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Diría que Pedro Sánchez tenía bastante interés en retratarse con todos los portavoces parlamentarios del Congreso en esa ronda de consultas previa -o posterior- al ... acuerdo para incrementar el presupuesto de nuestro país en Defensa. La imagen con Alberto Núñez Feijóo a las puertas de la Moncloa, portada este viernes en algunos de los medios de comunicación más importantes de nuestro país, refleja una sintonía que, paradójicamente, el líder popular puso en cuestión al término de la reunión, al definirla como «charla de café». Vaya, sin contenido real. Oh sorpresa, el presidente del Gobierno tomándole el pelo al 'líder' de la oposición. No se podía saber que acabaría pasando exactamente eso mismo, ni siquiera porque ya ha pasado decenas de veces. A la batalla con un trilero no se puede acudir con estampitas, y el que no lo entienda merece incurrir en el mismo error todas las veces. El mismo Sánchez que no ha vuelto a la zona cero de la dana desde el 3 de noviembre, el que ni atiende ni le preocupan las penurias financieras de esta región, el que utiliza al Fiscal General del Estado a su antojo, el que pacta trato privilegiado con una Comunidad Autónoma -Cataluña-, castiga a otra -Madrid- y ningunea al resto, el que se permite un cordón sanitario a una formación política democrática -Vox- por sus diferencias ideológicas, el que hace de sus principios un colchón ajustable a sus necesidades (lo de Marx, Groucho), sonriente después de engatusar por enésima vez al dirigente gallego.
Feijóo tiene en sus manos la patata caliente de la situación de Carlos Mazón. Y es una patata que le quema. Desde esta modesta tribuna da la sensación de que el líder gallego le ha comprado con bolsa y todo el relato a la izquierda madrileña. Ver a todo el PSOE defender como un solo hombre al Fiscal General, a Begoña Gómez, e incluso al hermano de Sánchez... en situaciones políticas tanto o más indefendibles que las de Mazón... da un poco de envidia, desde el PP. La derecha, como ha ocurrido siempre, mantiene esa proverbial incapacidad para hacerse fuerte en situación de asedio. De hecho, siempre ha parecido que los populares, como organización, disfrutan mucho más eliminando a un contrincante interno que plantando cara al adversario ideológico. Mazón llegó de la mano de Pablo Casado y Teo García Egea. Tiene, por tanto, pecado original. Quizá resulte simple concluir que si a Sánchez le conviene la caída del presidente valenciano, y aunque sólo fuera por eso, todo el PP debería de hacer piña para sostenerlo. Pero no. Como en las fallas, la cremà es lo mejor.
Feijóo pedía esta semana estar atento a los «hechos» sobre el futuro del dirigente valenciano. Tan «hecho» es que Mazón no puede ir al balcón del Ayuntamiento para ver una mascletà como que tampoco pueden hacerlo Sánchez, Teresa Ribera o Miguel Polo. En una entrevista la semana pasada a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, cada pregunta sobre la situación del president de la Generalitat fue respondida con un ataque a la gestión de la dana por parte del Gobierno central. Feijóo tampoco puede ir al balcón del Ayuntamiento. Y en cambio Ayuso lo haría sin ningún problema. El líder nacional del PP parece dispuesto a empujar al presidente valenciano, aún cuando debe tener dudas más que razonables respecto al ¿y ahora qué? Apuesta por comprarle la mercancía a la izquierda, la misma izquierda incapaz de cuestionar una sola utilización partidista del Gobierno por parte de Sánchez, y que tiene delante a esa derecha cainita, que le compra el discurso a Moncloa aun cuando sea solo por el mero disfrute del ajuste de cuentas.
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