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Rosa Barceló, esposa del expresidente de la Generalitat y exministro Eduardo Zaplana ha remitido una carta donde relata la situación de la familia y del propio político, ingresado en el Hospital La Fe de Valencia desde el martes, proveniente de la cárcel de Picassent, donde permanece en prisión preventiva. Barceló recoge en la carta una serie de notas recogidas el pasado jueves, cuando pudo visitar personalmente a su marido en las dependencias de La Fe donde permanece ingresado. Zaplana asume que la preocupación de su familia se centra en su salud, muy debilitada a causa de una leucemia diagnosticada en 2015, pero centra su mensaje en defender su inocencia y lo innecesario de permanecer en Picassent como preso preventivo por creer imposible tanto fugarse como dificultar la investigación judicial.
«La última vez que vi a Eduardo estaba hospitalizado y, pese a lo duro de la situación, ilusionado con la idea de un comunicado que pensaba hacer público en el día de hoy (por ayer). Eso fue el pasado jueves. Desde entonces, ni a mí ni a mis hijas se nos ha permitido volver a verlo. Nadie nos ha explicado por qué ni con qué fundamento, pero lo cierto es que está, no solo privado de libertad sino, además, incomunicado». Así comienza la carta remitida por Barceló, quien lamenta los rumores sobre el estado de salud del expresidente de la Generalitat y reproduce « de la manera más fielmente posible esas reflexiones contenidas en unas notas que me dio Eduardo el jueves».
«Mi ingreso hospitalario ha generado algún debate sobre mi estado de salud relacionándolo con mi estancia en prisión desde finales de mayo. Quiero empezar afirmando, 'como obviedad', que soy inocente porque no he sido juzgado tal y como reconoce nuestro ordenamiento jurídico, aunque no sea libre por estar sometido a prisión preventiva, estando privado de mis derechos y mis libertades; y si me lo permiten quiero hacer otra afirmación en este caso subjetiva, «soy inocente» por el convencimiento absoluto de no ser responsable de los hechos de los que se me acusa en el Auto judicial que produce mi detención. En el mismo se señala que cobré a través de otros, al parecer testaferros míos, en los años 2005-2006, 6,400.000 euros de la empresa Sedesa por la adjudicación de las I.T.V. (en el año 1997) y del Plan Eólico (en el año 2003 cuando ya no era yo presidente de la Generalitat Valenciana) De las demás cuestiones que hablan, de otras cifras que se han filtrado, no puedo responder en este momento, al no conocer en qué se basan por estar el sumario secreto», comienza la carta de Zaplana, donde afirma que «jamás cobré comisión alguna por unas adjudicaciones públicas y jamás distraje una peseta o un euro de las administraciones públicas a las que serví».
El también exministro asegura estar al tanto de las numerosas personas que se han pronunciado a favor de su excarcelación «por el empeoramiento que ha ocasionado el ingreso hospitalario en que me hallo». Zaplana lo agradece «y lo agradeceré siempre durante el tiempo que me quede de vida». No obstante, asegura «que mi estado de salud no es la principal causa de preocupación para mí (sin duda lo es para mi familia, mis seres queridos y mis médicos) pero para mí por encima de ello está la defensa de mi honor y mi nombre, y el recuerdo que de mi nombre quede a mis hijas y nietos».
El presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, José Vicente Morata, señaló ayer que «dada la situación física por la enfermedad que sufre y al tratarse de una prisión preventiva, coincido con la opinión del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y creo que Eduardo Zaplana debería dejar de estar ingresado en Picassent».
«Es una cuestión de humanidad. Se trata de una persona que todavía no está condenada y que sufre una enfermedad grave. Por ambos asuntos parece lógico pensar que nadie merecería estar pasando lo que está pasando él. Al margen de que sea un expresidente de la Generalitat, se trata de una persona, y estamos en Navidad», explicó Morata.
Zaplana discrepa de los motivos por los cuales continúa en prisión preventiva. Indica que se trata de su supuesta «capacidad para destruir pruebas y el riesgo de fuga», y asegura que de haberse acordado un arresto domiciliario se habría obtenido el mismo resultado: «No sé qué prueba puedo destruir después de siete meses de privación de libertad, ni quien se puede plantear seriamente que en mis condiciones me vaya a fugar de mi país».
El expresidente ironiza con que «se ha llegado a decir en un auto judicial que me trasplante en Houston, señal del nivel de detalle con el que se han leído los informes médicos quienes tuvieron que decidir sobre mi libertad», ya que el trasplante se produjo en España. También cuestiona los argumentos médicos que le mantienen en la cárcel, si bien admite que «esto que escribo puede desgraciadamente ir en mi contra».
Zaplana lamenta que «quien imparte justicia lo termina viviendo a veces como cuestiones de ego personal-profesional y como si de un debate político se tratara», una crítica hacia los jueces y hacia la Justicia, pues se pregunta «¿cuántos años hacen falta para instruir un asunto contra una persona?». Recuerda que la investigación lleva en marcha más de tres años y se pregunta cuánto tiempo deberá permanecer recluido para que se considere que ya no puede destruir pruebas.
«No he tenido la suerte de otras personas, también de notoriedad pública o mayor, que acusados de delitos similares o de mayor gravedad de los que me acusan a mí por las cuantías, se pueden defender sin limitación de derechos y libertades desde sus casas», lamenta Zaplana, quien asegura no aspirar a derechos y libertades que tienen personas «incluso con condenas firmes», y que «no ingresan en prisión».
Juro que no siento envidia por ellos, sino que sinceramente me alegro. Como me alegraría de todo corazón que pusieran en libertad a las dos personas (amigos míos) que ingresaron en prisión conmigo por el convencimiento interno de que su castigo tiene mucho que ver con su amistad conmigo y ser yo quien soy», indica el expresidente sobre los otros dos encarcelados por la Operación Erial. Zaplana insiste en que no se fugaría tanto por su estado de salud como porque «no permitiría yo bajo ningún concepto que mi concepción del honor personal y el legado que dejo fuera de tal indignidad». Reclama que se haga «justicia sin necesidad de destruir a las personas y su entorno», y afirma que cuando se levante el secreto de sumario explicará «todo aquello que la instrucción necesite que aclare» y se despide deseando feliz Navidad.
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