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JC. Ferriol Moya, Burguera ., A. Rallo y Arturo Cervellera
Valencia
Domingo, 24 de diciembre 2023, 01:22
No existe camino más complicado que el tomado para buscar un líder. Si en las organizaciones deportivas o sociales estos emergen casi de manera espontánea, en los partidos políticos se trata de un proceso traumático no exento de alguna que otra traición. De tal forma, ... que el resultado se ignora si es la mejor opción o la menos mala. En cualquier caso, responsabilidad de los militantes. En la necesaria búsqueda de referentes andan ahora los tres grandes partidos de lo que fue el Botánico. Una derrota electoral que te expulsa del poder siempre pasa factura.
El PSPV ya ha comenzado el proceso para decidir quién será el próximo secretario general y, como suele ser habitual, candidato a la Generalitat. O no. En un procedimiento como este, convulso por su propia naturaleza, y con la materia prima que se trabaja, un PSPV de génesis autodestructiva cuando esta lejos del poder, conviene no dar nada por supuesto. Son varios los que se sitúan en esta carrera por el liderazgo del PSPV, con mayor o menor intensidad, sin olvidar la influencia o mecenazgo que pueda ejercer Ximo Puig, último líder y presidente de la Generalitat durante ocho años.
Hay dos apuestas más ganadoras que el resto. Por un lado, la del diputado nacional Alejandro Soler, secretario general de los socialistas alicantinos, con alianzas muy cosidas en el entramado orgánico de los socialistas en la Comunitat. El dirigente, en una entrevista con Todo Alicante, admitió que estaba dispuesto a ocupar las más altas responsabilidades siempre que los militantes así lo decidan. Soler, en esa misma charla, no se opuso a que existiera un secretario general y otra persona para aspirar a la Generalitat. Una fórmula un tanto excepcional para la organización socialista y, en realidad, para cualquier otra por las dificultades de compartir una bicefalia y las distorsiones que esto pudiera producir.
La otra aspirante con más fuerza es Diana Morant, la ministra de Ciencia y Tecnología, la persona que por aquello de ser miembro de Gobierno aparece como la apuesta sanchista. Hasta el momento no se ha producido una manifestación en este sentido por parte de los protagonistas. «Sou vosaltres qui heu fet/ del silenci paraules», canta Lluis Llach. La mudez de Morant y de Ferraz están siendo claramente interpretados. Todos las miradas, en realidad, se dirigen hacia ella y se intuye como una atmósfera favorable, especialmente en el que era el núcleo de poder de Ximo Puig, hacia la exalcaldesa de Gandia.
Y todo pese a que la ministra ni ha destacado por el éxito en su gestión (al menos en lo que se refiere al provecho para la Comunitat, como con el asunto de la Agencia Espacial, que acabó en Sevilla y no en Elche) ni por sus especiales habilidades como política en términos orgánicos. Más bien ha seguido en el Gobierno -incluso aumentado sus competencias- con aquello de no hacer mucho ruido. No ha generado ningún incendio en Moncloa. No limpia, pero tampoco mancha.
Tanto la opción de Morant como la de Soler sufren inconvenientes en el caso de ejercer el liderazgo en esta primera legislatura del PP de Mazón. Ni Soler ni Morant cuentan con un púlpito institucional valenciano donde hacer oposición. Ambos lo tienen en Madrid. Opositar a distancia no suele dar buen resultado. Más todavía en el caso de Morant, que debería compatibilizart su puesto en el Gobierno con el de ser la líder de la oposición en la Comunitat. En el caso de Valencia, Sandra Gómez tampoco tiene fácil repetir después de tres intentos sin demostrar pujanza electoral.
El alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, es otra de las piezas del tablero. Sus opciones quedaron lastradas al frustrarse el pacto con Ens Uneix (el partido de Jorge Rodríguez) por el que sería presidente de la Diputación de Valencia. Lo rozó con los dedos, pero el intento resultó fallido, de modo que sus bazas son peores. Su sintonía, o no, con Soler (lo que puede llevar al pacto de una lista conjunta) puede resultar determinante para un congreso plácido o, de nuevo, el enfrentamiento interno entre líderes locales con resortes orgánicos y una rival bendecida. Sobre la decisión, se sabe cuándo (febrero) pero no dónde se celebrará el congreso, ni quién.
En Compromís ya saben que hay vida después de Mónica Oltra, y la exvicepresidenta también sabe que hay vida después de Compromís. Para la coalición, no obstante, es una vida peor. Oltra no garantizó la victoria, pero sí la pujanza. La dimisión de la exministra, en junio de 2022, supuso el principio del sueño del poder en Compromís, que despertó al año siguiente ya fuera de la Generalitat. Se eligió el mal menor, la candidatura de Joan Baldoví, a sabiendas que era una solución de urgencia y sin continuidad. El diputado y portavoz en Les Corts tiene 65 años. Aún más mayor es Ribó, que sí parece haber dejado paso en el Ayuntamiento de Valencia, el otro bastión electoral de Compromís junto al que representaba Oltra. Así pues, descabezados, la coalición afronta una legislatura de oposición poco vistosa (los errores en la gestión o cualquier tipo de problema no suele asomar en los primeros años) y con una notable convulsión interna. Compromís debe resolver dos cosas: su futuro como proyecto político y quién lo liderará.
En la coalición deben decidir si se federan, se confederan, se separan o se compran una motocicleta. La indefinición e improvisación genera una desconfianza que se acrecienta en momentos de zozobra, como los actuales. De ahí que hayan redactado un protocolo para repartirse al milímetro cualquier cargo público potencialmente en sus manos.
Además, en los dos partidos principales, el antiguo Bloc (Més) e Iniciativa (que fundó Oltra) bajan las aguas muy revueltas. Los nacionalistas están pendientes de un congreso que permita aclarar quién manda y con qué apoyos cuenta. A partir de ahí apostarán por un líder (hay para elegir porque nadie sobresale en exceso: Baldoví, Marzà, Micó...) que a su vez intente seducir a los socios de Iniciativa. El partido de Oltra también vive momentos difíciles. Los Mollà andan vigilantes y con ganas de hacer travesuras. Alberto Ibáñez y Aitana Mas son observados con lupa. Més e Iniciativa se necesitan, pero a nadie parece entusiarmarle ya esa suma. Y hablando de Sumar, su deseo de implantarse en la Comunitat tampoco ayuda a que la paz reine en Compromís.
Podemos y Esquerra Unida, encaran procesos similares para renovar sus liderazgos tras el drama de quedarse fuera de Les Corts. De las moquetas de la Generalitat, al frío extrarradio político.
En el partido morado se anunció esta misma semana el proceso de primarias para elegir al nuevo coordinador autonómico después de meses de interinidad por parte de una gestora que se dedicó a salvar los restos naufragio, un ERE y el cierre de la sede. La anterior líder y candidata al Ayuntamiento de Valencia, Pilar Lima, y el cabeza de lista autonómica, Héctor Illueca, dimitieron.
La clara favorita es María Teresa Pérez, coportavoz nacional de Podemos y ex directora general del ministerio de Asuntos Sociales a las órdenes del aún omnipresente Iglesias. Pérez se presentará a un proceso que se considera de trámite. En la autonomía no hay ningún otro perfil con visibilidad. Una vez reconstruido el partido en el ámbito autonómico ya se buscará algún tipo de activo para Valencia. Algo que ahora se ve muy lejano.
El hermano (más) pobre de la coalición Unidas Podemos, Esquerra Unida, también encara su propia reconversión, pero con diferencias respecto a los morados. Su líder, la exconsellera Rosa Pérez, no dimitió pese a la debacle electoral y sigue subida al machito con la promesa de celebrar una asamblea extraordinaria para la renovación. Todo con una áspera contestación interna que casi le impide hasta convocar un cónclave entre quienes son muy pocos y, además, mal avenidos.
Se da por hecho que habrá batalla entre el sector de Pérez (aunque ella misma no encabece su lista) y el ala dura de la oposición interna con el Partido Comunista como protagonista. Pero tampoco se descarta otra candidatura del sector crítico que fue afín a la líder. Por el momento no hay ningún nombre claro.
Hoy por hoy, el dirigente institucional más destacado es Nahuel González, diputado en el Congreso que forma parte del grupo Sumar. EU, a diferencia de Podemos, sí se integró en la lista valenciana de Yolanda Díaz. González, considerado afín a Pérez pero bien visto desde otras corrientes por su vertiente municipalista, logró por la mínima su asiento en el Congreso. En los ayuntamientos, Esquerra Unida mantiene cuota de poder con decenas de concejales y hasta algunas alcaldías. De ahí es donde se espera que surjan los nuevos referentes.
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