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El presidente de Esquerra Republica, Oriol Junqueras, está de gira por la Comunitat predicando la palabra del independentismo catalán. Se preveía temporal pero no. ... Esperanza, amor y entendimiento, según el líder de ERC, que generó tremenda expectación mediática a tenor de la profunda convulsión social que se suponía que supondría que Junqueras pisase tierras de Valencia. El huracán, finalmente, no ha levantado gran polvareda una vez ha tocado suelo de la capital del Turia. El dirigente republicano ha propagado un discurso optimista, enarbolando la bandera del diálogo entre diferentes. En À Punt ha lamentado el espionaje a los dirigentes independentistas y los escasos avances en las negociaciones con el Gobierno central en relacionado con las aspiraciones separatistas del Govern catalán.
Posteriormente, en un encuentro con periodistas, ha evitado por todos los medios pronunciarse sobre la relación (escasa) entre el Consell de Puig y el Ejecutivo de Aragonés. Varias personas del entorno de Junqueras se apostaron a las puertas de la sede de ERPV en Valencia media hora antes de su llegada. Junqueras, al llegar, admite no saber nada de la situación del Consell, con Marzà dimitiendo y Bravo sugiriendo que Oltra debería dimitir. No ha ido más allá de comentar que ve a Compromís en una situación «muy mejorable». Preguntado si había cenado la noche anterior con Joan Ribó, alcalde de Valencia, ni confirma ni desmiente. O venía de Suecia, complicado, o se ha hecho el sueco, probable.
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Junqueras, ha justificado la ausencia del Govern en el debate sobre la financiación por considerarlo inútil, una novela ya leída, y ha asegurado que si no respaldan las reivindicaciones valencianas de un incremento de los fondos es para «no perjudicar» las reclamaciones de la Comunitat. Y el Consell sin darle las gracias, más bien al contrario, porque la no presencia de Cataluña en las negociaciones con el Estado debilita de manera evidente las posiciones de las regiones infrafinanciadas, la Comunitat, pero también Baleares, Murcia o Andalucía. Según el barroco razonamiento del líder de ERC, el mayor favor que el Govern le puede hacer al Consell es no secundarle ante el Gobierno central en las exigencias de una mejora de la financiación. A mediodía ha acudido a la Universitat de Valencia, un acto que había generado una gran expectación.
Horas antes, en el Campus de Tarongers se había instalado una especie de cordón de seguridad ante una puerta lateral de la biblioteca Gregori Maians. Más de una veintena de guardias de seguridad realizaban diversos filtros para comprobar quién accedía al salón de actos, con una capacidad para unas 150 personas y en el que se quedaron vacías un tercio de las butacas. En la calle del campus, repleta de terrazas, cientos de universitarios disfrutaban del sol de mayo, ajenos a especulaciones sobre qué pasaría. Cuando faltaban diez minutos para que llegase Junqueras, una docena de jóvenes colocaron una bandera de la Comunitat y otra de España en las vallas que servían para acordonar la entrada. Frente a ellos, unos asistentes a la conferencia del líder de ERC colocaron una bandera independentista. Junqueras llegó en un coche que entró en el parking con acceso a la entrada lateral, emergió del aparcamiento y por mientras bajaba por la rampa con acceso directo al recinto se oyó claramente el grito de un joven, insultándole. Y ya. Había más tensión por lo que podía pasar que por lo que en realidad estaba pasando.
Dentro de la sala universitaria, Junqueras disertó sobre la importancia de mantener la «esperanza» de transformar la sociedad (en el sentido de sus preferencias, obviamente) frente a los intentos del poder de imponer el 'statu quo' a través del «miedo». El auditorio estaba mayoritariamente de su lado. Grandes aplausos al finalizar una conferencia de 40 minutos. Turno de preguntas. Apoyos incondicionales y solidaridad por el tiempo que ha pasado preso, según señalaron algunos intervinientes. Por otro lado, preguntas con carga de reproche por el modo en que el 'procés' obvió la opinión de gran parte de la sociedad catalana. Ante todo ello, Junqueras, ofreciendo diálogo, paz y amor. A las 13.15 horas, todo acabó. El huracán pasó. Los universitarios siguieron tomando el sol en el campus. Ni rastro de algaradas españolistas, disuadidas quizá por un numeroso grupo de vigilantes de seguridad que, según el sindicato de estudiantes organizadora del acto, la Universitat les había obligado a contratar para evitar disturbios.
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