Puig, Sánchez, Oltra y Baldoví, en un encuentro en Valencia, en 2019. EFE

Compromís se instala en los bandazos frente a Sánchez

La coalición tan pronto amenaza retirar el apoyo al Gobierno como es permisiva con el Ejecutivo en temas como las inversiones en la Comunitat, la infrafinanciación o la mala gestión de los Cercanías

Burguera

Domingo, 8 de septiembre 2024, 00:47

Levan Saginashvili, apodado el Hulk georgiano, ni forma parte de la cúpula de Compromís ni de lejos milita en la coalición nacionalista valenciana. Devon Larratt, ex miembro de las Fuerzas Armadas canadienses, tampoco. Larratt era el campeón mundial de pulsos hasta que Saginashvili le derrotó ... el pasado 20 de abril. Tipos poderosos, intimidantes, que pesan más de 120 kilos y rondan los dos metros de altura. Dan miedo. Echan pulsos y los ganan, y si los pierden, como le pasó a Larratt, garantizan una fiera resistencia. Prácticamente hay que romperles el brazo. Circunstancias todas ellas que se sitúan en las antípodas de Compromís, especializado en sentarse en las mesas donde se echan pulsos políticos a Pedro Sánchez y el PSOE y no aguantar el tirón. Más pronto que tarde, la coalición dobla la mano y pega un bandazo. Así lleva cinco años, «y en el PSOE lo saben», lamenta un miembro de la Ejecutiva de Compromís.

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La financiación, el cambio del modelo de transferencia de fondos del Estado hacia las autonomías, se ha erigido esta semana en el tema estrella de la agenda política nacional. Las cesiones socialistas al independentismo catalán a cambio de la investidura de Salvador Illa como presidente del Govern han puesto la financiación en la primera línea del fuego político. Ese protagonismo debería ser un factor potenciador de la marca de la coalición. Una oportunidad para hacer valer su posición frente a un Sánchez debilitado, necesitado de apoyos para todo. Sin embargo, el suelo que pisa Compromís no es firme. Su pulso es débil, y su capacidad para lanzar órdagos y después flojear comienza a erigirse como una imagen de marca. El socio molesto, reivindicativo y un punto suicida, con ánimo para mandarlo 'tot per l'aire' y 'rebentar-ho tot', que fue Compromís para los socialistas en la Generalitat entre 2015 y 2023 no tiene traslación a la política nacional, donde Sánchez y el PSOE le tienen tomada la medida a los nacionalistas valencianos, anunciantes de batallas en las que, sin embargo, nunca llega la sangre al río.

Cuando Rajoy desalojó la Moncloa para que fuera Pedro Sánchez el que ocupase el sillón presidencial, Compromís pasó de la frontalidad contra el Gobierno a una colaboración condicionada a una serie de logros y grandes objetivos que, sin embargo, nunca terminan de culminar. Frente al líder del PSOE, las palabras de Compromís oscilan del apoyo entre dientes y enseñar los dientes a las amenazas, veladas unas veces e indisimuladas otras. Sin embargo, en todos los casos, el resultado siempre es favorable para Sánchez. La marca de Compromís se desgasta con cesiones en pro de sostener a un Gobierno socialista y progresista que, sin embargo, no cumple con sus promesas en la Comunitat. La esperanza es lo último que pierde Compromís, que se ha instalado en los bandazos frente a un Sánchez para el que las amenazas de la coalición valencianistas son peccata minuta en comparación con los envites catalanes, vascos, del PP, Vox y hasta Sumar, que ya en alguna ocasión ha dejado solo a Compromís en sus cuitas con los socialistas en el Gobierno central.

Amenazas y aplausos con 24 horas de distancia

Para muestra del modo en que Compromís engrandece y empequeñece sus órdagos ante los socialistas, el contraste entre la actitud de los portavoces con mayores galones de la coalición en Les Corts y el Senado con apenas 24 horas de diferencia. De avisar al PSPV de que «tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe» (Baldoví) a dar la enhorabuena (Morera) al discurso de la ministra de Hacienda, número dos de Sánchez en el Gobierno y en el PSOE. De advertir, para empezar el curso político, de que la puesta en marcha de un fondo de nivelación para la Comunitat es la condición de Compromís para apoyar los Presupuestos Generales del Estado y cualquier «singularidad» (en relación a Cataluña), a reivindicar la «legitimidad» del pacto entre PSOE y ERC.

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Este martes a mediodía, Joan Baldoví, síndic de Compromís en Les Corts, advertía a los socialistas, que se niegan en redondo a facilitar un fondo de nivelación, que «muchas veces va el cántaro a la fuente y alguna vez se romperá. Cada voto es necesario. Los tratos están para cumplirse y el Gobierno debe cumplir». Desde el PSPV se indicó el lunes, y también se replicó a Baldoví que no, que ese fondo no es necesario porque el Gobierno ya hace, y lleva haciendo desde hace cinco años, las «mayores aportaciones de la historia» a la Comunitat. Al día siguiente, miércoles, Enric Morera, senador de Compromís, intervino durante la comparecencia de la vicepresidenta socialista, María Jesús Montero, en la Cámara Alta. El expresidente del parlamento valenciano reservó sus críticas al PP, defendió a la vicepresidenta y mostró su optimismo respecto a la solución de la financiación. «No doy crédito», admitió cuando se enteró del tono de Morera un ex alto cargo del Consell con carné de Compromís. Y en un nuevo giro de guion, el jueves, Baldoví, respecto a los anuncios de los socialistas en el Gobierno sobre la financiación, aseguró que en su coalición no aceptarán «nada que no resuelva de una vez por todas el problema de los valencianos. Yo, como Santo Tomás, creeré cuando lo vea». Baldoví, incrédulo como Santo Tomás, pero respecto a Sánchez, con la paciencia infinita del Santo Job.

Un lustro de bandazos

Esta secuencia de bandazos se repite desde la llegada de Sánchez a la Moncloa, especialmente en materia de financiación, con un modelo caducado en 2014, cuando el Ejecutivo estaba en manos de Rajoy, si bien la relación de Compromís con los populares era mucho menos comprensiva que con los socialistas, en la Moncloa desde 2018.

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Y quien dice que los socialistas han esquivado las exigencias y amenazas sobre la financiación, dice también sobre la ampliación del Puerto de Valencia, la gestión de los Cercanías, la tasa turística, las inversiones territoriales a través de los Presupuestos Generales del Estado…

Hasta la salida de Mónica Oltra del Consell, Compromís echó algún pulso notable a sus socios en el Consell. La vicepresidenta obligó al conseller de Hacienda, el socialista Vicent Soler, a pasar por una comisión política para confeccionar los presupuestos tras un agitado mes de noviembre de 2020, ese mismo año polemizó con el entonces ministro José Luis Escrivá sobre la gestión del Ingreso Mínimo Vital, y en septiembre de 2021 dinamitó la cumbre que mantenía en Sevilla el presidente Puig con su homólogo andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, al anunciar un acuerdo con el que entonces también era vicepresidente del Consell, el podemista Héctor Illueca, para impulsar una tasa turística a la que se negaba en redondo Presidencia de la Generalitat.

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Compromís apretaba las tuercas, de algún modo, a los socialistas, si bien el coste político personal para Oltra era evidente. El resto de los consellers de la coalición optaban por quedarse al margen de todos esos pulsos. En Madrid, Baldoví encarnaba un Compromís igualmente reivindicativo de boca pero, sin embargo, más amable de facto. Fue Baldoví quien, en 2021, a 48 horas de una manifestación para reivindicar una mejora de la financiación (con el PSPV poniéndose de perfil subrayando que no era «contra nadie») , ofreció una rueda de prensa en Valencia para asegurar que Montero le había avanzado que el Gobierno ya ultimaba una propuesta para un nuevo sistema que sería muy beneficiosa para la Comunitat, aunque luego resultó que no, que era perjudicial.

El propio Puig apostaba firmemente por Baldoví para sustituir a Oltra en el cartel electoral de Compromís de cara a unas elecciones, las de 2023, que el expresidente socialista estaba convencido que ganaría. Se equivocó. Es cierto que el perfil de Baldoví encaja con ese modo en que Compromís ha amagado desde 2020 con una retirada de su apoyo a los socialistas que, finalmente, nunca se produce. El cántaro sigue yendo a la fuente a pesar de que Morera aseguró el pasado mes de marzo que las relaciones con el Gobierno estaban «rotas», así se lo dijo al ministro Óscar Puente, pero donde dijo digo se acabó diciendo Diego. Esta semana, el diputado nacional Alberto Ibáñez se ha encargado de calificar a Puente de «dandy obsoleto». Aún no ha salido nadie de la coalición a piropear al ministro, pero no hay que descartarlo. Para echar y ganar pulsos, Saginashvili, en las antípodas de Compromís, para suerte de Pedro Sánchez y de los socialistas, aquí y en Madrid.

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