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Cuando los barones del PSOE despacharon a Pedro Sánchez de la secretaría general tras el abrupto comité federal del 1 de octubre de 2016, el hasta entonces líder socialista se vino abajo. No era para menos. Los principales barones de tu partido y la mitad de tu propia dirección te habían mandado a casa. No fue Sánchez el primero en reaccionar, en darse cuenta de que aún había margen de maniobra, de que se podía buscar la remontada, presentarse a las primarias y ganarlas -como acabaría pasando-. «Si no te presentas tú, lo voy a hacer yo». El autor de esas palabras, según atestiguan las crónicas, es José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959). El durante años principal lugarteniente de Sánchez, el que le defendió en aquel comité federal hasta el punto de que Juan Cornejo -el histórico secretario de Organización del PSOE andaluz- estuvo a punto de llegar a las manos con él. La pieza clave en el nacimiento del sanchismo, el autor del relato que contrapuso la militancia a los barones, el diputado encargado de defender la moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy, el ministro inversor (Transportes) y secretario federal de Organización de los socialistas -nunca un número 3 del PSOE había sido al mismo tiempo miembro del Gobierno, y por el momento tampoco nadie lo ha vuelto a ser-, el portavoz de la dirección federal del PSOE, el hombre encargado de acudir a tantos espacios de debate político en televisión. «Te he echado de menos», cuentan que le dijo Sánchez en esa reunión de hace sólo unos meses en Moncloa, tras levantarle el veto que supuso apartarlo del ministerio y de la fontanería de la calle Ferraz. Se había recuperado la confianza con el líder, después de ocupar el número 2 en la candidatura al Congreso por Valencia. La lista europea estaba al alcance, comprometida incluso por el único capaz de comprometer algo así.
Y todo saltó por los aires. La detención de Koldo García, ese gigantón navarro encargado de la seguridad del exministro. De la seguridad primero, y de ser su persona de confianza más adelante. Avalado por Santos Cerdán, su segundo en la secretaría de Organización. ¿Qué podía salir mal? Todo, salió mal todo. Koldo, presuntamente, se dedicó a hacer negocios con las mascarillas durante la pandemia. Y la red que tejió, con empresarios y cargos del ministerio, le ha costado la carrera política a Ábalos, ahora en el Grupo Mixto del Congreso de los Diputados tras un final de más de 40 años en el PSOE.
Ábalos pudo reinar. Estuvo al lado de Sánchez, igual que Adriana Lastra, o que Odón Elorza, miembros del equipo de fieles que contribuyeron a la victoria en las primarias frente a Susana Díaz. El aguacero que descargó en Valencia el día que la entonces presidenta andaluza vino a la capital, en la campaña de primarias del PSOE, debió de servirle de augurio. No lo vio venir, y así le ha ido desde entonces.
La carrera política de Ábalos arranca en el PCE, pero salta pronto a las filas del PSPV de la ciudad de Valencia. En 1995, el año de la derrota de Joan Lerma en la Generalitat y de la primera mayoría absoluta de Rita Barberá en el Ayuntamiento de la capital, Ábalos se convierte en el líder del PSPV del cap i casal. Un liderazgo orgánico que, sin embargo, no le llevó cuatro años después a ser el aspirante a la alcaldía -lo fue Ana Noguera-. Sí que le sirvió, no obstante, para hacerse valer en el congreso de la Politécnica de 1997, el que propició la victoria del renovador Joan Romero sobre el candidato lermista, el añorado Antonio Moreno. Ábalos y su 'minoría mayoritaria' de Valencia apostaron por el catedrático frente al aparato, y la jugada salió bien. Del dirigente socialista siempre se ha destacado su oratoria y su capacidad para llegar a la militancia al defender los valores socialistas.
Ábalos pudo reinar, porque tras la caída de Romero a tres meses de las elecciones autonómicas de 1999 y el veto a que el exministro Antoni Asunción optara a la secretaría general, decidió optar al liderazgo del socialismo valenciano. Mediados del mes de septiembre de 2000, en la Universidad de Alicante, José Luis Ábalos e Ignasi Pla se disputaron el liderazgo del partido. Pla había sido secretario de Organización con Romero, «y siempre se dice que un secretario de Organización no puede optar a la secretaría general, porque tiene que hacer cosas...». La frase se ha comentado tradicionalmente en el PSPV.
Ábalos sumó los apoyos de Ciprià Ciscar -hasta pocos meses antes secretario de Organización del PSOE pero desde la caída de Romero con merecida fama de conspirador en la federación valenciana-, y Pla recogió los del lermismo, que ya tenía a Ximo Puig como uno de sus referentes. Y Pla ganó... por diez votos. De aquel congreso se recuerda lo ajustado del resultado y también ese almuerzo que Ábalos estaba manteniendo con el entonces nuevo secretario de Organización del PSOE, José Blanco, de tan convencida que estaba la dirección federal del partido de que Ábalos sería el nuevo líder del PSPV. «Esta comida no se ha producido nunca» cuentan que dijo Blanco un segundo antes de salir disparado tras enterarse de que el 'seguro' ganador había resultado derrotado.
Ábalos lo volvería a intentar en 2008. O al menos amagó con hacerlo. El aún concejal del Ayuntamiento de Valencia anuncia que se presenta a las primarias tras la dimisión de Ignasi Pla después de haber cosechado sendas derrotas electorales (2003 y 2007) y de una denuncia con origen en su propio partido por un supuesto trato de favor de un constructor en una obra. Ábalos anuncia que opta a la secretaría general, aunque termina sumándose a la candidatura encabezada por Jorge Alarte, que acaba imponiéndose a la de Ximo Puig. Cuatro años después, el resultado se invierte y es el exalcalde de Morella el que toma las riendas del partido.
La trayectoria orgánica de Ábalos le convierte en 2012 en secretario general del PSPV de la provincia de Valencia, tras imponerse a Toni Gaspar. Ábalos ya es diputado nacional -desde 2009- y allí coincide ya con un tal Pedro Sánchez, un joven diputado socialista con el que hará buena amistad –la anécdota de las fallas que el líder del PSOE y su familia pasaron en la casa de Ábalos en la Avenida de la Constitución así lo demuestra–.
La trayectoria junto a Sánchez arranca de la amistad más absoluta y finaliza, a día de hoy, con una ruptura política radical. De sostener al líder frente a la rebelión de los barones a convertirse en un apestado, incluso a pesar de no haber renunciado a su acta de diputado.
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Ábalos, convertido en diputado del PSOE, fue el encargado de promover la abstención del grupo socialista para evitar la repetición electoral y que el PP de Mariano Rajoy pudiera gobernar. Las discrepancias con la gestora nombrada tras la caída de Sánchez en octubre de 2016, y diez meses de interinidad del PP después, llevó a los socialistas a la abstención, y a Sánchez a dejar su escaño. El 'no es no' del dirigente socialista a la oferta del líder popular para formar una gran coalición. De ahí, a la condena a los populares por Gürtel y la moción de censura, defendia por Ábalos, y que salió adelante gracias al voto decisivo del PNV.
Convertido en todopoderoso hombre fuerte del partido y el Gobierno, pieza clave del primer Ejecutivo de Sánchez, Ábalos era la cara y la voz del Ejecutivo y del partido, la mano derecha del presidente, el que se encargaba de resolver los problemas, el que confrontaba con los partidos de la oposición.
Allí es donde apareció Koldo García. Es en este momento, justo cuando la pandemia obliga a los gobiernos de todo el mundo a movilizarse a la búsqueda de mascarillas, cuando este gigantón navarro supuestamente se dedica a hacer negocio a costa de la necesidad, la corrupción más repugnante. Cuando aparecen empresarios ahora bajo sospecha.
Del amor al odio va un paso. El 10 de julio de 2021 se certificó el primer desamor de Sánchez hacia su compañero de batallas. La salida del ministerio y de la secretaría de Organización del PSOE, en el mismo pack, por motivos que nunca han acabado de aclararse y que algunos vinculan ahora al propio Koldo García. «No te hizo ningún favor», aseguran algunos medios que Sánchez le reconoció a Ábalos hace sólo unos meses, después de las generales del 23-J, cuando el diputado valenciano había recuperado la confianza del líder socialista.
Todo saltó por los aires con la detención del exasesor del ministro. Sánchez pareció primero salvar a Ábalos del caso. Después no, después lo convirtió en cortafuegos. Apartado Ábalos, cada vez más señalado como intermediario, ahora es Francina Armengol la que está en el punto de mira. Y el incendio parece lejos de controlarse.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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