Enric Morera, histórico dirigente de Compromís y presidente de Les Corts, tran proclive al pasito para delante y para atrás, a moverse en los ángulos muertos de la política, parece afrontar el verano con ganas de asumir cierto protagonismo. Su coalición está tocada tras el abrupto cese de Oltra como número dos del Consell. Aún están resituándose muchas piezas y muchas voces. Morera, al fin y al cabo, es la segunda autoridad de la Generalitat, así que el nacionalista tiene algo que decir, y siempre que puede y, sobre todo, lo ve oportuno, lo dice. En este caso, sus palabras cargan contra el alcalde de Vila-real, el socialista José Benlloch, un modo de calentar, acelerar y anticipar la pugna entre el PSPV y Compromís por el voto municipal en la Comunitat, batalla que se producirá a buen seguro en la próxima cita electoral.
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La disputa no es soterrada, ni mucho menos, en algunos municipios de la Comunitat. Es el caso de Vila-real, donde la discusión fue muy subida de tono, especialmente por parte del alcalde, el socialista José Benlloch, en su intervención de réplica a la que previamente había realizado la portavoz local de Compromís, María Fajardo.
El socialista intervino con una aspereza digna de rivales más a la derecha de sus siglas, si bien Fajardo no desaprovecha ocasión para ejercer una oposición también digna de la derecha y, supuestamente, rival de Benlloch. El caso es que el brusco discurso de Benlloch (auguró que la iba a echar del debate plenario) provocó durante los días siguientes una airada crítica por parte de cargos de Compromís en Castellón.
Enric Morera se ha sumado en las últimas horas a los reproches a Benlloch, un modo de anticipar la batalla que a corto plazo (antes de un año) librarán PSPV y Compromís, donde fuentes de la coalición justifican las palabras de Morera en que «alguien debe dar la cara por los nuestros». «Alguien» de peso, se entiende. El presidente de Les Corts, a través de una cuenta personal en las redes sociales. ha calificado la intervención de Benlloch de «desafortunada» y de formar parte del «alma» de PSPV que no asume la importancia de saber gobernar en coalición. Morera tilda al alcalde de «populista», «machista» y le advierte de que ser «arrogante, autoritario» y comportarse «fuera de lugar» le convertirá en «el más rico del cementerio», porque cuando el PP entre a gobernar «no recibirá ni ayuda ni inversiones».
El dirigente nacionalista no se ha guardado nada: «O colaboración o paso triunfal al PP, en la Plana y en la ciudad de Valencia o en cualquier otro rincón. Mientras deberíamos estar confrontando modelos de Gobierno (el del tripartito frente al del PP), un alcalde que va de sobrado corta a una portavoz de un socio preferente, en el uso de la palabra, a una compañera necesaria para que esta tierra tenga un futuro. Por ese camino, mal, y callar sería una irresponsabilidad. Aquí no nos puedes cortar el micrófono. Dicho queda». Pues eso.
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La izquierda valenciana tiene dos frentes abiertos: externo e interno. Hacia fuera: la derecha, que viene, que viene. Hacia dentro: PSPV y Compromís velan armas para una disputa del voto que los socialistas encaran con el objetivo de no verse superados por el PP y que los econacionalistas afrontan con el reto de resistir la ausencia de Oltra aferrándose al voto fiel y local. La coalición plantea una pugna municipio a municipio. Puerta a puerta.
La probable coincidencia de los comicios municipales y autonómicos, en mayo del año próximo, supone un escenario distinto al de 2019. Ximo Puig, en virtud de sus atribuciones como presidente de la Generalitat, adelantó las pasadas elecciones autonómicas para hacerlas coincidir con las nacionales, lo que en Compromís consideraron como una jugada contra su potencial electoral. Sin embargo, la coalición acaba de perder, hace mes y medio, a su mejor baza en las urnas, Mónica Oltra, forzada a dimitir como vicepresidenta de la Generalitat. A priori, Oltra dispone de poco margen de tiempo para volver a repetir como candidata a la Generalitat, a expensas de cómo se desarrolle la investigación judicial a la que fue su conselleria por la gestión de los abusos a una menor de su exmarido, causa en la que está imputada. Pero la vida sigue. En Vila-real, por ejemplo, donde Compromís ejerce de oposición al PSPV, en contraste con la cogobernanza de la Generalitat. Esa confrontación municipal se vive igualmente en otras localidades de la Comunitat como Sueca, Pego, Torrent, Paterna, Almenara o Picanya. La desconexión local del tripartito (aunque Podemos prácticamente ha quedado como una formación residual a nivel local), en unos casos porque el PSPV gobierna con mayoría absoluta y en otros porque los socialistas se han buscado otros socios (en Torrent pactaron con Ciudadanos), provoca cruentos choques en los plenos municipales. Gobernar conjuntamente la Generalitat y estar a la gresca en destacados municipios valencianos es una dualidad complicada de gestionar. Y todo ella al margen de ayuntamientos donde sí gestionan conjuntamente, como es el caso de Valencia, aunque en ocasiones no lo parezca por las enconados choques que protagonizan. Lo de Vila-real, así como la aparición de Morera, es un nuevo capítulo de un conflicto que tendrá su punto álgido durante los meses previos a las próximas elecciones, buscando unos y otros maneras de captar, a través de la cercanía de los debates municipales, también el voto autonómico.
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