![Perfil Eduardo Zaplana | Zaplana, el hombre de las mil vidas](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202206/02/media/zaplana.jpg)
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Eduardo Andrés Julio Zaplana Hernández-Soro tiene un nombre suficientemente largo para sustentar cualquier historia. El 21 de mayo de 2018 recibió una llamada en su teléfono móvil. «Me dicen que mañana te van a detener», le anticipó un conocido. El expresidente de la Generalitat ... y exministro de Trabajo no creyó a su interlocutor. Pensó que aquello era un bulo, una broma de mal gusto difundida por algún interés inconfesable. Lo sorprendente es que aquel mensaje era cierto.Unas horas más tarde, los agentes de la UCO lo detenían en su domicilio de Valencia, un exclusivo piso en la calle Pascual y Genís por el que pagaba 3.000 euros de alquiler. El exministro, de inmediato, comenzó a copar los titulares de todas las cabeceras. Como anécdota, ese día, en su agenda, figuraba una entrevista con LAS PROVINCIAS.
De nuevo, la Comunitat mostraba su peor cara, la de la corrupción del PP. La sucesión de investigaciones policiales en la última década se ha cobrado la carrera de numerosos dirigentes populares. Rafael Blasco, Serafín Castellano, Alfonso Rus, José Luis Olivas y Francisco Camps -este último con ocho archivos a sus espaldas- se han visto salpicados por asuntos de esta naturaleza con mayores o menores indicios en su contra. Llamaba la atención en los mentideros políticos que Zaplana permaneciera, 20 años después, libre de cualquier asunto de esta naturaleza. De la hemeroteca queda aquella frase que permite atisbar una ambición, entonces modesta, del expresidente: «Quiero un Opel Vectra 16 válvulas», anunció. Pero tras anularse las escuchas del caso Naseiro no quedaban más que conjeturas acerca de los tejemanejes instalados en la política valenciana.
A Zaplana le había acompañado siempre la suerte en su etapa política. Y ese factor, indispensable en la vida, le valió para abrirse camino en la selva política. Llegó a la alcaldía de Benidorm de la mano de una tránsfuga. En la presidencia del PP se instaló tras el desalojo forzoso de Pedro Agramunt. Dejó la Generalitat en 2002, pero en su periplo disfrutó de suficiente dinero en la caja y de la financiación de unas cajas de ahorros que terminaron hundidas también en el fango de la corrupción.
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Emprendió iniciativas faraónicas como la Ciudad de las Artes y las Ciencias -el proyecto fue del PSPV- o el parque de Terra Mitica, otro foco que terminó trufado de sospechas de cobro de comisiones después de presentarse como una brillante idea para Europa. La edad de oro de la Comunitat coincide, por casualidad o causalidad, con el mandato de Zaplana. Su ambición, no obstante, desbordaba los límites territoriales de la Comunitat. Desde Madrid trató de imponer su mando a distancia en el Grupo Popular y desató aquella lucha sin cuartel entre 'campistas' y 'zaplanistas'. Rita Barberá siempre permaneció al margen de ese control, supervisión a distancia, del líder de los populares. Sólo ella lo superaba en las encuestas de valoración.
En su apogeo, incluido el uso partidista de la antigua Canal 9, se lanzó a por ese perfil de éxito que, en cierta forma también presidía su imagen política. Y todo aquello lo aglutinaba Julio Iglesias. Lo hizo imagen de la Comunitat en el exterior, abanderado del Instituto Valenciano de la Exportación, otro de los instrumentos de la factoría Zaplana. Aquello terminó en desgracia. Con la fuga de José María Tabares y los supuestos pagos al cantante desde paraísos fiscales.
Era y es un tipo arrollador en el trato corto, en lo que se llama la distancia del dinero en el mundo del boxeo. En esa atmósfera en la que alguien logra convencer a otro, ahí Zaplana sí era el «campeón». Por ejemplo, llegó a sumar la voluntad de un hombre como Rafael Blasco, baluarte de la izquierda,y lo embarcó en el proyecto de los populares. Convirtió la formación en un partido líder, que perduró durante dos décadas. De ahí, luego, vivieron otros muchos. En aquel proceso resultó clave, sin duda, la unión del PP con Unió Valenciana. El partido de Lizondo terminó por desaparecer, pero los populares se habían apropiado ya de aquel valencianismo. No le faltó valentía para tratar de zanjar el tema de la lengua con su Académia Valenciana de la Llengua independientemente de que aquello naciera de la voluntad de Aznar para contentar a sus socios catalanes, por aquel entonces igual que hoy, indispensables en el tablero político.
El expresidente siempre ha sido un bon vivant. En sus primeros tiempos en la Generalitat ya lucía un Hublot, una pieza más de la exclusiva colección de relojes que se descubrió con la operación policial. Alguno de estos ejemplares supera los 40.000 euros. La economía de Zaplana siempre fue holgada. También le venía de familia, su suegro, Miguel Barceló, también diputado popular, era un empresario hotelero de Benidorm. El afán de Zaplana le llevó a dar el salto al PP nacional. Fue ministro de Trabajo con José María Aznar y ejerció de portavoz en el Congreso con Mariano Rajoy. Tampoco quiso extender su carrera política a imagen de otros compañeros de organización. No tardó en encontrar acomodo en la empresa privada.Telefónica lo fichó como delegado para Europa. No hablar inglés no fue un problema. Su sueldo rondaba el millón de euros anual. De hecho, su teléfono no fue pinchado durante la operación policial por miedo a una filtración de las indagaciones en marcha.
La investigación de la UCO le atribuyó una fortuna en el extranjero de cerca de 20 millones de euros. Él siempre lo ha negado. De hecho, hoy, cerca de tres años después sigue defendiendo la misma idea: «No he tenido dinero ni cuentas en el extranjero». Zaplana pasó cerca de nueve meses en la prisión de Picassent. Buena parte de los líderes políticos de la Comunitat, desde Oltra a Puig, y del panorama nacional se sumaron a su causa. Todos reclamaron su puesta en libertad por razones médicas. La jueza y el fiscal se negaron. Prorrogaron la prisión mes tras mes y la Audiencia lo ratificó. Insistían en que no había peligro para la vida del expresidente más allá del que podía tener en el exterior por su delicado estado de salud. Zaplana, que pasó lógicos momentos de debilidad en prisión, se rehizo también anímicamente. Reapareció un día desde la cárcel con una carta con motivo del 9 d'Octubre. Incluso su médico se significó públicamente a favor de su excarcelación. Finalmente se le puso en libertad. La jueza lo acordó justo después de recibir una transferencia de Fernando Belhot, supuesto testaferro de la trama, de cerca de siete millones de euros. Y una vez parte del dinero estaba amarrado, las puertas de Picassent se abrieron para el exministro.
Zaplana, en paralelo a su suerte en la política, ha vivido situaciones complicadas y dolorosas. A su leucemia, atajada con un trasplante, se le suman los problemas de salud de su mujer y la enfermedad de su hijo, que murió cuando tenía 22 años fruto de una patología congénita. El golpe que sufrió con la operación policial y su ingreso en prisión le dejó tocado, pero no hundido. No tardó en reaccionar y preparar su defensa. Durante toda la instrucción se ha quejado insistentemente de que la juez y el fiscal le han negado la posibilidad de practicar pruebas de descargo. Entre otras, la declaración de Marcos Benavent y el comisario Villarejo que han insinuado la existencia de un complot o irregularidades en la instrucción que terminó por «destruir» el legado del expresidente. Quien piense que el futuro de Zaplana ya está escrito, no conoce al expresidente.
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