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Patricia Callaghan, durante su turno de última palabra. LP

El drama de Callaghan: diez años de muerte civil

Una de las acusadas en Gürtel relata, durante su turno de última palabra, su calvario personal con el desarrollo incluso de una dolorosa enfermedad autoinmune

A. Rallo

Valencia

Jueves, 19 de octubre 2023, 13:24

El turno de la última palabra ofrece una oportunidad -la última, como su nombre indica- de que los acusados puedan dirigirse al tribunal que les ha juzgado. Es una posibilidad que los abogados no suelen recomendar a sus clientes porque existe el riesgo de arruinar ... una buena defensa. No hay mucho que ganar, pero sí mucho que perder. No sería la primera vez que algo así sucede.

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Por eso, la gran mayoría que quienes aprovechan esta opción se limitan a hechos superficiales del asunto en cuestión. Y se centran más en su propia experiencia, sensaciones y vivencias. Son momentos muy emotivos donde los procesados ponen fin a un episodio de elevadísima intensidad. Suele ser un alivio, casi una liberación.

Este jueves ha tomado la palabra Patricia Callaghan, técnico de Educación Ambiental, imputada por el contrato de sensibilización que se dio desde Vaersa. La mujer ha recordado cómo lleva «diez años de muerte civil». Desde que fue imputada en el procedimiento por «unos hechos que habían ocurrido diez años antes». Y eso que en el plano laboral, es funcionaria de carrera, esta situación no le ha perjudicado. Otros compañeros en esta y otras piezas de corrupción -los ejemplos son innumerables- no han tenido semejante suerte.

«Aquello fue un verdadero shock. Todavía no sé bien qué hago aquí», se sinceró ante los magistrados. El proceso no ha sido fácil, todo lo contrario. «Desarrollé una enfermedad autoinmune, una de las más dolorosas que existen», ha revelado. De hecho, tras su declaración en el juicio tuvo una recaída y se vio obligada a acudir al hospital «para que le reajustaran la medicación».

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La mujer ha afirmado que está «contenta» por haber podido llegar hasta aquí, es decir, hasta la celebración del juicio. No ha aclarado si esa referencia se debía a un temor por su vida o si, por el contrario, se pensó el llegar a una conformidad como otros acusados para evitar todo este sufrimiento pese a defender su inocencia. Pero, al final, se rehizo. «Me ha animado mi familia y mi hijo. Mamá, tú debes continuar hasta el final», ha recordado que le animó. Cuando empezó todo esto, su hijo era un adolescente, tenía 15 años. Hoy cuenta con 25. Demasiado tiempo para tener una vida hipotecada.

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