Un día después de las elecciones del 23-J, con el balcón de la calle Génova todavía temblando por los indescifrables saltos de la muchachada de Núñez Feijóo, Ximo Puig convocaba a la dirección de los socialistas valencianos para comunicar que la delegada del Gobierno ... en la Comunitat, Pilar Bernabé, asumía la vicesecretaría general de los socialistas valencianos.
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De facto, Bernabé (Valencia, 1979) se convertía en la número dos de la organización socialista. Un movimiento llamativo, que sitúa a la exconcejal del Ayuntamiento de Valencia inmediatamente por detrás de Puig en el organigrama del PSPV. Bernabé es la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana desde junio del año pasado, cuando sustituyó en el cargo a Gloria Calero. El movimiento dejó entrever la voluntad de Puig por promocionar a su compañera de partido, justo en vísperas del proceso de elaboración de candidaturas.
De Bernabé se ha dicho en alguna ocasión que podría ser la sustituta de Sandra Gómez como cabeza visible del socialismo en la ciudad de Valencia. De confianza absoluta del propio Puig, con experiencia de gestión, convertirla en la número dos de los socialistas la confiere una visibilidad que, de facto, eclipsa a la propia Gómez.
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Pero no hay elecciones municipales a la vista –veremos si Pedro Sánchez convoca o no otras generales-, de modo que no parece urgente reforzar la figura de Bernabé con un objetivo electoral. Su nombre sonó como posible candidata al Senado, pero finalmente es Rocío Briones la que acompaña a Puig.
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¿Y entonces? Lo que resulta poco cuesrtionable es que el movimiento de Puig refuerza orgánicamente a la delegada del Gobierno. Una vicesecretaría general –el cargo que en su día ocupó Manolo Mata- representa una posición de poder e influencia de puertas afuera, porque es sabido que las decisiones importantes de la dirección socialista las toma Puig con Arcadi España y algún otro colaborador.
Así que lo que Puig hace es reforzar a Bernabé. ¿Con qué intención? El puesto de delegado del Gobierno depende, obviamente, del Ejecutivo central, que es el que tiene en su mano la posibilidad de cambiar a su máximo representante en cada CCAA. Como mucho, y solo en el caso de que el presidente autonómico sea del mismo partido que el del Gobierno, se puede escuchar su opinión al respecto –así ocurrió con Calero, a la que Puig pidió relevar por Bernabé-.
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Un presidente del Gobierno puede destituir a quien quiera de su organigrama. Y el delegado del Gobierno es uno de los casos. Pero tomar esa decisión resulta mucho más complicado si el afectado ocupa una posición de poder orgánico. Bernabé delegada del Gobierno es una cosa. Y Bernabé delegada del Gobierno y vicesecretaria general del PSPV, otra. No destituyes del cargo institucional a la número dos del partido en una federación sin que eso tenga un coste. Máxime si la acaban de nombrar vicesecretaria general.
De modo que lo que hace Puig es blindar a Bernabé en la delegación del Gobierno. No es un blindaje absoluto, claro está, pero es el suficiente como para poner mucho más complicado su eventual relevo.
No consta que Sánchez tuviera la intención de relevar a Bernabé. Y tampoco consta decisión alguna de la delegada que haya generado polémica, más allá de algún roce. De lo que se trata, no obstante, es de garantizar en la medida de lo posible que si Sánchez vuelve a alcanzar la Moncloa, Bernabé siga al frente de la delegación del Gobierno.
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Puig viene escaldado de la última jugada de Sánchez con las listas al Congreso y al Senado, cuando desautorizó el acuerdo de la ejecutiva del PSPV y aceptó parcialmente las propuestas de Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler. Confianzas las justas.
En los casos en los que el Ejecutivo central y el autonómico no son del mismo color político, la figura de delegado del Gobierno adquiere una dimensión añadida, porque es éste el que puede tratar de ejercer cierta labor de oposición institucional al Gobierno regional. Si Sánchez retiene la Moncloa, esa es la situación que puede darse en la Comunitat Valenciana. Y ese sería el puesto que podría ocupar Bernabé.
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La decisión de Puig puede estar vinculada a ese escenario. También al de tener bajo su control el único reducto institucional gobernado por los socialistas en la Comunitat. Con Bernabé, y no con ningún otro miembro del PSPV en ese cargo, Puig se garantiza tranquilidad orgánica para adoptar las decisiones a corto y medio plazo que considere oportunas. Porque Bernabé no las cuestionará.
No sólo eso. La continuidad de Bernabé al frente de la delegación del Gobierno le garantiza a Puig cierto margen de maniobra institucional, y también en clave de disponer de un espacio en el que situar a asesores y personal de confianza. Tras el batacazo del 28-M y la pérdida de la Diputación de Valencia, la delegación del Gobierno se perfila como uno de los escasos ámbitos en los que el PSPV puede disponer de espacio para hacer política. Blindar a Bernabé también tiene ese objetivo.
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