A.G.R.
Lunes, 9 de julio 2018, 01:13
María Zaplana es una de las hijas del exministro Eduardo Zaplana. La sorpresiva detención y la posterior encarcelación de su padre en Picassent ha dejado a la familia en estado de shock. No entienden la posición del fiscal y la juez quienes se mantienen firmes en su decisión de mantener al expresidente de la Generalitat privado de libertad. Lleva allí cerca de mes y medio, desde el pasado 22 de mayo. La investigación apunta al cobro de cerca de diez millones de euros de comisiones por adjudicaciones a la familia Cotino durante su etapa en el Consell. En los últimos tiempos trató de reintegrar ese dinero, escondido en diferentes sociedades en el extranjero, en el circuito legal.
Publicidad
La joven considera que ninguna persona en sus condiciones «debería estar en prisión». Cree que su padre y expresidente de la Generalitat «ya tendrá tiempo de defenderse, pero ahora hablamos de humanidad y se está jugando con su salud y su vida». Las peticiones de los letrados de Zaplana, no obstante, no han encontrado amparo en el juzgado. Tampoco la Audiencia les ha dado respaldo.
Existen informes médicos en la causa, entre ellos el del médico forense, que alerta de que las condiciones de «falta de asepsia del entorno condicionan al paciente» a una mayor probabilidad de caer enfermo. Y que la estancia en prisión incide de forma muy negativa en la patología. El mismo dosier, sin embargo, también recoge que la atención y el control sanitario en la penitenciaría son correctos.
María Zaplana apunta que esas condiciones ya han empezado a pasar factura a su padre. «Ha perdido mucho peso, tiene la enfermedad injerto contra huésped, habitual reacción al trasplante». Zaplana fue trasplantado de médula a finales de 2015. El informe médico subrayaba que el tratamiento a esa patología le había generado un cuadro de inmunodepresión profunda. La descendiente traslada la preocupación de la familia «porque el índice de mortalidad en pacientes como él, que no están bien tratados con los cuidados que necesita, es muy alto».
Pese a la enfermedad, los argumentos de los investigadores han decantado la balanza a favor de que se mantenga en prisión. Antes de la detención del expresidente, los informes recogen una vida absolutamente normal; sin ningún problema ni condicionado por su estado de salud. Desde este punto de vista, el hecho de que no estuviera en prisión -un arresto domiciliario que ha pedido su letrado, por ejemplo- supondría un trato de favor comparado con el de otros reclusos, según explican otras fuentes.
Publicidad
Anticorrupción ha defendido que en este caso se dan todos los requisitos para que el expresidente siga en la cárcel, donde mantiene una conducta excelente. Por ejemplo, el riesgo de fuga. Los investigadores consideran que el exministro dispone de un importante patrimonio oculto en el extranjero, que le facilitaría una hipotética huida de la Justicia. Y este es un factor a tener muy en cuenta para reclamar una medida cautelar de este tipo. A la hora de evaluar esta circunstancia se tiene en cuenta la gravedad de los delitos a los que podría enfrentarse. El listado es considerable. Malversación, cohecho, blanqueo de capitales y falsedad documental, entre otros ilícitos. De igual modo, sostienen que si estuviera en libertad podría destruir pruebas. La defensa del exministro lo niega. Los agentes llevan investigándolo años y se llevaron todo en los registros policiales.
ARTURO CHECA :: La llegada de Eduardo Zaplana a la cárcel de Picassent, y sobre todo la leucemia que padece y el tratamiento que la enfermedad lleva aparejada, han puesto el foco sobre el dispositivo sanitario y la plantilla médica de que dispone el mayor establecimiento penitenciario de España por volumen de presos. Y la luz arrojada sobre esta realidad en la prisión valenciana ofrece más sombras que claridad.
«Si un médico de guardia está en uno de los dos centros de la cárcel (preventivos y cumplimiento) y un interno sufre una crisis en otro de los módulos, pues esa circunstancia acarrearía un considerable problema». La reflexión la hace un funcionario con más de dos décadas de experiencia en Picassent, y consciente de una realidad: por las noches, festivos o en épocas de vacaciones, sólo un médico de guardia atiende las contingencias médicas. «La cifra mínima, muy mínima, debería ser de dos facultativos, uno para cada uno de los centros», añade. La gravedad del juicio queda especialmente patente al comprobar el número de reclusos de que tiene que hacerse cargo ese médico de guardias: unos 2.150 internos es la población actual en el centro.
La escasez de médicos en la prisión es un mal endémico en España. Pero se convierte en especialmente acuciante en el establecimiento valenciana. Actualmente hay nueve facultativos que se ocupan de la salud de los internos, cuando la RPT (Relación de Puestos de Trabajo) de Instituciones Penitenciarias marca que debería ser de 23. ¿Notan los pacientes con dolencias graves, como la leucemia, la precariedad del plantel sanitario? «Son, de momento, los menos afectados», puntualiza otro funcionario. Al estar ingresado en la enfermería, los controles al ex presidente de la Generalitat son mayores. Otra cosa es la cobertura de urgencias o crisis en periodos de guardias, franja temporal peor cubierta, según los trabajadores. La carencia de medios ha sido motivo esta semana de una reunión en Madrid entre sindicatos y responsables.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.