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Ninguno de los partidos con representación en Les Corts consiguió imponer ayer un discurso netamente valenciano. El día terminó marcado por las declaraciones del avance de la derecha populista, los peligros del fascismo y la credibilidad de las amenazas que ha recibido Pablo Iglesias y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. En definitiva, el ruido de la campaña de Madrid parece que se ha instalado en la región. Y la intensidad irá en aumento esta semana de cara a los comicios del 4 de mayo, clave en el escenario nacional.
El mensaje exterior impregnó todas las declaraciones de los síndics, más allá del discurso del presidente de les Corts, Enric Morera. El dirigente de Compromís apostó por profundizar en la cogobernanza frente a las élites centralistas y en las necesarias reformas del estado autonómico. De igual modo, clamó por una mejor financiación de la Comunitat más necesaria si cabe en estos tiempos, donde la crisis del Covid amenaza con mermar las posibilidades de los menos favorecidos. De igual modo, consideró conveniente simplificar la estructura del Estado. «La centralización se ha demostrado inútil e ineficaz», proclamó.
También Morera aprovechó que se premiaba a la Fiscalía de Delitos de Odio para dejar unas píldoras de su mensaje frente al «blanqueamiento» del fascismo. Así, dijo que en la sociedad «hay comportamientos ilícitos cuando atentan contra la convivencia y la libertad de los otros. La exaltación del nazismo, hacer apología del fascismo, hacer ostentación de la simbología franquista, negar el holocausto u homenajear la División Azul, por ejemplo, traspasan el límite de la libertad de expresión», dictaminó.
El PP criticó al discurso del líder de Compromís. «Ha sido más sectario que nunca y menos valenciano que nunca», subrayó Isabel Bonig, que medita estos días su futuro al frente de la formación popular. En su opinión, Morera «debía haber hablado en representación de todos los valencianos y, en cambio, ha hecho un discurso muy político, centrado en una sola parte del electorado, el que se sitúa con el Botánico». Le reprocharon, además, que hable del fascismo pero no critique los regímenes comunistas.
El abrupto final del debate en Madrid -Pablo Iglesias se negó a continuar tras poner en duda Vox la veracidad de las amenazas de muerte sufridas- ha generado la negativa de la izquierda a participar en debates. Ciudadanos, de la mano de Ruth Merino, lamentó ayer que algunos sean «incapaces de sentarse a hablar con el que piensa diferente y, desde los extremos, lanzan mensajes de odio y aumentan todavía más el clima de polarización que vivimos». En esta atmósfera resulta más necesaria «la defensa de la democracia».
La síndica de Vox, Ana Vega, lamentó que los partidos del Botànic «no quieran debatir». Considera que tras esta excusa se esconde la falta de argumentos de la izquierda. De igual modo, puso en duda la realidad de las amenazas que ha denunciado Pablo Iglesias porque formaba parte del «gobierno criminal de la mentira».
La coordinadora autonómica de Podem, Pilar Lima, incidió por su parte en la confrontación. Efectuó un llamamiento a «todas las fuerzas políticas democráticas» para «frenar el avance del fascismo» porque la democracia, según su tesis, «está frágil, débil y corre peligro». «Tenemos la esperanza de no llegar tarde», alentó. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, siguió en esta misma línea. Alertó de «la contaminación que hace la extrema derecha en la derecha» y expresó su «preocupación» porque «marque su agenda». El 25 de abril finalizó con la mirada puesta en la capital de España.
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