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BURGUERA
VALENCIA.
Miércoles, 29 de noviembre 2017, 14:02
Cuando Manolo Mata, síndic del PSPV, subió el 17 de noviembre las escaleras del pasillo central de Les Corts para agradecer a los cuatro tránsfugas de Ciudadanos el apoyo al Consell en la Ley de Acompañamiento, las caras de los cuatro exCiudadanos eran un poema. «El beso de Judas». Así bautizó el gesto la bancada del PP, que ayer volvió a la carga porque los disidentes en la Cámara del partido de Albert Rivera han logrado una buena parte de sus reivindicaciones, alguna de las cuales, tras ser rechazadas por los servicios jurídicos del parlamento valenciano, había provocado un recurso judicial que tenía un objetivo: Enric Morera. La posición inicial de Les Corts respecto a los cuatro tránsfugas ha girado completamente. Los famosos 180 grados para, tras ignorarles, ahora dotarles de visibilidad, ni dos semanas después de esa votación en la que se alinearon con los presupuestos del Consell.
Los tránsfugas señalaron hace mes y medio al presidente de Les Corts para cobrarse el desaire de los partidos del Botánico, que hasta ayer no habían movido un dedo para ayudar a los cuatro disidentes, cuya pretensión era que Morera «vaya por el aire», según fuentes conocedoras de la motivación del recurso que se presentó ante los tribunales por negárseles la interpelación a consellers en las sesiones parlamentarias. Sin embargo, hace dos semanas todo cambió. El Consell precisó de un apoyo extra frente a la abstención de Podemos cuando PP y Cs pretendieron dinamitar la Ley de Acompañamiento. Los tránsfugas se lo dieron ante el peligro real de aquel 17 de noviembre.
Efectivamente, un nuevo informe de los servicios jurídicos de Les Corts llegó ayer a la Junta de Síndics y, en virtud de la concordia (según el tripartito y Ciudadanos), se revistió de legalidad varias de las peticiones de los cuatro disidentes: medios económicos para pagar por adelantado a sus asesores (hasta ahora tenían que abonar ellos previamente y el parlamento se lo reintegraba luego), disposición de las instalaciones de la Cámara (como la sala de prensa que hasta ahora se les negaba e incluso Morera llegó a llamar la atención por escrito a los diputados exCs por utilizarla) y participación en las interpelaciones al Consell (algo reclamado por los parlamentarios y que inicialmente se les negó). En definitiva, mayor visibilidad.
Hasta Ciudadanos se mostró a favor apelando a una buena convivencia entre los parlamentarios. El PP, no. Las posiciones políticas de los cuatro disidentes fluctúan en función de muchas variantes, si bien hay un factor imperturbable: su mala relación con la cúpula de los populares valencianos, especialmente con la síndica, Isabel Bonig, a quien han llegado a acusar de mentir «más que las gallinas» y han situado sus postulados a la derecha de la derecha. Precisamente, Bonig fue la encargada ayer de resaltar que las prerrogativas obtenidas por los ex de Ciudadanos son el «premio» a su apoyo a la Ley de Acompañamiento.
Con un sólo movimiento, los partidos del Botánico logran despejar el horizonte judicial de Morera y solventar una situación incómoda, pues es difícil recurrir al apoyo de cuatro diputados en un hemiciclo con las fuerzas muy niveladas sin atender a alguna de sus exigencias. Lo que no ha sido concedido es la posibilidad de que uno de los tránsfugas se convierta en receptor de las comunicaciones que deba emitir la Mesa de Les Corts a los cuatro exCiudadanos, pues sería elevar a esa persona a una suerte de portavoz.
En cualquier caso, según Bonig, «ahora ya sabemos qué es lo que valen los votos de los cuatro ex de Ciudadanos, que había que premiar. Hoy hemos visto el pago del Gobierno valenciano a los cuatro tránsfugas», orquestado, según la síndica popular, por el socialista Manuel Mata gracias a sus habilidades «trileras» (es un reconocido abogado) para forzar el Reglamento de Les Corts, lo que ella considera peligroso por dar pábulo al transfuguismo, ya no solo ahora sino en situaciones similares que puedan darse en el futuro, al crearse un precedente en la Cámara. En este sentido, el tahúr socialista ironizó: «Aquí sólo se compra y se vende el cariño verdadero». El resto de cosas, al parecer, no están a la venta, sino que se prestan. O no.
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