Un padre y un hijo colombianos fueron detenidos este mes en la puerta de llegadas internacionales del aeropuerto de Barajas. Policías nacionales de paisano especializados en la lucha contra el crimen organizado los condujeron a una sala discreta, sin perder de vista sus maletas. En su interior, bien embaladas en cajas, guardaban una máscara ceremonial precolombina de oro macizo y otras cuatro piezas del mismo metal y de enorme valor histórico. Llegaban a España, vía París, donde habían intentado vender el botín sin éxito. Horas después, condujeron a los investigadores hasta una caja de seguridad alquilada en Madrid. Dentro había otras tres reliquias de arte prehispánico. En total, seis piezas de oro y dos de piedra –estas últimas procedentes de Costa Rica– con un valor de mercado de un millón de euros.
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Fue el desenlace de una operación conjunta entre la policía española y la colombiana con la que los investigadores consideran que han desmantelado una red de expoliadores de arte vinculada al aparato de blanqueo de capitales de uno de los principales cárteles del narcotráfico. Eran los encargados últimos de convertir en dinero con apariencia legal las piezas compradas a los saqueadores de tumbas y yacimientos, principalmente ubicados en departamentos de la costa sur del Pacífico colombiano como Nariño o Cauca. Ellos trasladaban a Europa, a Rusia o a China las joyas históricas, donde se las vendían a marchantes, subastadores, mercados o galerías de arte.
La captura en Madrid del cabecilla de la red desencadenó varios registros en Colombia, en inmuebles de su propiedad, que permitieron recuperan 243 piezas prehispánicas más, que estaban ya embaladas para su venta ilegal. La policía de ambos países asegura que se trata de la mayor intervención de obras de arte expoliadas en la historia de este estado suramericano, «con un valor incalculable».
La máscara ceremonial y varias de las piezas recuperadas en Madrid proceden de los culturas amerindias Tumaco y La Tolina, que se desarrollaron con gran esplendor y riqueza en los siglos previos al nacimiento de Cristo en las costas del sur de Colombia y del norte de Ecuador. Fueron culturas politeístas con deidades como el jaguar, la serpiente, el águila o el caimán, con un sistema social muy jerarquizado y dominado por la clase sacerdotal, que celebraba con frecuencia ceremonias religiosas en las que se consumían plantas estimulantes y se usaban máscaras como la requisada, que pretendía ser vendida por 200.000 euros.
Otra de las joyas de oro recuperadas de enorme valor es una balsa ceremonial con tripulantes que se considera una pieza precolombina casi única. Solo hay otra semejante en el Museo del Oro de Bogotá. Los expertos tienen referencias de una tercera, pero que está en paradero desconocido. El resto, todos trabajos de una gran calidad, son un juego de pendientes, las figuras de un dios y un pájaro y un colgante de oro, la cabeza de un jaguar tallada en piedra y un gran colgante semejante al jade.
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Las piezas quedarán expuestas temporalmente en Madrid, en el Museo de América, cuyos técnicos junto a especialistas llegados de Colombia deberán certificar la autenticidad de las joyas expoliadas antes de mandar las seis de oro de regreso a este país suramericano y las dos de piedra a Costa Rica.
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