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Carlos Mazón ha encontrado en el acuerdo de esta semana con Vox para aprobar los presupuestos de la Generalitat de 2025 el oxígeno que necesitaba para seguir adelante en una legislatura que, desde el pasado 29 de octubre se le ha puesto más que cuesta arriba. La gestión de la dana, las incógnitas sobre su agenda el 29 de octubre, la responsabilidad que atribuye la jueza de Catarroja a la administración autonómica, dibujan un panorama más que complicado para el líder del PP valenciano.
En realidad, el impacto de la riada ha afectado a todo el arco parlamentario valenciano. Los líderes de los principales partidos, el propio Mazón y también la ministra Diana Morant, están lejos de vivir su mejor momento político. La influencia de las direcciones nacionales resulta cada vez mayor, circunstancia que sirve también para Vox, probablemente el partido más dependiente del mando del partido con sede en la calle Bambú de Madrid. Compromís no sale mucho mejor parado, carente de liderazgo real desde la salida de Mónica Oltra de la primera línea.
Carlos Mazón es la principal víctima política del 29 de octubre. Las manifestaciones multitudinarias que se han sucedido en las calles para pedir su dimisión, el acoso de la vía judicial que lidera la jueza de Catarroja y el cordón sanitario que trata de imponerle la izquierda sólo ha encontrado un resquicio en el acuerdo alcanzado con Vox para aprobar los presupuestos de 2025. Y no es un detalle menor. Mazón ha encontrado una bola extra después de sucesivas semanas de falta de respaldo, cuando no de desapego evidente, por parte de la dirección nacional del PP. Feijóo ha dado sus bendiciones al acuerdo con Vox –sea por propia voluntad u obligado por las circunstancias– y todo hace suponer que con unos presupuestos aprobados, aunque sea a finales de mayo, el dirigente valenciano dispondrá de un argumento que no tiene, por ejemplo, Pedro Sánchez.
Mazón no ha arreglado todos sus problemas, pero al menos ha encontrado una puerta entreabierta. «De entrada, ha dejado de ser un pato cojo», señala una fuente, que admite que, a diferencia de Feijóo «que tiene periódicos y sólo algunos días, el president de la Generalitat tiene el DOGV». El dirigente valenciano no ha resuelto todos sus problemas, ni mucho menos. La comisión de investigación de la dana en el Congreso de los Diputados puede marcar un antes y un después en la presión sobre el jefe del Consell, igual que las declaraciones ante la jueza de la exconsellera Salomé Pradas y de Emilio Argüeso. Afrontar el dolor de las víctimas también sigue siendo tarea pendiente, aunque haya comenzado el deshielo. «Pero antes estaba claro que no sería candidato en 2027. Ahora tiene una oportunidad», se remacha.
A Mazón ya se le estaban buscando sustitutos. Fue él mismo el que se comprometió a no volver a optar a la presidencia si no lograba liderar la reconstrucción. La calle Génova ha parecido en muchas ocasiones tener claro no sólo que ese cambio era imprescindible, sino también que no se podía esperar. Ahora el líder de los populares valencianos ha ganado tiempo.
La posición de Mazón mejora, aún a pesar de depender de Vox. Porque su acuerdo le da una estabilidad parlamentaria de la que no disponía hasta la fecha. La de la alcaldesa María José Catalá se ve ahora condicionada por la marcha de Juanma Badenas y Cecilia Herrero de Vox. La alcaldesa ya ha maniobrado, no obstante, para que el voto de los dos ediles no adscritos tengan menos valor del que tenía hasta la fecha.
Diana Morant lleva ya un año al frente del PSPV. Su liderazgo, impuesto desde la calle Ferraz, ha sido refrendado ampliamente en el congreso de hace mes y medio. Y sin embargo... el invento no acaba de funcionar. La ministra de Ciencia ha tropezado en varias ocasiones con posiciones escasamente coherentes incluso con su propio criterio. Tras la dana anunció que apoyaría los presupuestos de la Generalitat sólo unas fechas antes de pedir la dimisión de Mazón, circunstancia que antecedió a la de pedirle a Feijóo que lo destituyera y nombrara un Consell técnico que convocara elecciones. Luego acarició la posibilidad de presentar una moción de censura, escenario que igual que vino se fue, para dejar sitio a la reclamación de elecciones anticipadas. El argumento para rechazar la moción de censura –que se perdería y generaría frustración– habría servido para que los socialistas no presentaran enmienda de totalidad a los presupuestos de 2025 (tienen el mismo porcentaje de posibilidades de salir adelante, ninguno).
Morant ha tropezado además con la proverbial capacidad del socialismo valenciano para entretenerse en debates orgánicos cuando menos debería hacerlo. De forma que la provincia de Valencia, una vez más, vuelve a navegar a la contra de la dirección de País, igual que ocurrió durante la etapa de Mercedes Caballero y con Ximo Puig como secretario general. «Es el gen ciscarista», señala con ironía un buen conocedor de la forma de conducirse del socialismo valenciano. Ir a la contra de lo que dicte Madrid une más que el mejor pegamento.
A Morant sólo le faltaba contar con un adversario que en realidad es una colaboradora, o viceversa. Pilar Bernabé, delegada del Gobierno y referencia principal de la oposición a Carlos Mazón en la Comunitat Valenciana, vista por muchos como la mejor alternativa posible al PP valenciano, sea en la política municipal o en la autonómica. Elevada por Pedro Sánchez a la dirección federal, pero no como ocurrió con Morant en una posición de relleno, sino con voz y peso propio, no visto en el PSPV desde la etapa de José Luis Ábalos como todopoderoso número tres del partido.
El PSOE sigue siendo ese partido en el que se hace lo que dice Pedro Sánchez. De modo que mientras el líder socialista mantenga el puesto, las decisiones se seguirán tomando en la calle Ferraz. Y contar con una ministra al frente de la federación valenciana hace aún más indiscutible esa posición.
El partido de Santiago Abascal se ha convertido en el salvavidas de Carlos Mazón en la Comunitat Valenciana. El acuerdo para aprobar los presupuestos de la Generalitat de 2025 se perfila también como un pacto que garantiza la estabilidad parlamentaria del presidente valenciano. Y ese no es un asunto menor. Vox ha sido en los últimos meses el gran beneficiado del achicharramiento político del PP valenciano con la dana. Tanto porque esquivó milagrosamente la bala que habría supuesto hacerse cargo de la gestión de la emergencia –la cartera de Salomé Pradas la ocupaba hasta muy pocos meses antes Elisa Núñez– como porque las dudas sobre el liderazgo de Mazón han venido sirviendo para engordar la bolsa del votante de ese partido.
Vox no ha tenido problemas de liderazgo como tal, porque en realidad no hay más líder que Santiago Abascal. Las referencias que han venido ejerciendo esa función en la Comunitat Valenciana han ido cambiando por unos u otros motivos. Probablemente, el síndic en Les Corts José María Llanos sea el único que úne el hecho de disponer de un discurso solvente y al mismo tiempo mantener una fidelidad inquebrantable al partido. Ana Vega, Carlos Flores, Vicente Barrera o Juanma Badenas han cubierto etapas y han tenido que dejar paso.
Llanos puede no ser el dirigente político con mejor imagen o mayor tirón popular, pero ha conseguido consolidarse en su posición como portavoz parlamentario y su discurso es reconocible. Todo lo contrario de lo ocurrido con Badenas en el Ayuntamiento de Valencia, protagonista de un expediente disciplinario interno por parte de su partido, que derivó en su posterior salida del grupo municipal.
Vox se está viendo beneficiado de esa posición radical de PSPV y Compromís que trata a toda costa de forzar la salida de Mazón, como si todavía estuvieran empeñados en ganar las elecciones de 2023. Abascal ha compatibilizado las críticas a la gestión política de la dana por parte de la administración autonómica con poner sobre la mesa otro hecho incuestionable, la muy discutible actitud mantenida por el Gobierno de Pedro Sánchez en relación con la riada en la provincia de Valencia, a años luz de la implicación en primera persona mostrada con el volcán de La Palma.
Compromís siempre se ha movido bien en las calles. La dana del 29 de octubre le ha servido a la formación nacionalista para reactivar a una militancia decepcionada con las dos legislaturas de Gobierno del Botánico, y en particular, con la salida de su gran líder, Mónica Oltra. Compromís tiene ahora el argumento para reactivar a su electorado, pero carece de un liderazgo que llegue siquiera a la suela de los zapatos del de la exvicepresidenta del Consell.
Desde la marcha de Oltra, Compromís se ha caracterizado por ser más una suma inconexa de personalismos que una organización política con un liderazgo claro. El que estaba llamado a asumir esa posición, Vicent Marzà, sigue observando los acontecimientos desde Bruselas. Compromís hace bandera de la oposición radical a Mazón, incluso con una propuesta de moción de censura que ha propiciado un choque con el PSPV.
¿Y Baldoví? «Si Baldo fuera listo, plantearía en Madrid una batería de iniciativas legislativas para que el Gobierno de España compensara a los colectivos perjudicados por los presupuestos de Mazón», remarca una fuente parlamentaria. No consta que al síndic de la coalición nacionalista se le haya pasado por la cabeza nada ni parecido. Y el caso es que el dirigente nacionalista podría solicitar desde subvenciones al uso del valenciano, hasta el ferrocarril Gandia-Dénia, pasando por la recuperación de vestigios de memoria democrática en la Comunitat Valenciana.
Pero no. Baldoví evita marcar la agenda valenciana en Madrid, quizá para que no se le recuerde el escaso éxito de su 'presión' sobre Pedro Sánchez en materia de reforma del sistema de financiación autonómica.
De manera que los cinco meses que han transcurrido desde la dana han alterado los cimientos de la arquitectura política valenciana. El único líder que parecía consolidado, el que ganó las elecciones de 2023, trata de recuperar aliento. Los demás, o tienen liderazgos poco firmes o son dependientes de las decisiones que adopten sus direcciones nacionales. La política valenciana como tubo de ensayo de futuros enfrentamientos en las elecciones generales. La dana, como factor que ha resituado no sólo prioridades financieras –ahí están los nuevos presupuestos– sino también que resitúa liderazgos políticos internos. Y queda media legislatura.
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Josemi Benítez
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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