Reparar, reconstruir y renacer. Esas fueron las coordenadas de la hoja de ruta que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se marcó ... en 2015 a su llegada al Gobierno valenciano, para tratar de dejar página impresa en el relato del primer gobierno de coalición de la Comunitat. Sin embargo, cuando acuñó esa trilogía de etapas por las que dirigir los pasos de su gestión, seguro que jamás imaginó que renacer iba a tomar un sentido tan real como el que en este 9 d'Octubre ha acabado adquiriendo. El renacimiento de la Comunitat no se produce, como había diseñado Puig, tras enterrar la herencia recibida y reparar algunos desperfectos en el estado del bienestar valenciano. Ese renacer lo acabará marcando el fin de las restricciones sanitarias y la entrada en la nueva normalidad que el Consell da por iniciada hoy, con el 86% de la población valenciana (vacunable) inmunizada y riesgo bajo de transmisión de un virus que ha condicionado toda la agenda de la que iba a ser la legislatura dulce del Ejecutivo valenciano.
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Y es que el segundo período de gobierno es siempre el más agradecido, pero también el más complicado. Tras unos primeros años de reformas para poner la casa al gusto de los nuevos inquilinos, los siguientes cuatro años siempre son para disfrutar del nuevo piso. Pero, al segundo Botánico lo ha pasado por encima una pandemia mundial que ha metido en el congelador todos sus planes de gestión. No sólo eso, las circunstancias han acabado agravando los problemas de convivencia de los inquilinos (PSPV, Compromís y Unidas Podemos), que ya discuten por casi todo, y van buscando culpables internos y externos a esos problemas ya estructurales. Además, el PPCV de Carlos Mazón ya ha comenzado a preocupar en el Palau, tras años de relajación, y las encuestas empiezan a vislumbrar un dúo de palabras maldito: empate técnico. Este es el paisaje de la foto fija de este Consell en este Día de la Comunitat.
La pandemia sustituye a la gestión
El 25 de febrero de 2020, cuando la Conselleria de Sanidad confirmó el primer caso de coronavirus en la Comunitat, nadie podía sospechar la que estaba por venir sólo unas semanas después. El Gobierno valenciano tuvo que meter en un cajón todos los proyectos que había presentado apenas meses antes para llevar a cabo en estos próximos cuatro años y ponerse la bata de gestores de catástrofes. La trascendencia de las primeras decisiones ya vislumbró los desencuentros que esperaban a los socios, al ritmo que subían los contagios y se imponían las restricciones. Ahora nos parece un mal recuerdo, pero el Consell tuvo que abordar en pleno mes de marzo, con discrepancias entre socios, la suspensión de las Fallas con buena parte de los monumentos en las calles. Ese fue el primero de los roces que estarían por llegar. Después llegaron las quejas de Compromís por la falta de codecisión a la hora de adoptar medidas, la intervención de Sanidad en las residencias de mayores, el exceso de protagonismo del presidente y la invisibilidad mediática de Oltra. Las críticas al Gobierno por el pase de fase fallido en la primera desescalada o diferencias notables a la hora de implantar restricciones más duras en la tercera ola (la navideña). Un virus también en la gestión de los afectos del Ejecutivo que evidenció aún más las distintas almas dentro de la coalición de gobierno. La gestión quedó en suspenso y las doce consellerias se dedicaron a ir capeando la salida de la pandemia y la entrada en la nueva normalidad tras un virus que también permitió al Consell disimular un más que discreto programa para esta segunda parte del partido.
Cambio de equilibrios en el Consell.
El Botánico llegó al Consell de la Generalitat en 2015. Entonces, con un gobierno de coalición entre dos socios (PSPV y Compromís) y un apoyo de un tercero desde Les Corts (Podemos) y, desde 2019, con la nueva marca electoral que fusionó a los morados con Esquerra Unida (Unidas Podemos) ya dentro del Ejecutivo autonómico. Por afinidad, la querencia de Podemos fue siempre la de aproximarse a la formación de Mónica Oltra, con quienes incluso concurrieron en coalición, en un experimento político para las generales llamado 'A la valenciana'. Sin embargo, en esta legislatura política, con su entrada como tercer socio con dos consellerias, los equilibrios comenzaron a distorsionarse. El entonces vicepresidente segundo, Rubén Martínez Dalmau, se acercó al jefe del Consell, y se distanció de Oltra en una especie de pinza contra la formación valencianista. Compromís y Podemos dejaron de entenderse y los primeros prefirieron al nuevo partido del expodemista Íñigo Errejón para abrir hueco en sus postulados con escaso éxito. Sin embargo, los cambios en Podemos, la llegada de Pilar Lima como coordinadora y la oposición pública de Dalmau a su candidatura precipitaron turbulencias en el Consell, que han acabado explotando en el inicio de este curso. Unidas Podemos sustituyó a su vicepresidente, que lo revistió de salida voluntaria rumbo a su puesto en la Universidad, y situó en la vicepresidencia segunda a Héctor Illueca. Y ahí, cambiaron los equilibrios internos en la formación morada y en el propio Consell. Tanto es así que a la primera de cambio, Oltra e Illueca se reunieron para acordar, sin previo aviso, una tasa turística que despierta el rechazo frontal en el sector y en la parte socialista del Consell. Oltra ha encontrado a un aliado y Puig ha perdido un apoyo. Esta es sólo la última réplica de una serie de desencuentros que se suceden con periodicidad. Y, en esos nuevos equilibrios también destaca el hiperliderazgo de Puig, cabeza visible del Botánico y casi voz única durante la pandemia. Los socios recriminan al presidente que «actúa como si no estuviera en un gobierno de coalición» y de «hacer y deshacer» desde el Palau, en ocasiones sin previo aviso. Una estrategia que, a juzgar por las encuestas, está teniendo una recompensa para el líder del PSPV, que se distancia de sus socios.
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Actividad sísmica en el Botánico
En octubre, coincidiendo con la elaboración de los presupuestos de la Generalitat para el año siguiente, se produce siempre un pico de tensión que esté año ha empezado incluso en septiembre. La Conselleria de Hacienda, en manos del conseller socialista Vicent Soler, es la encargada de repartir las partidas de las cuentas autonómicas, pero los socios entienden que en un gobierno de coalición como el Botánico, ese reparto debe ser codecidido en los grandes números y consensuado en los detalles para no «encontrar sorpresas» en el trámite parlamentario como las que denunció hace días Oltra. «Soler no me dice esto y yo acato como una niña. Soy la vicepresidenta y él un conseller», vino a decir. La cosa llegó a un punto en el que la elaboración del presupuesto se ha tenido que externalizar a una mesa política con representación de los tres socios para limar asperezas e ir construyendo la arquitectura presupuestaria en conjunto. La tensión es cíclica y en octubre alcanza sus cotas máximas.
Pero, los presupuestos son sólo uno de los motivos de discusión en un tripartito en el que los trapos se airean cada vez más fuera de casa. El pegamento de PSPV, Compromís y Unidas Podemos para seguir unidos es mantener el Gobierno de la Generalitat, pero sus discrepancias son notables en numerosos asuntos de importancia. Empezando por las cuentas, en las que Compromís siempre se ha mostrado partidario de idear unos presupuestos expansionistas en base a un mantra de que «los derechos están por encima del presupuesto». Los valencianistas también son partidarios de aumentar la presión fiscal en algunos tributos o crear nuevas tasas para repercutir esos ingresos en áreas de Servicios Sociales, Sanidad o Educación. Además, la posición de Compromís es distinta a la de sus otros dos socios con respecto al Gobierno central, ya que no forman parte del Ejecutivo. Así, sonadas están siendo las críticas y campañas de la formación de Oltra a los retrasos en los trenes de Cercanías, contra la infrafinanciación o contra los recursos a algunas leyes valencianas. También difieren en asuntos de máxima relevancia como la ampliación del Puerto de Valencia (PSPV a favor y Unidas Podemos y Compromís en contra).
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Los bloques se mueven
Las encuestas son solo una foto fija de un momento determinado. Y hoy en día, con una actualidad de lo más gaseosa, parece difícil aventurarse a adivinar un futuro para el que ni siquiera hay una fecha electoral definida. Sin embargo, los últimos estudios demoscópicos visibilizan un estrecho margen entre bloques, que es como hoy en día se miden las posibilidades de gobernar, con las mayorías absolutas para un solo partido en peligro de extinción. En la Comunitat, actualmente, hay seis partidos con representación en Les Corts (PSPV, PP, Ciudadanos, Compromís, Vox y Unidas Podemos), que se dividen en dos bloques, izquierda y centro-derecha, que suponen también el Gobierno y la oposición. Pero, algunos de los partidos que actualmente forman parte de esa división ideológica están en claro peligro de extinción. Ciudadanos, que fue la tercera fuerza política en 2019, está en descomposición y en la actualidad sólo cuenta con 13 de los 18 diputados que obtuvo en las últimas elecciones. Los otros cinco están ya en el grupo de los no adscritos tras la marcha de Toni Cantó como síndic, después de la fallida moción de censura en Murcia y el consiguiente adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. En el bloque de la izquierda, todas las encuestas dan un claro retroceso a Unidas Podemos que, con el listón electoral del 5% todavía vigente para entrar en Les Corts, podría poner en apuros a la formación y al propio Botánico. Y es que, hoy en día, los partidos no sólo deben estar pendientes de su resultado electoral, sino que se encomiendan también al de sus socios para que los números den a la hora de sumar fuerzas. Un buen dato no tiene por qué ser sinónimo de gobernar. Los últimos sondeos que manejan los partidos dan un resultado muy ajustado para ambos bloques, con posibilidades del centro-derecha para recuperar la Generalitat. Para ello, el PPCV debe absorber el voto que se fue a Ciudadanos y contar con su propio crecimiento y el de Vox para volver a las instituciones. En los 'tracking' que manejan, hay ya un empate técnico por el crecimiento de los populares y de Vox (que doblaría sus escaños). Por contra, el Botánico debe tratar de amarrar el resultado. Aunque los datos dan un crecimiento para el PSPV, Compromís no sólo no compensaría la caída o desaparición de Cs, sino que también se dejaría escaños. La foto del mitin del PP en una abarrotada plaza de toros, el pasado fin de semana, puede dar pistas de que el viento ya sopla en otra dirección en la Comunitat. Y eso, en el Botánico, ya preocupa.
¿Cuándo serán las autonómicas?
Desde que en 2019 el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, decidió pulsar el botón nuclear y adelantó las elecciones autonómicas para hacerlas coincidir con las generales, la fecha de los próximos comicios valencianos se ha convertido en la gran incógnita. En mayo, el Consell ya puso en marcha la maquinaria electoral para que la cita se pueda producir sin problema cuando el presidente decida. Con ello, se abrió un debate sobre la conveniencia o no de volver a adelantar la cita, ahora que Ciudadanos está en caída libre en las encuestas y Unidas Podemos aún estaría en cifras de entrar en Les Corts. Además, el PP valenciano renovó su dirección en verano y su nuevo presidente, Carlos Mazón, no es todavía un gran conocido para el electorado valenciano. Pero desde el Palau desmienten que ese adelanto esté sobre la mesa. Sin embargo, ha aparecido una nueva opción que también podría tomar forma. La de volver a situar las autonómicas con las municipales, en mayo de 2023. El Estatut y la ley Electoral así lo permiten, lo que supondría volver a ir junto con los alcaldes y el tirón municipal a unos comicios. Pero, la decisión sólo depende de Puig. En 2019 ya le costó una grave crisis con sus socios, contrarios a la nueva cita. Ahora, supondría una ruptura en toda regla que el Botánico no puede permitirse. En la bancada contraria, con las encuestas internas en la mano, no verían con malos ojos un adelanto. El cambio de tendencia comienza a ser carne de debate y, en política, muchas cosas no hace falta que sean, sino que con que parezca que son, es suficiente. Mazón es todavía un desconocido para el electorado, pero la marca está «de subida» y el partido «movilizado» para lo que pueda llegar. Ya lo avisó la nueva síndica en Les Corts. «Si Puig ha agotado su proyecto, que convoque cuanto antes».
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La vida interna de los partidos
Los partidos políticos de la Comunitat llegan a este 9 d'octubre con grandes cambios respecto al año pasado. Para empezar, tres de las seis formaciones con representación en Les Corts han cambiado de líder. El PPCV ha cambiado a Isabel Bonig por Carlos Mazón en la presidencia del partido y ha imprimido un nuevo pulso a la formación, conscientes de que el partido se la juega en la Comunitat no sólo a nivel autonómico, sino también a nivel nacional. Junto con María José Catalá como número dos, Mazón, ha endurecido la labor de oposición y el viento ya sopla de cara en las encuestas internas. En Ciudadanos, su cara visible, Toni Cantó, es ahora miembro del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, como director de la Oficina del Español. El también actor dejó Les Corts y el partido tras la fallida moción de censura de Murcia, descontento con la decisiones de la dirección que encabeza Inés Arrimadas. Su puesto en Les Corts lo ocupa ahora Ruth Merino y el timón en la formación en la Comunitat lo lleva la diputada nacional María Muñoz. En Podemos, Pilar Lima se ha hecho con el control de la formación morada en la Comunitat tras unos meses en los que el partido fue dirigido por una gestora, después de la marcha de Antonio Estañ.
En el PSPV, Ximo Puig, su secretario general, se acaba de garantizar cuatro años más de mandato, después de que se haya convertido en el candidato único para liderar el partido en el congreso que la formación celebrará en noviembre. Tras años de disputas, el socialismo valenciano acudirá por primera vez con una única candidatura a su cónclave, aunque los problemas podrían llegar con los congresos provinciales. En Compromís, el principal cambio se ha producido en el Bloc, el socio mayoritario de la formación, que modificó su nombre por el de Més Compromís y reeligió a Águeda Micó como líder. En los próximos meses, las formaciones que componen la coalición electoral deberán tomar importantes decisiones de cara a su futuro electoral. Convertirse en una federación de partidos o elegir con qué socio acudirán a las próximas elecciones. La vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, ya mostró una gran disposición con Oltra para converger. Pero los de Micó no lo tienen tan claro.
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Gestión en igualdad
La vicepresidenta vive, sin duda, un momento complicado en el Consell. La sentencia que condenaba a su exmarido a cinco años de prisión por abusos a una menor en un centro de protección ha supuesto, como no podía ser otra forma, un mazazo personal. Pero, además, las críticas de los magistrados a la actuación de su conselleria han puesto en evidencia que Igualdad no puede presumir de gestión. La oposición se ha volcado en reclamar la dimisión de Oltra, que sólo pudo defenderse con un ataque a la Fiscalía y a los magistrados. Durante el debate de política general fue protagonista muy a su pesar y sin poder ni siquiera intervenir. El silencio de l presidente Puig resultó significativo. El hecho de no entrar en ese asunto también supuso evitar defenderla. La 'pesadilla' no ha terminado. La Conselleria de Igualdad instruye ahora un expediente para evaluar si corresponde indemnizar a la menor víctima de abusos y existe otra investigación penal, en este caso ya sí, contra los responsables de Igualdad que no ofrecieron protección a la joven. El futuro de este proceso está ahora en manos de la Audiencia tras el archivo inicial.
Visibilidad nacional
El presidente Puig tiene un ojo puesto en Madrid y otro en Cataluña a la hora de articular sus discursos. Con la comunidad presidida por la popular Isabel Díaz Ayuso mantiene una guerra abierta con su política fiscal y con el denominado «efecto aspiradora» que ejerce sobre el resto de regiones. Con Cataluña, sin embargo, el acercamiento es más que evidente. Puig ha mantenido ya varios encuentros con Pere Aragonés y ha levantado la cuarentena a la que tenía sometido al Govern independentista, dentro de su política de alianzas fuera de la Comunitat. A su vez, a nivel nacional, se ha retrocedido en influencia con el cambio de ministros valencianos. De tener la cartera de Fomento a la de Ciencia. Y eso que los partidos, a juzgar por sus actos organizados en Valencia, son conscientes de que la Comunitat es clave para llegar o permanecer en La Moncloa.
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