A. RALLO
VALENCIA.
Miércoles, 10 de abril 2019, 00:49
La última sesión del juicio por el regalo de relojes de lujo a Alfonso Grau comenzó con el informe del fiscal. El representante del ministerio público, que mantiene la petición de seis años de cárcel para el político, expuso durante cerca de una hora las debilidades de los relatos del exvicealcalde y el empresario de Transvia. Comenzó con Urbano Catalán, el dueño del conglomerado financiero, que admitió que durante las Navidades de 2010 y 2011 gastó más de 120.000 euros en la joyería Rabat. Pese a esta relevante partida, la mercantil bajo sospecha no ha podido o querido aclarar ni qué artículos compró ni a quién fueron a parar, más allá del genérico «familiares y trabajadores por su jubilación».
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Llamó la atención acerca de que la empresa no citara como testigos a ninguno de esos empleados beneficiados con algún obsequio por su dedicación a la empresa durante el periodo investigado. Recordó también el cambio de versión de Urbano, que pasó de decir que las compras eran a clientes y proveedores para reconducirla hacia sus familiares. El cambio llegó tras su investigación judicial.
El fiscal también incidió en las incoherencias de la versión del exvicealcalde. La acusación recordó que Alfonso Grau reconoció en el juicio la compra de dos relojes de lujo, pero subrayó cómo en su contestación a Hacienda, una vez abierta la inspección, sólo informó de la compra de una de las piezas. Del mismo modo, llamó la atención acerca de por qué no desveló quién de su familia le regaló esos modelos de alta gama (más de 10.000 euros. Esa defensa de su pariente casa poco con este procedimiento. «Si lo hubiera hecho desde el principio a Hacienda -revelar quién se los regaló- este procedimiento no habría existido».
A continuación, defendió la validez de la documentación de la joyería Rabat, discutida con insistencia por las defensas. «La autenticidad se la otorga la propia actuación de los acusados», incidió. De hecho, el empresario pagó las facturas y el político admitió que devolvió dos relojes con independencia de que los procesados rechacen que se traten de las mismas piezas.
Lo que sí carece de cualquier valor, según la acusación, son las periciales de las defensas sobre la trazabilidad de los relojes. Subrayó al tribunal que los expertos ni siquiera habían consultado toda la documentación de la causa. «Únicamente entresacaron cosas que les pudieran venir bien».
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Las fechas de las compras de los relojes es otro de los asuntos cuestionados en el procedimiento. Según la documentación aportada por el empresario Urbano Catalán, él estaba en un hotel de Andorra. Entregó al tribunal una factura a su nombre -lo hizo el pasado lunes sin posibilidad de contrastar- pero «eso no demuestra que él estuviera allí».
Sin embargo, sí consta un contrato con el Ayuntamiento firmado por el propio empresario que acreditaría que ese día, que coincide con una de las compras en Rabat, el acusado se encontraba en la ciudad.
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La fiscalía recordó que no vincula los exclusivos regalos con el amaño de adjudicaciones sino que se trataba de un obsequio en consideración a su cargo; «una forma de engrasar los mecanismos o garantizar que a uno se le tenga en cuenta», precisó el responsable. Además, reclamó otros cinco años por el blanqueo, delito que se cometió al devolver los relojes regalados y sustituirlos por otros de mayor valor. «Trató de esconder los objetos procedentes de un delito», desarrolló el fiscal.
Las defensas de Alfonso Grau y del empresario Urbano Catalán coincidieron en presentar la documentación con la que elabora la acusación como «más falsa que Judas». Así, cuestionaron que los relojes de uno y otro sean los mismos y subrayaron lo incoherente y extraño a las reglas comerciales de que a Grau le devuelvan más dinero del que paga inicialmente el empresario por el reloj. La fiscalía sostiene que el industrial disfrutaba de descuentos en el establecimiento al ser un cliente especial. «El precio es la clave», exclamó el abogado del empresario, quien negó ese trato preferencial en el comercio de la calle Colón.
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La defensa de Alfonso Grau se concentró en desmontar el delito de blanqueo. El letrado insistió en que no se dan los requisitos del tipo porque el reloj no procedía de un origen ilícito -no era robado, por poner un ejemplo- «sino que ya estaba en el tráfico legal a la venta en un comercio; no hay distorsión económica», subrayó. Además, añadió que con ese supuesto blanqueo lo que está haciendo, en realidad, es todo lo contrario ya que lo pone al descubierto. En esta misma línea insistió en que si el exvicealcalde hubiera querido esconder la supuesta procedencia de estos modelos, «lo más fácil para ocultarlo es quedárselo».
El juicio quedó visto para sentencia sin que Grau ni Catalán quisieran hacer uso de su turno de última palabra. La misma sala donde se ha celebrado este juicio, la Tirant, acogerá el próximo lunes el siguiente proceso por corrupción: la segunda parte del caso Cooperación.
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