BURGUERA
Valencia
Viernes, 20 de julio 2018, 12:03
En los grupos parlamentarios del tripartito estaban ayer con cuerpo de vacaciones. Alguno, incluso ya está fuera de la Comunitat y hasta de España, viajes concertados antes de que se supiese que el pleno de Les Corts sería ayer. Fueron varios los diputados que durante su intervención desearon a los demás que pasen un buen verano. Además, el pleno contaba con sólo seis puntos, sin sesión de control al presidente y concentrado en un día; en realidad, una mañana larga. Ese relajo propio de las fechas estivales, con la cabeza puesta en postales de Hawai y Bombay se tradujo en una escena surrealista que el tripartito comienza a convertir en costumbre cada dos o tres meses. De repente, se desencadena el caos. Socialistas, nacionalistas y podemistas se reprochan la culpa de leyes que quedan estancadas. Ayer le tocó el turno a la reforma puntual de la ley del Consejo Audiovisual. La desidia y cierto aroma a revancha interna por anteriores jugadas similares, recorrió la bancada del Botánico.
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La reforma de la ley iba aprobarse por el procedimiento de lectura única. Para sacar adelante la iniciativa hacía falta una mayoría cualificada de tres quintos de los diputados; es decir, que 60 escaños votasen a favor. Pues no. Finalmente, la norma seguirá una tramitación ordinaria y tendrá que aprobarse más adelante, ante la falta de los votos necesarios para poder hacerlo ayer. Había un par de diputados de viaje, otro con un esguince que no acudió y tampoco había tramitado la baja, tres miembros del Consell con agenda oficial y muy lejos del parlamento, así como alguna que otra ausencia imprevista. Además, los tránsfugas de Ciudadanos estaban enfadados, y su intención era votar que no a lo que les pusieran por delante, algo que según Podemos era sabido por parte del PSPV, que los morados consideran que lo ocultaron. La falta de apoyos agrió el gesto de los morados, causó desolación entre los diputados de Compromís y cierta rechifla entre los socialistas, que si estaban votando esa reforma es porque el podemista Antonio Montiel se plantó hace unas semanas y dijo que la ley del consejo no contaría con los votos de Podemos si no se reformaba. Le prometieron los cambios. Los exigió inmediatos. Le dijeron que vale, pero no vale.
Y si ya iban cortos de votos, para rematar, un veterano de la Cámara, el diputado del PP, Jorge Bellver, se ahorró su intervención y restó tiempo de reacción al tripartito, obligó a pasar a votación en un momento en que faltaban diputados de todos los grupos rivales. Ante la argucia de los populares, a pesar de que el presidente Enric Morera casi se pone a cantar para intentar ganar tiempo y que llegasen refuerzos (mientras la bancada del PP le abucheaba), se votó la admisión a trámite de la reforma. Sin embargo al ponerse en cuestión si se tramitaba por lectura única, al ver que no tenían los votos necesarios para poder aprobar la ley por la negativa de los no adscritos, y corría el riesgo de ser rechazada, el tripartito votó contra sí mismo, es decir, contra esa tramitación especial, por lo que se seguirá el cauce ordinario. Un episodio de «filibusterismo político de manual», según admitieron tanto en Podemos como en Compromís. Ciudadanos, o no se enteró o no quiso cambiar el sentido de su voto, que fue a favor de la lectura única (y se quedaron solos apoyándola), si bien sus caras de extrañeza retrataban lo complicada que puede ser a veces la política, y la vida en general.
En las filas podemistas advierten de que, visto lo visto, la puesta en marcha de ese consejo irá también para largo por muchas prisas que pueda tener el Consell. Continuará.
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