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Burguera
Jueves, 28 de noviembre 2024, 12:05
La llegada del teniente general Gan Pampols al Consell en calidad de vicepresidente de la reconstrucción ha generado una gran expectación. Por un lado sobre lo que conseguirá, pero también, por parte de los más escépticos por si el militar podrá acostumbrarse a los modos ... de la política, un terreno minado y desconocido para él, a pesar de estar acostumbrado a contiendas bélicas reales de gran envergadura. De hecho, Gan Pampols, a pesar de intentar contener su gestualidad, no ha podido evitar transmitir una sorpresa que rozaba el disgusto y la incomodidad frente a lo que ha asistido en Les Corts, uno de los plenos más tensos de la legislatura, el primero ordinario después de la DANA.
Porque la izquierda (PSPV y Compromís) y la derecha (esencialmente el PP) se han cruzado reproches durísimos sobre su papel en la DANA. Al presidente de la Generalitat le han reclamado la dimisión y el dirigente popular y sus consellers han acusado a la oposición de intentar sacar rédito político de la devastación. Gan Pampols ha llegado acompañado del presidente Mazón. Ciertamente, al no ser diputado, no tiene obligación de acudir a Les Corts, y probablemente se lo planteará después de asistir a una sesión en la que ha recibido acusaciones directas.
Los socialistas, por boca de Rosa Peris, le han acusado de aprovecharse de la debilidad del Consell tras la DANA, de que Mazón no encontraba perfiles para su nuevo Gobierno, para procurar un sueldo similar a lo que ganaba cuando ejercía como teniente general, un grado militar que conserva a pesar de que estaba retirado. Gan Pampols ha vuelto a un ambiente bélico, pero ahora en términos políticos. Por parte de Compromís, se le ha mencionado indirectamente. Joan Baldoví ha asegurado que Mazón se «esconde detrás due sus galones» porque no quier dar la cara.
Su primera sonrisa, o más bien media sonrisa, se ha producido hacia las 11.30 horas, hora y media después de comenzar el pleno, ya durante las votaciones de los puntos del orden del día, ya con el debate finalizado. Dos minutos más tarde ha abandonado el hemiciclo, otra vez acompañado por Mazón, y su salida ha sido protegido de las cámaras por parte de los responsables de seguridad de Les Corts, haciendo las veces de escolta del convoy gubernamental. Gan Pampols, ya con una distancia de seguridad ante los medios de comunicación ha disculpado su silencio y salida precipitada asegurando que tenía una entrevista que dar.
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Durante esa hora y media, sus primeros 90 minutos sentado en los escaños del Consell dentro de un parlamento, Gan Pampols ha tenido que adaptarse a unas difíciles circunstancias. El vicepresidente ha prestado mucha atención a los tiempos de intervención de las preguntas y el Consell. Ha comenzado a tomar notas en una agenda Moleskine cuando el socialista Muñoz ha comenzado el turno de intervención de la oposición. El teniente general observaba la tribuna de invitados mientras escuchaba indicaciones de la consellera de Hacienda, Ruth Merino, que le explicó alguna de las particularidades de una sesión parlamentaria.
Gan Pampols ha mantenido un gesto pétreo durante la mayor parte de la sesión de control, pero no siempre. En realidad, iba girando la cabeza alternativamente hacia su derecha e izquierda, como el testigo de un partido de tenis, frente a los duros reproches que se han dedicado oposición y Consell. A él, incluido. Como cuando Peris le ha acusado de aprovechar la situación para contar con una retribución similar a cuando ejercía como militar. Gan Pampols ha levantado una ceja mientras apuntaba algo en su agenda.
La mayor parte del tiempo ha asistido el rifirrafe con los brazos cruzados. Sin aplaudir a nadie, obviamente no a la oposición que incluso le atizaban a él, pero tampoco a Mazón o al resto de consellers que han participado. Brazos firmemente cruzados durante una hora de fuego cruzado. Con un gesto de incomodidad y disgusto evidente.
Ni siquiera, cuando la vicepresidenta Susana Camarero o la consellera Merino se han dirigido a él con algún comentario y media sonrisa ha relajado el gesto. Muy serio. No ha bajado los brazos y mostrado algo de relajación hasta que, ciertamente, el debate ha rebajado su tensión cuando ha llegado el turno de palabra de Vox, que ejerce una oposición en una versión bastante menos dura que la izquierda. De manera constante ha ido escribiendo en una agenda que ha cerrado para irse después de haber tomado nota del calibre de los reproches que se utiliza en Les Corts.
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