El vicealcalde de Valencia, Sergi Campillo, responsable del Gulliver. jesús signes

El paleto de la paleta

El vicealcalde de Valencia, Sergi Campillo, culpa a los operarios de la obra del Gullliver al sentirse acorralado por la chapuza de la rehabilitación del parque

Héctor Esteban

Valencia

Viernes, 2 de diciembre 2022, 17:03

El culebrón del Gulliver es la chapuza de la legislatura. Un millón de euros para rehabilitarlo y al mes de abrirlo, otra vez cerrado por las grietas y los desperfectos en algunos de los toboganes. Primero, la pintura abrasiva; y ahora, los desconchones en ... las rampas. El caso no merece otro calificativo que el de ridículo.

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El enfado de Campillo es justificado y justificable. Una inversión millonaria para cerrar el parque días después de abrirlo, y a las puertas del puente festivo, donde el viejo cauce del río debería de ser el espejo de lo bonita que está la València (sí, con tilde), de Ribó. Los niños y niñas han vivido una reapertura interruptus. Y ahora lo que todo el mundo necesita es un culpable para que los políticos duerman tranquilos.

Campillo hizo una cosa bien. Asumir el error, reconocer las deficiencias y confesar que la rehabilitación, visto lo visto, no ha respondido a las expectativas. Además, añadió que pedirá un informe para valorar lo sucedido y prometió una solución lo antes posible para que el parque sea reabierto en breve y en las mejores condiciones. Hasta aquí, perfecto. El problema del vicealcalde es cuando, sobrepasado por la situación como si a Compromís nada le pudiera salir mal, se agarra a la perogrullada de que ni él ni el alcalde, Joan Ribó, son «los de la paleta».

La culpa, como se suele decir, para pocarropa, que es el albañil de turno que no ha sabido enmasillar con eficacia y tino los toboganes del Gulliver. Un recurso pueril, el de buscar los culpables del desaguisado de arriba hacia abajo, para que el último de la fila pague los platos rotos. Regusto clasista. Por comentarios menores al de la paleta le han dado el boleto de la indemnización laboral. Esta bien pedir responsabilidades, pero las cosas domésticas mejor lavarlas en casa, sobre todo cuando el débil ni está presente ni tiene herramientas para defenderse. El progresismo ha cambiado tanto que la culpa ya es del obrero, del paleto de la paleta. Los políticos tienen que entender una cosa, sean del partido que sean, y no es otra que son los únicos responsables de las decisiones tomadas y ejecutadas, porque para eso son representantes públicos. A veces, reconocer y apechugar es la mejor tarjeta de presentación. No hay excusas.

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La oposición tiene y debe ejercer su labor, que no es otra que fiscalizar la actuación del equipo de gobierno aunque en ocasiones el discurso peque de facilón. La palabra «chapuza» es tan socorrida que vale tanto para el Gulliver como para el Palau de Les Arts de Calatrava. En su día, Compromís también cuestionó aquellos lodos y nadie se puso a apuntar a los curritos del trencadís.

Las palabras de Campillo sorprenden, porque el perfil y el carácter del vicealcalde no se ajustan a esa declaración, aunque a veces, recurrir al de la paleta es un síntoma de sentirse acorralado. Bienvenido a la política.

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