Suele decirse que las campañas electorales son esos procesos que van desde la celebración de unas elecciones hasta... que llegan las próximas. Sea o no así, el calendario dice que quedan doce meses para la celebración de las elecciones municipales -tendrán lugar el 28 de mayo de 2023- y, si el presidente Ximo Puig no decide otra cosa, también los comicios autonómicos. Llegamos por tanto a la recta final de esta segunda legislatura del tripartito valenciano. Un ejercicio marcado por la pandemia, por los sobresaltos políticos y judiciales y por la inestabilidad económica, que da lugar a un escenario de incertidumbre, en el que nada puede darse por seguro.
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¿Mantendrá la izquierda la hegemonía electoral? ¿Afectarán al resultado las causas judiciales que tienen en el punto de mira a Mónica Oltra y a Francis Puig, el hermano del president? ¿Es la inflación el gran rival a batir para la izquierda valenciana? ¿Hay 'efecto Feijóo'? ¿Jugará algún papel el parón en la reforma del sistema de financiación autonómica? ¿Supondrá la remodelación del Consell que acaba de acometer Puig el «impulso» que el president asegura pretender? Las respuestas a todas estas preguntas no son definitivas. El resultado de las próximas elecciones se juega probablemente en estos próximos doce meses. Los sondeos nacionales que se han conocido hasta la fecha -LAS PROVINCIAS publica este lunes una encuesta de intención de voto en la Comunitat Valenciana realizada por Sigma Dos-, como el del CIS de esta misma semana se sitúan a mitad de camino entre el desgaste del Gobierno de Pedro Sánchez y la consolidación del proyecto que encabeza Alberto Núñez Feijóo, con Vox como una de las fuerzas que sigue mejorando sus resultados. ¿Y en la Comunitat Valenciana? La encuesta que publicará este diario, a un año de los comicios, ofrecerá una foto significativa respecto a la situación política de la Comunitat.
Cambiar un Gobierno a un año de las elecciones no es habitual. Hacer una gran remodelación, con ese mismo horizonte temporal, todavía menos. Y si quien la hace es alguien como Puig, poco dado a introducir cambios en su gabinete, la impresión que podría extraerse desde fuera es que la necesidad de ese «impulso» del que habla el jefe del Consell es muy real. El líder socialista ha echado mano del segundo escalón del Consell -salvo en el caso del nuevo titular de Sanidad, Miguel Mínguez- para cambiar la alineación inicial de su gabinete. Movimientos en clave orgánica, como el de Arcadi España o incluso la salida de Vicent Marzà de la conselleria de Educación, revelan la necesidad de ese movimiento de piezas con la vista puesta en las próximas elecciones o, según se mire, en el día después de esos comicios.
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Quizá el factor que se vislumbra como más determinante respecto a lo que pueda ocurrir en las elecciones de dentro de un año sea el relacionado con los tribunales de justicia. El factor que en su día resultó determinante para que el PP valenciano perdiera su hegemonía electoral en la Comunitat comienza a agobiar ahora al tripartito. La investigación abierta a la conselleria de Igualdad que dirige Mónica Oltra por la gestión del caso de los abusos a una menor tutelada por la Generalitat ha derivado de momento en la solicitud de que el TSJ valenciano investigue a la líder de Compromís. Oltra se ha apresurado a personarse en la causa, con la intención de tratar de evitar un escenario que, en el caso de que la vicepresidenta aplicara la vara de medir que en su día exigió de forma reiterada a los cargos del PP, debería de conducirle a la dimisión. ¿Afectaría esa circunstancia al resultado de la coalición? Parece razonable pensar que sí, por más que el electorado nacionalista haya mostrado, bajo el liderazgo de Oltra, un notable nivel de movilización.
A Oltra se le suma Francis Puig. Este lunes el hermano del jefe del Consell ha sido citado a declarar por el magistrado del juzgado de Instrucción 4 de Valencia, que investiga un posible fraude de subvenciones públicas. Y también el caso Azud, una investigación que afecta también a excargos del PP; pero que pone el foco, de nuevo, en la financiación de un PSPV que no es ajeno al actual.
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El nuevo presidente nacional del PP, Alberto Nuñez Feijóo, pasará en las elecciones andaluzas del próximo 19 de junio la primera prueba de fuego para su liderazgo. Los sondeos anticipan un buen resultado para el presidente de la Junta, Juanma Moreno Bonilla, y si ese escenario se produce, la candidatura del líder gallego se verá reforzada. Feijóo a ha llegado al liderazgo del partido tras la tormentosa salida de Pablo Casado que, en una semana frenética, consiguió el discutible mérito de unir la voluntad de todos los presidentes autonómicos de su partido... en su contra. La imagen que ofreció el PP, con miles de simpatizantes manifestándose frente a la sede de la calle Génova, ha dejado paso ahora a un optimismo que, no obstante, primero tienen que ratificar las urnas. Si Moreno sigue la senda de Isabel Díaz Ayuso y logra una mayoría que no requiera de la incorporación de Vox a su gobierno, Feijóo tendrá mucho ganado.
Y de la fortaleza de Feijóo también depende buena parte de la del PP valenciano. El liderazgo de Carlos Mazón y María José Catalá pasará su reválida tras alcanzar hace menos de un año la cúpula del partido, después de que Casado y Teo García Egea forzaran la salida de Isabel Bonig. Los populares valencianos se han hecho fuerte en lo que tradicionalmente han sido los pilares de su discurso: las señas de identidad, el agua, la financiación... eso, aprovechar los errores del tripartito y el escenario judicial que se abre bajo los pies de Oltra son algunas de las claves con las que aspiran a recuperar el poder.
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En todos los matrimonios se discute. Y en los de conveniencia, más. La suma de PSPV, Compromís y Unides Podem en el Gobierno tripartito valenciano se salda con una gestión que, por lo que toca especialmente a la parte socialista, había venido recibiendo cierto reconocimiento por su rigor. Sin embargo, algunos factores han contribuido a agrietar esa imagen de seriedad con la que el Gobierno de Puig aspiraba a llegar a los próximos comicios. De una parte, el retraso con el que el jefe del Consell se ha conducido a la hora de resolver la crisis de su Consell. De la otra, y quizá resulte más grave para sus intereses, las cada vez más frecuentes discrepancias entre los socios del tripartito. «Salen a una por semana» comenta con sorna una fuente parlamentaria, que hace alusión a que socialistas y Compromís parecen tener cada vez menos voluntad de ocultar sus diferencias. Cuando no es la ampliación del Puerto es la reforma del sistema de financiación, el futuro de la Feria, el modelo de ciudad o incluso el futuro del Valencia CF. Los choques llegan a personalizarse de forma concreta en la vicepresidenta Oltra y la titular de Justicia, Gabriela Bravo, que no ocultan sus discrepancias -hace pocas fechas esta última le abrió la puerta de salida del Consell a la líder de Compromís-.
Suben los precios, no suben los sueldos. Baja la calidad de vida y los ciudadanos lo notamos. Que los productos de alimentación sean un 8,4% más caros -dato valenciano del pasado mes de abril respecto al de 2021- constituye un drama en el que influyen factores de imposible control, como la invasión rusa de Ucrania o la crisis de materias primas, y otros mucho más domésticos y que son los que hacen que el crecimiento de los precios no sea tan elevado en el resto de Europa. «La cartera puede ser la clave», afirman las fuentes consultadas por este diario respecto a cómo puede evolucionar el escenario político durante los próximos meses.
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El nuevo conseller de Sanidad, Miguel Mínguez, ha exhibido sentido común y mascarilla para recordarnos que la pandemia, aunque su incidencia sea mucho menor, sigue con nosotros. Durante dos años largos las administraciones públicas han combatido a un enemigo que ha dejado miles de víctimas y contra el que resultaba prácticamente imposible estar preparado. La administración valenciana no fue ni mucho menos de las peores en la gestión de la pandemia, por más que las condenas por la desprotección a los sanitarios o episodios más o menos chuscos como el de los hospitales de campaña la hayan podido empañar. Da la sensación mayoritariamente de que los ciudadanos han sido comprensivos con sus Gobiernos en cuanto a la gestión de la enfermedad.
Inflación, desempleo, tirón de Sánchez, imagen de Puig, cohesión de Compromís, efecto Feijóo, la gigafactoría, la Línea 10.. Las claves de estos próximos doce meses no deben ocultar un hecho incuestionable: en las próximas elecciones autonómicas no habrá mayorías absolutas y habrá que llegar a pactos y acuerdos. El ganador de las elecciones puede no ser el que gobierne si la suma con otros partidos no se lo permite. El PSPV necesita de un Compromís fuerte y, a poder ser, que Unides Podem -o lo que le sustituya si Yolanda Díaz insiste con su proyecto político- supere la barrera del 5%. El PP de Mazón sabe que tendrá que sumar con Vox y debe de tratar de evitar que los votos de Cs se pierdan, si el partido naranja no entra en Les Corts. Habrá coalición sí o sí, pero falta saber de qué color.
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