'Jarrones chinos', la dificultad de ser expresidente

El reto de una salida digna. El caso de Puig no es extraordinario. Otros antecesores también trataron de influir en su partido y al menos tres arrastran graves problemas judiciales

Domingo, 3 de diciembre 2023, 01:21

El deporte se asemeja en parte a la política. Cuesta llegar y más todavía mantenerse. Pero quizá lo verdaderamente complicado sea acertar el momento de dejarlo y, muy especialmente, el modo. Dos factores sencillos en la teoría; extremadamente complicados en la práctica. Ser elegante en ... la despedida, habilidoso a la hora de salir del foco y mantener impoluto aquello del molt honorable se ha demostrado casi como una misión imposible. No depende de partidos ni de tiempos. Los expresidentes de la Comunitat se presentan como una especie de jarrones chinos, productos muy valiosos que tienen difícil encaje fuera del Palau.

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Ximo Puig: empeñado en seguir pese a las elecciones y Sánchez

El principal ejemplo, por su proximidad temporal, es la figura de Ximo Puig. Han pasado ya seis meses desde las elecciones del pasado 28 de mayo. Una derrota inesperada, según su entorno. La gestión del Botánico era bien valorada, decían. La dimisión de Oltra por el caso de abusos de su exmarido y la estrategia de Podemos no parecían escollos insalvables.

Pero aquella derrota dio paso a un nuevo relato. Con las elecciones generales y tras el éxito de Pedro Sánchez, las opciones del expresident de la Generalitat de ser elegido ministro se multiplicaban. Se sabía hasta la cartera que ocuparía, la encargada de las relaciones territoriales, especialmente enfocada al problema catalán. Puig sería ministro; conservaría su poder e influencia. Y la derrota del 28-M no afectaría a su trayectoria porque ganaría poder en Madrid.

Pero no fue así. La consecuencia de este cuento de la lechera es que acabó derrotado de nuevo, esta vez por su propio partido. Lo que se suponía que iba a ser una prórroga de su liderazgo se ha acabado convirtiendo en una despedida lenta, que Puig parece no tener clara.

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Puig mantiene el liderazgo del PSPV, la presidencia del grupo parlamentario con su correspondiente escaño en Les Corts, y tiene plaza además como senador territorial. En el grupo socialista crece el malestar por sus continuas ausencias del hemiciclo, que él ha tratado de despachar, sin éxito, sosteniendo que ya se dijo que el liderazgo de la oposición lo ejercerían Rebeca Torró y sus adjuntos. Esta por ver si estos no acaban siendo propuestos para el segundo escalón del Gobierno.

En este lapso, Puig parece dudar entre volver a presentarse o buscar un candidato con el que concurrir al próximo congreso del PSPV –previsto para dentro de un año–. Presidente de la Generalitat dos legislaturas y líder del socialismo valenciano desde 2012, trata de mantener vivo el 'ximismo', el término que identifica a lo que en su día fue 'lermismo' en el partido.

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Alberto Fabra: sus líneas rojas casi terminan con el PP

Alberto Fabra fue su antecesor en el Palau. No hay presidentes de la Generalitat de rebote. Pero si los puede haber, el caso de Alberto Fabra es el ejemplo más evidente. Exalcalde de Castellón, presidente del Consell entre 2011 y 2015, su presidencia fue también la de la decadencia del PP valenciano, en una legislatura condicionada por la crisis y por el aluvión de casos de corrupción. Fabra llegó a tener a una decena de parlamentarios imputados.

Su famosa línea roja contra la corrupción le sirvió para ganarse la imagen de intransigente. El tiempo acabó demostrando que para lo que le sirvió fue para acabar con su propio partido tras la dimisión de Francisco Camps. Abandonó el Palau tras la derrota ante el Botánico en 2015.

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Fabra entendió que no tenía fuerza para mantenerse. Fue el autor de alguna maniobra para impulsar como nueva líder a María José Catalá, acabó fracasando ante el empuje de Isabel Bonig, hoy desaparecida de la política. Entonces dirigió su carrera política hacia el Senado, del que lo recuperó con habilidad Carlos Mazón.

Su reconocimiento de su etapa como alcalde de esta localidad supera con mucho el de su gestión al frente del Consell. Eso sí, ni ha querido recurrir al mando a distancia para reivindicarse –probablemente tampoco habría podido– ni ha perdido el buen talante y el perfil de diálogo que le ha acompañado durante toda su carrera política.

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Francisco Camps: el personaje se apoderó de la persona

Francisco Camps, el presidente que con más dificultades ha gestionado su salida. El famoso juicio de los trajes –con amagos de conformidad que quedan para la rocambolescas historia político judicial de la Comunitat– forzó finalmente su salida. Y eso que meses antes había revalidado la mayoría absoluta. Esa poderosa circunstancia, la salida con el apoyo incondicional de los votantes, quizá afectó al modo de afrontar todo lo que vino después. Camps se convirtió en la pieza más deseada por Anticorrupción. Las imputaciones, pero también los intentos fallidos, se sucedían. Caso Nóos, la visitas del Papa, todas las derivadas de la Fórmula 1... Ni siquiera el hecho de haber salido indemne de absolutamente todos los procedimientos –se encuentra pendiente del último juicio de la Gürtel– ha conseguido limpiar su imagen.

En este resultado ha influido, sin duda, su particular exposición mediática, habitual punto de atención de las televisiones nacionales. El personaje terminó por engullir a la persona. Sus comparecencias mediáticas pecaron, en algún caso, de cierta teatralidad. Sus partidarios defienden que todo esto es consecuencia de la persecución judicial, un argumento que avalan los datos. Camps siempre ha querido volver a la primera línea política y, además, hacerlo con el PP. El problema reside encontrar un espacio acorde para un expresidente y en un renovado PP. Siempre se ha especulado con la posibilidad de un salto a Vox, fórmula que sigue sin explorar pese a existir vía directa de comunicación con el partido de derecha populista. Tras su paso por el Consell Jurídic Consultiu, hoy trabaja en el despacho de su abogado y amigo Pablo Delgado.

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Eduardo Zaplana. Atrapado por una supuesta fortuna en el extranjero

Eduardo Zaplana ha sido uno de los dirigentes valencianos con más peso en Madrid. Abandonó el escenario autonómico para ser ministro de Trabajo y posteriormente portavoz en el Congreso. Su idea siempre fue la de controlar el PP desde la distancia y, al principio, pensó que Camps sería una persona permeable a sus sugerencias.

Y ese dictamen fue erróneo. Esa 'dependencia' se diluyó con una sorprendente rapidez. La tensión derivó en una guerra fratricida entre seguidores de unos y otros, 'campsistas' y zaplanistas, que amenazó con romper definitivamente el partido. Finalmente venció Camps, no sin coste. Zaplana, con un don especial para el cara a cara, siguió manteniendo buenas relaciones con los populares.

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En el plano personal, su salida de la política no devolvió la tranquilidad a su vida. Siempre estuvo en el foco de la sospecha, pero esquivó todos los asuntos de corrupción. Hasta que Anticorrupción descubrió una supuesta fortuna oculta del expresidente en el extranjero, procedente de cobro de comisiones por adjudicaciones y que sería gestionada por diferentes testaferros. El exdirigente siempre lo ha negado. El juicio arranca en febrero, se trata del gran acontecimiento judicial del año. Un proceso que, en definitiva, completa la 'auditoría' judicial al PP.

José Luis Olivas. El primer molt honorable condenado por corrupción

Su etapa como presidente fue breve, apenas un año. Todo lo contrario que su extensa y convulsa trayectoria judicial. Fue condenado por falsificar desde su empresa una factura para esconder un pago del empresario Vicente Cotino, más de medio millón de euros, por una supuesta asesoría empresarial. Su presidencia de Banco de Valencia y de Bancaja se saldó con incontables casos judiciales por las aventuras empresariales en el Caribe para supuestamente beneficiar a sus amigos. También es otro de los principales acusados en la trama que ha salpicado a Zaplana. Su reputación está en números rojos.

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Joan Lerma: del Palau al ministerio sin despedirse

Líder del PSPV y president de la Generalitat entre 1983 y 1995. Es, por tanto, el jefe del Consell que ha ocupado durante más tiempo el cargo. Lerma, padre de la arquitectura institucional del autogobierno valenciano, derrotado en las urnas por su evidente incapacidad para influir en las decisiones que adoptaba el PSOE desde Madrid, dio nombre a lo que se conoce como 'lermismo', la denominación de la principal –por su duración– familia del socialismo valenciano.

Lerma se vio derrotado en las urnas un 28 de mayo. Y a las pocas semanas cogió la carretera destino a Madrid, porque Felipe González le nombró ministro de Administraciones Públicas. No participar siquiera en el traspaso de cartera a su sucesor en el Palau le granjeó muchas críticas por dar la espalda a la normalidad institucional.

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En el PSPV, no obstante, a Lerma le costó bastante más ceder el testigo. El congreso para elegir nueva dirección no se celebró hasta dos años después, en 1997. El 'lermismo' presentó al portavoz parlamentario Antonio Moreno como aspirante. Los 'renovadores' a Joan Romero, quien ganó.

Lerma fue dejando paso, aunque la denominación de su familia política ha llegado prácticamente hasta nuestros días. Una forma de entender la política donde el control del partido se antepone a cualquier otra necesidad o urgencia en el ecosistema. El 'lermismo' recuperó más tarde el control con Ignasi Pla.

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