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La política de la última década se ha convertido en el salón de las más bajos instintos humanos. Allí, en esa estancia, que puede ser ... un hemiciclo o cualquier pleno municipal, bailan en pareja o individual, la venganza, el odio, el insulto, la envidia y el desprecio. La mala educación es el imprescindible ticket para ese mundo que parece tóxico desde el exterior y adictivo desde sus entrañas. La dana sólo ha multiplicado el bagaje acumulado de legislaturas pasadas. La sensación es que faltan oradores brillantes, pensadores y lo que parece más sencillo, personas capaces de aglutinar consensos más allá de los partidos. ¿Es la política el reflejo de lo que somos? ¿Se trata de una muestra representativa de la ciudadanía o, al contrario, es una de las peores selecciones? Las calificaciones del «galgo de Paiporta» a Pedro Sánchez por parte de Isabel Díaz Ayuso, o las de «caniche de Gandia» y «ratonera» a Bernabé por parte de un diputado del PP son los ejemplos más recientes del turbio ambiente.
Dos factores de este último año y medio han ejercido como supuestos elementos dinamizadores de esta atmósfera que arrancó en 2015 con Podemos. Por un lado, la llegada de Vox a las instituciones de la Generalitat. Sus tres consellerias en esa primera legislatura corta de Mazón y determinados posicionamientos activaron la agresividad de una izquierda todavía conmocionada por la pérdida del Botánico.
Y luego, sin duda, la dana. El enfrentamiento entre Administraciones a raíz de la reconstrucción, pero que tiene su génesis en todo el desarrollo del 29 de octubre ha roto todos los puentes de diálogo entre partidos y también algunas líneas rojas que se habían mantenido siempre a salvo. Por ejemplo, ya no se respeta ni la vida privada, tal y como demostró Sánchez al preguntarle a Rafael Hernando (PP) por su mujer. Todo vale. No se puede excluir al presidente del Gobierno de esta olla a presión del ecosistema político.
El último episodio se produjo esta semana en Les Corts. El nivel de los debates es inversamente proporcional al de tensión entre las bancadas rivales, ya casi entrando en el terreno de la enemistad personal. Aún quedan diputados que mantiene relaciones razonables, a pesar de las discrepancias, pero se trata de una consideración que cada vez es más complicada con cruces de acusaciones de alto voltaje y grueso calibre. Esta semana tras sus respectivas intervenciones, entre ambos se dedicaron un «payaso». Mensaje de ida y vuelta. Incluso el vicepresidente de la Mesa, Alfredo Castelló, participó en el exabrupto.
Especialmente destacada –en lo negativo– fue la intervención del diputado del PP José Ramón González de Zárate. «¿Quieren que gobierne la 'caniche de Gandia'?», dijo en referencia a la ministra Diana Morant. Este representante de la soberanía popular también tenía ganas de hacer comparaciones caninas con Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en la Comunitat, a la que calificó de «la ratonera de Valencia». Bernabé se ha erigido en una de las grandes figuras de la crisis política de la dana. Su rol ha sido premiado por el PSOE –es la número 4 del partido–, además de que la investigación judicial, de momento, apunta a su exculpación. La juez considera que su actuación en el Cecopi fue correcta.
No parecen expresiones propias de un parlamento. Pero el titular de estos improperios, lejos de pedir disculpas, se reafirmó. Al cabo de unas horas publicó en la red social X (antiguo Twitter) el siguiente texto: «Yonki de la mentira, sinvergüenza, asesino, inhumano, indigno, vomitivo, cobarde, indecente, ninot de la extrema derecha, xenófobo, miserable… Todo esto soltó ayer la izquierda en Les Corts, pero de esto ni se habla ni sale en medios. Muy 'educado' todo…»
La sesión fue bronca como, por otra parte, parece la tónica de los últimos años. Compromís suele resultar especialmente activo cuando se sabotean las buenas costumbres. Joan Baldoví ya había hablado de «moniato» para referirse a Mazón. Apuntaló sus apreciaciones esta semana con «ninot de la ultraderecha», además de «miserable».
Papi Robles, líder de la formación naranja en el Consistorio, también apostó por el espectáculo. Trató de colocar al presidente un adhesivo con la inscripción 'Mazón dimisión' cuando el líder popular salía del Ayuntamiento de Valencia. Parecía más la travesura de un adolescente que de la principal representante del segundo partido de la ciudad.
El PSPV también guarda en la hemeroteca algunos episodios sonrojantes. El exdiputado autonómico David Calvo superó todas las líneas rojas al alentar en redes sociales la violencia contra el president de la Generalitat, Carlos Mazón. Así, en un mensaje referido al dirigente popular, adelantó que estaba «a una mentira de convertir los insultos que recibe por las calles de Valencia en hostias como panes».
La presión también se ha instalado en la calle. La indignación de las víctimas y la versión un tanto errante del Consell, y en numerosas ocasiones confusa, ha disparado los ánimos. Todo el foco se ha puesto en el presidente Mazón tras los ceses de la consellera Salomé Pradas y su compañera, Nuria Montes. La falta de explicaciones acerca de qué hizo en la tarde del 29 de octubre ha sustentado un clima de tensión que se mantiene cinco meses después de la dana. Los gritos de «asesino» se reproducen en algunos actos públicos. Y en esas concentraciones, no siempre espontáneas, han aparecido también, como miembros activos, representantes de Compromís.
Existen otros círculos próximos a la política donde el espíritu de los mensajes también se ha visto corrompido. Por ejemplo, el sindicalismo. Ismael Sáez, de UGT. El dirigente suele mantener un tono comedido, aunque crítico, con el PP. Pero en el congreso del PSPV, quién sabe si impulsado por el ambiente o por su próximo retiro, soltó un «caradura» a Mazón. Este comentario derivó después en la reacción de un Consell molesto ante un mensaje descalificativo. De hecho, la vicepresidenta reveló las subvenciones de dos millones de euros, una circunstancia que suele molestar a las organizaciones sociales.
¿Cómo hemos llegado a este punto? Un diputado con cierta trayectoria parlamentaria establece un claro inicio de este proceso de degradación pública: la irrupción de Podemos en 2015. «Apareció una nueva forma de hacer política.
Fue entonces, por ejemplo, cuando comenzaron los escraches». Allí se rompieron algunas líneas que los dos grandes partidos habían mantenido hasta la fecha, como el consenso o la colaboración en los grandes asuntos.
Luego tampoco ayudó «el nacionalismo catalán con sus mensajes». La reacción a estos dos fenómenos, en el plano dialéctico, ha sido protagonizada por Vox y otros satélites de la derecha más radical. «Y en ese sentido los partidos más moderados han radicalizado sus mensajes», concluye.
El dirigente también lanza una reflexión hacia los medios. «Claro que hay propuestas y reflexiones interesantes, pero no se dan porque quedan 'tapadas' por los insultos». Pero aún con la validez de esta tesis, si no existieran los insultos y las salidas de tono, habría más espacio para lo constructivo. Tampoco las redes sociales han sido un elemento que haya contribuido a la pacificación. Mensajes impulsivos que son jaleados por los más fieles.
Otra diputada, de signo contrario al anterior representante y con experiencia de tres legislaturas, recuerda aquella etapa. «Hubo momentos duros, complicados, difíciles... Pero nunca había escuchado cosas como las de ahora, aunque es cierto que no había ocurrido nada tan desgraciado y brutal como la dana, en referencia a la dana. «Pero no recuerdo groserías ni faltas de respeto». Y fuera, en los pasillos, existía una gran cordialidad. «Es cierto que la memoria te lleva a almacenar lo mejor que te ha pasado en la vida», admite ante una visión edulcorada de otros años.
La dirigente recuerda que la cordialidad se rompió a raíz de la irrupción de Mónica Oltra y sus camisetas en Les Corts con duros mensajes a Francisco Camps. Fue otro punto de inflexión. Esta legislatura, por otra parte, ya arrancó movida. En verano de 2023, Rebeca Torró, entonces diputada autonómica y hoy secretaria de Estado de Industria –todo el núcleo duro de Ximo Puig ha encontrado acomodo– llamó «ladrón» al presidente Mazón. Pareció entonces que se cuestionaba la legitimidad del líder popular, el partido más votado en las urnas. Estas declaraciones se produjeron tras el pacto del PP con Compromís para un puesto en la Mesa de Les Corts.
Cinco meses después de la dana el enfrentamiento entre el Gobierno y la Generalitat se mantiene. La síndica adjunta del GPP, Laura Chulià, pidió recientemente «rebajar la crispación y trabajar más por la reconstrucción». El PP acusa al PSPV de intentar rentabilizar el dolor de las víctimas. «Más que por la reconstrucción, apuestan por la desestabilización», señalan. Desde el PSPV, en cambio, se sostiene que la estrategia del PP es mantenerse en el poder a toda costa. Y, en medio, las víctimas. Una vez más.
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