El choque entre Isabel Díaz Ayuso y la dirección nacional por el control del PP en Madrid tensionó la convención nacional, pero la presidenta madrileña concedió una tregua a Pablo Casado que permitió cerrar el cónclave con una imagen de completa unidad. Ayuso se descartó para disputarle el liderazgo nacional a quien hizo de ella su apuesta acabando de un plumazo con el runrún que desde hacía meses recorría los pasillos de Génova. Tiene «claro» que su sitio está en Madrid y así lo proclamó el sábado para satisfacción y alivio de la cúpula popular. Pero un sector del partido recela de ese alto el fuego, que, en todo caso, cree será «temporal». «Aún queda mucho partido por jugar», señala un dirigente territorial.
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Aunque hay quien interpreta las palabras de Ayuso como una moneda de cambio para que la dirección deje expedito su camino a la presidencia del PP madrileño, lo sucedido en Valencia deja sin cerrar el conflicto orgánico. La presidenta de la Comunidad de Madrid no renuncia a sus aspiraciones por el poder regional, y la dirección tampoco da su brazo a torcer. Es evidente que el fenómeno político y comunicativo en que se ha convertido inquieta en la calle Génova, que sostiene que el congreso se celebrará en la primavera de 2022, cuando estaba previsto, y no antes, como quiere Ayuso. «El calendario se mantiene», zanjan fuentes oficiales.
El entorno de la presidenta madrileña justifica sus prisas en la necesidad de tener tiempo para preparar las listas de las elecciones del 2023 y en que el partido vuelva a la normalidad con la misma fórmula que en las demás comunidades. Así se lo trasladó la propia Ayuso a Casado tras su victoria electoral del pasado 4 de mayo. «Y Pablo no le dijo que no», aseguran en la Puerta del Sol, sede del Gobierno de la Comunidad. Desde la dirección trasladan otro mensaje, el de que se le dijo que «no toca» hablar del tema –menos con la convención nacional en el horizonte– y que ya se vería cuando llegara el momento.
A pesar de que aún no hay una decisión tomada, Génova se plantea mantener una bicefalia. Es decir, que Ayuso tenga una «dedicación exclusiva» al frente del Gobierno regional y que el PP de Madrid esté presidido por otra persona centrada solo en el partido. Una tercera vía con la que la dirección nacional evitaría cortar de raíz su influencia en la organización territorial más importante e influyente del PP.
Pero la presidenta madrileña no está dispuesta a ceder. Liderar el partido en su región es lo que hacen los demás presidentes autonómicos del PP. Además, tanto Esperanza Aguirre desde 2004 como Cristina Cifuentes, su sucesora en 2016, simultanearon el cargo de presidentas de la Comunidad y del PP regional durante sus mandatos. «Gobierno y partido van de la mano», aseveró el sábado ante Casado y el resto de miembros de la plana mayor del PP.
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En el equipo de la dirigente quitan hierro a las críticas y se reafirman en la idea de que Ayuso «no quiere más batallas», por lo que tratará de desbloquear cuanto antes la cuestión. Confían en que Casado se avenga a negociar porque, de lo contrario, la alternativa es un enfrentamiento a cara de perro que nadie desea. Tampoco el líder del partido. «Tardará más o menos, pero será presidenta del PP de Madrid», vaticinan en la Puerta Sol.
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