BURGUERA
Sábado, 12 de febrero 2022, 00:45
De la pandemia también se sale, y el Consell ha decidido que, además de la recuperación sanitaria y económica, es hora de abordar también la emocional. Para eso, nada mejor que el roce, que hace el cariño. El tripartito se reunirá el próximo fin de semana para celebrar su seminario, la reunión de convivencia entre los miembros del Gobierno valenciano que se celebra cada seis meses aproximadamente desde enero de 2016, en Morella. Será en La Vila Joiosa y Altea, y se prolongará durante todo el fin de semana, sus tres luminosos días con sus dos oscuras noches. De viernes a domingo. Espíritu del Botánico en vena.
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Nada de llegar y pasar unas horas furtivas para despachar los asuntos, como ha pasado durante los últimos dos años. Por fin, los miembros del Consell podrán reunirse sin mirar el reloj por las prisas de volverse a casa. A cara descubierta, además. Este feliz reencuentro coincide, además de con el relajo de las restricciones al descender los riesgos generados por la pandemia, con un evidente cierre de filas. Ya parece que todos los componentes del tripartito son conscientes de que para seguir al frente de la Generalitat, o juntos y revueltos, o todos a la oposición.
Entre la pandemia y las tensiones internas, durante la presente legislatura no ha habido forma de que estas citas alcanzaran el clímax de convivencia y complicidad que llegaron a producirse antaño. El último seminario fue el Albocasser y Benassal, los días 23 y 24 de julio del año pasado, muchos de ellos recién vacunados. Fuentes del Consell ya señalaban que desde hacía tiempo estas reuniones habían perdido chispa. El conseller Climent, habitual animador en los momentos de distensión, tuvo que adoptar un perfil bajo. No estaba el horno para bollos. Llegaron, se reunieron, despacharon objetivos cumplidos y pendientes, se fijaron los siguientes y todos a casa. Y algo similar ocurrió en Ayora y Cofrentes el 2 y 3 de octubre de 2020. Aquel seminario estuvo a punto de no celebrarse. De hecho, la cita se retrasó, no fue en julio como todos los años. Había consellers y conselleras que dudaban mucho de la conveniencia de estrechar lazos. Se celebró, también de manera algo rutinaria.
La última vez que se concentraron como harán ahora fue del 7 al 9 de febrero de 2020 en Xàbia y Denia. La comarca de La Marina, de nuevo y dos años más tarde. Entonces ejerció de medio anfitrión Rubén Martínez Dalmau, por ser de la zona, y el Consell llegaba con las heridas aún abiertas de la negociación de los presupuestos, los primeros de la segunda legislatura, que se aprobaron en un pleno del Gobierno valenciano con lágrimas y amagos de dimisión. Por cierto, el entonces vicepresidente segundo podemista, Dalmau, también estuvo en el último cónclave, el celebrado hace siete meses. De hecho, fue casi lo último que hizo como conseller, pues en agosto del año pasado dio la espantada, para disgusto de Ximo Puig, presidente de la Generalitat. A buen seguro se echarán de menos sus comentarios sobre el ceviche, del cual es un apasionado.
Héctor Illueca se estrenará en pocos días en estas jornadas de convivencia, sustituyendo a Dalmau. No se sentirá solo. Rosa Pérez Garijo, consellera de Transparencia, fue camarada de movilizaciones políticas durante años. Así, cuando Illueca supo que sería el sustituto de Dalmau llamó a Garijo para decirle que tenían que quedar, y la consellera llegó a pensar inicialmente que se trataba de uno de esos encuentros informales que en ocasiones les ha reunido con amigos en torno a una paella, pero no, no era para eso para lo que el podemista quería reunirse. Illueca ha encajado bien en el Consell. "Es de izquierdas de verdad", precisaba hace unos meses un miembro del Consell y de la coalición econacionalista, cuando se le preguntó por la nueva incorporación. Hace tres días tuvo lugar la reunión de (TESA), la Comisión Delegada del Consell de Transición Ecológica y Sostenibilidad Ambiental. Mireia Mollà, la consellera del ramo medioambiental, e Illueca, el considerado 'vicepresidente verde', sintonizaron. Hay cierta voluntad de retomar las buenas relaciones internas.
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Como decía Benítez cuando entrenaba al Valencia y la relación interna era un poco tensa (lo echaron): "Quedan dos meses de aguantarnos". Al Botánico le quedan más y aspira a ampliarlo tras las elecciones de 2023. El propio Puig, en la sesión de control celebrada este jueves en Les Corts, insistió en que no habrá adelanto electoral. Quizá ha aprendido la lección, la externa o la interna. O puede ser que las dos. Los adelantos electorales no son garantía de triunfo. Mañueco no lo tiene ahora demasiado claro en Castilla y León, a la espera de lo que digan las urnas, pero los socialistas han decidido arremeter contra una práctica que, al margen de las autonomías denominadas 'históricas', inauguró el propio Puig por los mismos motivos que ahora Mañueco: táctica.
Precisamente, tras aquel adelanto en 2019, pocos meses más tarde, se celebró el seminario que antecedió al de Xàbia y Denia. El ambiente era de desengaño, decepción y pura y dura desconfianza entre los socios cuando decidieron reunirse tres días aquel verano de 2019, del 12 al 14 de julio en Montanejos. No mucho mejor fue el anterior, el de Simat y Gandía, los días 1 y 3 de febrero, justo un mes antes de que el Molt Honorable decidiese adelantar elecciones. Compromís se olía la decisión, para ellos una treta.
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Por todo esto, el Botánico no ha celebrado un seminari desde hace años en el que se haya respirado 'germanor'. La vicepresidenta Oltra aseguró en enero que el tripartito vive un momento bueno. En la última sesión de control al presidente se vio cohesión a la hora de no darse por aludidos frente a ninguna crítica. Un enemigo común es de las cosas que más unen en política, y la amenaza de perder la Generalitat planea en el horizonte de 2023. Quedan sólo 15 meses. Como dijo hace una semana el secretario general del PP, Teodoro García Egea, cuando visitó en Valencia al líder de los populares, Carlos Mazón, "va de bo". Y tanto. Descartados ya los adelantos y viendo las orejas al lobo, al tripartito no le queda otra que cerrar y apretar filas. Nada mejor que un fin de semana completo juntos para sumar fuerzas diciéndose las cosas a la cara, ya sin mascarillas.
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