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A Elisa Núñez le gusta la política. Puede resultar extraño en una sociedad tan descreída como la actual, pero se dan casos absolutamente sinceros. Y Núñez es un ejemplo. La ya exconsellera de Justicia lo hubiera hecho mejor en las filas del PP que en las de Vox donde entró con una idea y sale confundida, con un concepto completamente alejado de la propuesta original.
En su momento, se presentó a una especie de casting de candidatos a conseller y resultó victoriosa. Abogada, trabajadora incansable -lo señaló Mazón en su discurso y no es un halago gratuito- y con una imagen y reconocimiento mayor de puertas adentro que de puertas afuera. Suele ser esto frecuente en algunos personajes públicos, aunque lo habitual es a la inversa. En el plano corto «fue una muy agradable sorpresa», comentaron en su día quienes trabajaron con ella en un ámbito, el de la Justicia, donde el más progresista tiene un punto conservador.
Hace casi un año, en un caluroso fin de semana, Núñez cruzaba los dedos en Valencia para que no hubiera una emergencia. El hecho de mantener a los responsables de Emergencias del Botánico en ese tiempo de máximo riesgo fue una de sus primeras decisiones. Y acertó.
Su lealtad a unas siglas le llevó en ocasiones a guardar un respetuoso silencio. Pero eso, en realidad, escondía una relación desagradable. En su carta de ayer, una sonora despedida, apuntó uno de los motivos: «me impusieron un equipo». Núñez nunca se sintió cómoda precisamente por ese motivo. Carecía prácticamente de autonomía frente a la dirección del partido de derecha radical y la supervisión de la lideresa Montserrat Lluis -con ella y el resto de consellers- era cada vez más asfixiante. Todos acataban las órdenes de Madrid con más o menos entusiasmo. No hubo nunca eso que llaman feeling con la dirigencia nacional, circunstancia que sí se daba con sus compañeros de Consell. Y ahí se generaba una atmósfera extraña. Más cómoda en el Gobierno que en el partido y en su propia conselleria. Pero hasta ahora había primado la lealtad a Vox.
No pudo evitar la polémica. En una entrevista con LAS PROVINCIAS erró al no criticar el Franquismo, un fallo impuesto por un temor hacia su partido más que por un pensamiento propio. Las líneas rojas de la formación de Abascal le han llevado, en ocasiones, a predicar un discurso algo lejano de sus postulados. Lo hubiera hecho mejor en el PP. No hay duda. No descarten un regreso. A Núñez le gusta mucho la política.
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