincidiendo con el final de las dos décadas de hegemonía electoral del PP valenciano. La crisis y los casos de corrupción que apartaron al PP del gobierno de la mayoría de las instituciones fueron las mismas que propiciaron un traspaso de votos a la formación nacida en Cataluña y que, a la vista de las buenas expectativas y del apoyo financiero recibido, decidió dar el salto a la política nacional.
El nacimiento de aquel Ciudadanos no fue solo cosa de Rivera. Por allá por 2005 los Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Albert Boadella y Xavier Pericay, entre otros, impulsaban un proyecto de respuesta al nacionalismo catalán cada vez más independentista, y que coincidía con la deriva nacionalista del PSC. El éxito del proyecto en esa región llevó a la formación, cada vez más personalizada en Rivera, a extender el proyecto por el resto de España. En la Comunitat Valenciana el que fuera exministro socialista Antoni Asunción participó unos meses del proyecto. «La Comunitat Valenciana es una de las regiones donde más sentido tiene Ciudadanos», vino a proclamar por aquel entonces Rivera en una entrevista con este diario.
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El planteamiento tenía sentido. Pocas regiones como la Comunitat Valenciana para sostener un discurso político frente al soberanismo expansionista catalán. Rivera eligió a Carolina Punset para encabezar el proyecto en la Comunitat Valenciana. Pero la elección duró unos meses. Después de alguna declaración más o menos afortunada –«allá donde triunfa la inmersión lingüística, estamos volviendo a la aldea», llegó a decir-, y de comprobar que el espacio parlamentario no era en ningún caso lo suyo, Rivera decidió sustituir a la hija del añorado Eduard Punset por Alexis Marí. Previamente, el líder nacional de la formación ya había decidido que el portavoz del partido fuera, en contra de toda lógica, no un cargo regional, sino el concejal del Ayuntamiento de Valencia Fernando Giner. Punset se fue primero al Parlamento Europeo. Poco después terminó de romper cualquier lazo con la dirección del partido. Ahora trabaja de asesora de Ximo Puig en el Palau de la Generalitat.
Marí dejaría la formación a mediados de la legislatura, junto a otros tres diputados –los 13 escaños obtenidos en las autonómicas de 2015 se quedaron en 9-. Marí había dejado UPyD solo unos meses antes de esa cita electoral. El exdiputado también decidió abandonar la formación naranja con el apoyo de Rivera a los PGE de Mariano Rajoy de 2017 como excusa.
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El baile de líderes ha sido la tónica en la historia de un partido que también vio pasar por su cúpula a la diputada alicantina Mª Carmen Sánchez –que tiempo después se haría famosa por aquel «me aburro» dejado caer en redes sociales en plena ola de muertes por la pandemia-. Con Toni Cantó como candidato en 2019 llegaron los mejores resultados -18 escaños- a solo uno del PP valenciano. Las autonómicas habían coincidido con las generales y el tirón de Rivera, unido al del propio Cantó, situaron a la formación naranja ante el mejor escenario posible: segunda legislatura del Botánico, brechas cada vez mayores entre los partidos de la izquierda valenciana, crisis en un PPCV al que la corrupción le seguía haciendo pagar factura…
Las felices expectativas de Cs duraron lo mismo que el encabezonamiento de Rivera en no pactar con Pedro Sánchez en abril de 2019 y forzar la repetición de las elecciones generales en noviembre de ese mismo año. Porque de aquella segunda cita electoral salió un resultado dramático para Ciudadanos, que pasó de 57 escaños a sólo 10. De tocar el cielo a verse arrasado. De querer convertirse en el nuevo PP a heredar el fracaso de aquel viejo CDS. Rivera cogió la puerta y se marchó. Pero el daño ya era irreparable.
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Cantó terminó de entenderlo en marzo de 2021, cuando decidió coger la puerta y marcharse a pesar de haber protagonizado algunas de las intervenciones parlamentarias más brillantes de la legislatuira. Previamente, el hasta ese momento diputado valenciano -que también había estado en su día en la UPyD de Rosa Díez- había exigido la dimisión de Inés Arrimadas y de los pesos pesados de la cúpula del partido, tras aquel chusco episodio de la moción de censura intentada en la Comunidad de Madrid de la mano del PSOE, y que sirvió en bandeja a Isabel Díaz Ayuso la convocatoria anticipada de elecciones y su consolidación como gran líder regional del PP, y en Murcia, con similar fracaso.
Cantó se fue. Y la brecha en Ciudadanos no dejó de crecer. El grupo de 18 diputados de Cs se vio reducido a 13, después de que otros cinco parlamentarios decidieran dejar las filas de esta formación para pasar al grupo de los no adscritos. Si Marí en su día dijo marcharse por el apoyo de Rivera a los PGE de Rajoy –hace unos días se mostraba elogioso con la labor como diputado de Josep Nadal (Compromís)-, ahora estos otros diputados abandonaban el partido al considerarlo «muleta» del sanchismo. El centro político español una vez más volatilizado como consecuencia, de nuevo, de la recuperación de los dos grandes partidos.
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Y a partir de aquí, el drama diario. Las encuestas en la Comunitat Valenciana dejan al partido lejos, muy lejos, del 5% de votos necesario para acceder a Les Corts. Con esas expectativas, y con los sucesivos fracasos cosechados en las elecciones autonómicas de Madrid, Castilla y León y Andalucía, el partido de Arrimadas se ha visto incapaz de volver a levantar cabeza. El proceso de refundación anunciado por la dirección nacional tropieza con la certeza de que lo único que se pretende es elegir una nueva dirección del partido que negocie la integración en el PP. En Madrid, la actual coordinadora de Cs en la Comunitat –no hay mejor contradicción-María Muñoz, cuestiona abiertamente la candidatura de Arrimadas sin plantear abiertamente su respaldo a la de Edmundo Bal.
En la ciudad de Valencia, Fernando Giner anuncia que volverá a presentarse en las elecciones municipales e incluso plantea que las encuestas le dan expectativas de obtener representación municipal. Como si no fuera consciente de la crisis de su partido, de la incapacidad de la dirección nacional para gestionar la refundación o de la fuga de cargos de su partido hacia el PPCV de Carlos Mazón –allí se sitúa también a la propia Merino-. Y quizá dispuesto a convertirse, de mantener su candidatura, en la herramienta perfecta para que la izquierda retenga la mayoría en el Ayuntamiento del cap i casal. Dos legislaturas en el congelador y ahora en el mercado, bajo la óptica de los partidos que desean que se presente, y también de los que confían en lo contrario.
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Ciudadanos en mitad de su naufragio. Con un grupo parlamentario en Les Corts del que se salvan menos de media docena de diputados, condenado a una desaparición cantada. Imposible alejarse de una ola, la que ha llevado a la recuperación al PP de Alberto Núñez Feijóo, que deja sin espacio y sin discurso a los de Arrimadas frente a un sanchismo capaz de lo que sea para seguir en el Gobierno.
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