La relación entre la calle Génova y el PP valenciano ha pasado por distintas etapas, desde el amor más intenso hasta la desconfianza recíproca. De aquel «ejemplo de lo que quiero hacer en España» que clamaba Mariano Rajoy en los mitines en la plaza de toros cuando aspiraba a llegar a la Moncloa y envidiaba el poder institucional de Francisco Camps, a aquel otro cordón sanitario, ya con los populares en el Gobierno central y el PPCV arrollado por los casos de corrupción, que llevó a Madrid a despegarse de todo lo que sonara a valenciano -en nombramientos y también en decisiones- no fuera cosa que acabara viéndose contagiado.
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La repetición de elecciones generales, el cambio de ola y la percepción extendida -gracias a las encuestas- de que los comicios del 10-N le vienen en buen momento a los populares, parece contribuir a recomponer las relaciones entre la calle Génova y la dirección del PP valenciano.
Con las heridas que dejó la elección de Pablo Casado como presidente nacional -con la apuesta de la cúpula de los populares de la Comunitat por Soraya Sáenz de Santamaría-, con las discrepancias entre los aparatos de los dos partidos por cuestiones orgánicas en la confección de listas, y con las siempre significativas interferencias generadas por intereses paralelos (del propio partido), la percepción más extendida apuntaba a la imposibilidad velada de que las relaciones entre los equipos de Pablo Casado e Isabel Bonig pudieran recomponerse.
Antes de que el 10-N figurara siquiera en la mente de los más pesimistas, había quien daba por hecho decisiones traumáticas con carácter inmediato. Hasta llegó a plantearse la posibilidad de un congreso extraordinario antes de fin de año para propiciar cambios en la dirección. La inestabilidad en el PP de la provincia de Valencia, la llegada de Carlos Mazón a la presidencia de la Diputación de Alicante y la salida de Pepe Ciscar de la presidencia provincial, todo parecía aliarse en contra de la dirección capitaneada por la presidenta Isabel Bonig.
Pero las cosas han cambiado. La convocatoria electoral, el feeling con Carlos Mazón o la sintonía recuperada con Teo García Egea han contribuido a alejar fantasmas y a reforzar a la dirección regional de Bonig. En el último mes y medio la presencia de Casado y del secretario general de los populares se ha multiplicado en la Comunitat.
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Este 9 d'Octubre el presidente del PP participó en el acto institucional y en la procesión cívica, y hasta se quedó a comer con los principales cargos del partido. Un almuerzo como muestra de la creciente sintonía con la dirección nacional, con el presidente nacional satisfecho de la acogida que había tenido por las calles de la ciudad. Con Casado en la mesa, las rencillas entre quienes tratan de referenciarse en la provincia de Valencia se aparcan (se aparcaron), y la visibilidad de Mazón se hace aún más evidente.
¿Consecuencia? Alicante acogerá el próximo día 19 la reunión de la intermunicipal del PP. Una cita de carácter nacional, con la presencia de Casado y García Egea, con tribuna para Bonig y probablemente también para el propio Mazón. Un gesto de confianza hacia el PP valenciano, y al alicantino en particular, con la cita del 10-N en el horizonte y con la percepción de que un buen resultado puede contribuir a pacificar aún más la convivencia entre la dirección regional y la calle Génova.
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Pasados los comicios y las fiestas llegará el momento de los congresos provinciales, con todos los focos puestos sobre el de Valencia y la necesidad de pacificar un partido quebrado en varios trozos. En ese momento, la complicidad entre Génova y la dirección regional podría resultar clave.
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