Gabriela Bravo nunca dejó en su cabeza de ser fiscal y ahora volverá a serlo, después de un paréntesis de diez años. Una década en ... política, a la que ahora renuncia. La exconsellera de Justicia, Interior y Administración Pública en los gobiernos de Ximo Puig ha comunicado en Les Corts su renuncia al acta de diputada y a su cargo como vicepresidenta segunda del parlamento valenciano. En 2015 llegó al Consell del Botánico con la vitola de experta jurista. Un perfil muy técnico, con una amplia experiencia en todo lo relacionado con la actividad judicial. Había sido vocal del CGPJ. Sin embargo, pronto cobró un gran protagonismo, al ejercer de dique, tapón o contrapeso de las ideas e iniciativas de Compromís, la otra gran pata del Botánico junto al PSPV. Esa figura se agrandó año tras años hasta finalmente convertirse en la pieza antagónica de Mónica Oltra, la vicepresidenta que ejercía como el motor de la coalición socia, y a la vez rival, de los socialistas al frente de la Generalitat. Bravo velve a la Fiscalía justo cuando se cuestiona la figura del fiscal general del Estado, lo que ya ha provocado algún comentario sobre si ambas situaciones están relacionadas. Durante su última etapa en la Fiscalía, Bravo estuvo destinada en la sección de Delitos Económicos.
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Bravo, durante su etapa como consellera, hizo un esfuerzo por dotar de más medios a los operadores jurídicos y también en la rehabilitación de sedes judiciales. Sin ir más lejos. La reforma del TSJ comenzó durante su mandato. También resolvió con eficiencia alguna de las crisis como el gran incendio que asoló parte del edificio de la ciudad de la justicia. los problemas, en cambio, llegaron en el área de emergencias. Ella era la consellera responsable cuando se produjo el incidente con el tren de Bejis, un convoy con más de medio centenar de pasajeros, que por fallos de comunicación se vio envuelto en un incendio forestal. Nunca dio suficientes explicaciones y la investigación judicial sigue hoy pendiente de la reapertura. Entre sus aportaciones más personales, un empeño, está la abolición de la prostitución, un terreno en el que también chocó con Compromís. Gabriela Bravo fue al Botánico lo que Carmen Calvo al gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos a nivel nacional.
En cualquier caso, el aspecto que le generó más quebraderos de cabeza en su gestión, por cantidad y prolongación en el tiempo de esos problemas, fue su gestión de la actividad del funcionariado de la Generalitat. Bravo necesitó las dos legislaturas prácticamente enteras para lograr aprobar su ley de función pública. El motivo principal era el requisito lingüístico. Porque si la exconsellera se convirtió en una especie de contrapeso de Oltra en el Gobierno valenciano, con reiterados enfrentamientos especialmente por asuntos en los que su actividad y la de la exvicepresidenta se relacionaban (todo lo vinculado a la Igualdad y violencia de género), Bravo presentó una batalla casi antropológica a Compromís con todo lo relacionado con la lengua. Mientras los nacionalistas exigían el valenciano como obligación, la exconsellera batalló para que fuera un mérito, lo que en el ámbito de la Sanidad supuso un tremendo choque.
La fiscal era, ideológicamente, la consellera más centradas del Botánico, por lo que, consecuentemente, su relación con Compromís era la más tensa. Además, en lo personal, sus enfrentamientos con Oltra fueron constantes, dos políticas de fuerte carácter, fuertes convicciones y propensas a las filias y fobias extremas. Un cóctel tremendo.
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Es imposible, en cualquier caso, obviar que su figura política también cobró matices muy peculiares al conocerse su relación sentimental con Ximo Puig. Bravo fue la única consellera socialista que se mantuvo en el puesto las dos legislaturas completas. Su evidente cercanía con el presidente le otorgaba influencia, pero también un plus de críticas a su gestión y a su figura política. El incendio de Bejís supuso un serio desgaste en el tramo final de la última legislatura del Botánico.
Al pasar a la oposición, Bravo se convirtió en una pieza de difícil encaje para el PSPV, especialmente tras la marcha de Puig a París como embajador de la OCDE. Su nombramiento como vicepresidenta segunda del parlamento valenciano garantizó a los socialistas contar con una persona muy preparada en la Mesa de Les Corts, donde batalló la mayoría de PP y Vox, especialmente en todo lo relacionado con la violencia de género. No obstante, Bravo también ha actuado como un contrapunto muy legalista frente a las intenciones de la presidenta de Les Corts, la voxista Llanos Massó, algo que incluso ha venido bien al PP para contener algunas iniciativas de Vox. En cualquier caso, su perfil público en términos políticos se ha ido rebajando con el paso de los meses hasta que, ahora, anuncia su dimisión.
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